Las copas se apuran hasta el final. Lo sabe el Betis, que dio un importante paso hacia los octavos en el tiempo añadido. El Sporting repite en Copa los vicios de la Liga y sigue engordando el saco de los goles recibidos cuando el partido agoniza. Sentenció el Betis, cuando parecía reaccionar el Sporting, animado por el ímpetu de Sanabria y Hugo Fraile. Quizá la eliminatoria no este sentenciada, pero superarla requerirá un esfuerzo adicional para un equipo al que ya se le enciende la reserva. Hay cosas, por más que digan algunos, que no obedecen a la casualidad.

Los guajes de la reserva duraron un tiempo, el primero. Tras la bronca de Mel al descanso, y el gol de Vadillo a la vuelta de la caseta, el Sporting se desmoronó. No quedó ni rastro del aceptable equipo del primer tiempo. En cuanto el Betis se apretó los machos, el Sporting se quedó en cuadro. Abelardo puede estar tranquilo, nadie le discutió la alineación habitual. Hubo jugadores, eso sí, que dejaron detalles interesantes. El primer tiempo de Carlos Castro, la visión de Rachid, el cuajo de Guitián, muy sólido en su debut. A otros la Copa les ha consumido el escaso crédito que les quedaba, pese al empecinamiento del Pitu en alinearlos. Carmona, por ejemplo, justificó con creces su ausencia de las convocatorias. Sanabria y Fraile levantaron al equipo.

En la vuelta al Villamarín, la vista se marcha instintivamente a la zona en la que la Mareona fue feliz. Hoy le falta alma. Los asientos, entonces cubiertos de sportinguistas, brillan desangelados, huérfanos de inquilinos. El ambiente es tan frío en elVillamarín que sólo lo anima el comentarista de una emisora local. Tiene mérito, porque al encuentro le falto ritmo, tensión y le sobraron nervios y miedo. Tuvo, en definición del colega radiofónico, "el ritmo de la final de consolación del Colombino". Tampoco hay que lapidar a nadie. No es fácil competir cuando no lo haces regularmente y menos, si todo el equipo es nuevo.

El primer tiempo se hizo largo, por decirlo suave. El Sporting llevó el peso del partido y tuvo alguna aproximación peligrosa, pero la ocasión más clara fue local. Van der Vaart, que "tiene más años que la humedad", según el comentarista radiofónico, aún conserva el guante.