La victoria póstuma de Sánchez Drago: hubo un día que redactó los argumentos del premio a Murakami, pero no se lo dieron

El autor galardonado es para Marián Bango, cofundadora de la única editorial especializada en literatura japonesa, puerta de entrada a los escritores nipones comparable a Mishima

Fernando Sánchez Dragó

Fernando Sánchez Dragó

E. Fernández-Pello / A. Rubiera

La victoria de Haruki Murakami en los premios «Princesa» es también la victoria póstuma, quizá la última, de Fernando Sánchez Dragó. El autor, fallecido en Soria el pasado mes, fue durante años jurado de los galardones asturianos y a él se le atribuye la constante defensa, durante casi dos décadas, de que se distinguiera al nipón. Y acarició la victoria en el 2012, cuando llegó al sprint final midiéndose a Philip Roth. Y ganó Roth.

Sánchez Dragó, que todo lo verbalizaba, contó en su blog que tras horas de reunión del jurado, se suspendieron las deliberaciones «para que al día siguiente, tras consultar con la almohada, dictáramos veredicto y lo diéramos, urbi et orbi, a conocer». Para ganar tiempo, dos miembros de aquel jurado tenían que dejar más o menos redactada la laudatio del vencedor. Y Sánchez Dragó asumió escribir sobre Murakami, «pese a saber que la candidatura se vendría abajo en la recta final». Como así fue.

El madrileño se dio el gusto de publicar su reseña «por si quizá sirva en alguna imprecisa fecha del futuro». Y esa reseña, que viene al caso ahora, decía que «con Murakami el ‘Príncipe de Asturias’ –hoy ‘Princesa’– se abre a Oriente. Se trata, en realidad, de un camino de ida y vuelta, porque el autor de ‘Tokio blues’ es el más occidental de los grandes escritores japoneses vivos. No por casualidad es uno de los novelistas más apreciados, allí y aquí, por los lectores jóvenes de un mundo globalizado. A quienes no son tan jóvenes los sorprende y los inquieta. En sus libros, traducidos a más de 40 idiomas, se escuchan voces y ecos tan dispares como los de Dostoievski, Dickens, Scott Fitzgerald, Truman Capote, Salinger, Carver, John Irving, Manuel Puig y Vargas Llosa. Lo real, lo fantástico y lo surrealista, lo individual y lo social, se entremezclan en un corpus literario que es intimista e interiorista, pero que también planta cara a los grandes problemas de su país y de su época». Su explicación aún es plenamente válida y la podría haber firmado el jurado de esta edición de los Premios "Princesa" 2023.

A falta de la insistencia de Dragó, este año la candidatura de Murakami a los «Princesa de Asturias» ha sido presentada por Sheila Cremaschi, la directora de la edición española del Hay Festival. Cremaschi está en racha. Ella propuso la candidatura de Hélène Carrère, galardonada también esta edición, y el año pasado colocó al arquitecto Shigeru Ban en el premio de la Concordia. «Tengo adoración por la cultura japonesa, por el minimalismo, por el valor que dan a reparar algo», reconoce. Murakami es, para ella, «una voz única, original, un hombre que no se prodiga».

«Es muy interesante que un escritor tan profundo sea tan best seller», añade y repara en lo singular que resulta «un japonés tan influido por la cultura occidental». Marián Bango, cofundadora de Satori, la única editorial española especializada en literatura japonesa, radicada en Gijón, considera que éste es un premio «muy significativo para la literatura japonesa» y confía en «que despeje el camino para la concesión al Nobel» a Murakami. «Leer a Murakami te permite comprender códigos culturales japoneses que facilitan otras lecturas. Aúna modernidad y tradición, es un tránsito hacia la literatura japonesa más pura. Él es la primera lectura de literatura japonesa para muchos, comparable a Mishima en los años 70», añade.

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