El Sánchez Pizjuán recibió al autocar del Sporting con un chaparrón propio del Cantábrico. Fue un mal auguro, que anunció la tormenta que habrían de sufrir los rojiblancos. La furia la desató Konoplyanka. Tras un primer tiempo que no da ni para un caldito, Emery le dio sustancia al guiso con la entrada del ucraniano, un torbellino futbolístico que cambió el curso del partido. Cómo el Sporting resistía, Del Cerro Grande, protagonista desde el primer tiempo, decidió tomar cartas en el asunto.

Tanto insistió Llorente en sus protestas al árbitro cada vez que perdía un balón, que al final, Del Cerro Grande cedió a la tentación y señaló un penalti de esos que definen a los árbitros malos. Una decisión a favor de obra que siempre beneficia al equipo grande y machaca al pequeño. Con ese error, Del Cerro Grande, no sólo hizo añicos el enorme trabajo de resistencia de los rojiblancos, sino que puede haberle arruinado dos partidos de un solo pitido. A día de hoy, Abelardo no tiene ni un sólo central del primer equipo disponible para Éibar. La noche fue trágica para la defensa del Sporting, que estaba haciendo un esfuerzo impecable.

La injusticia arbitral, no esconde las carencias del Sporting. Sin Sanabria ni Sergio, los guajes apenas tuvieron presencia ofensiva. Algún escarceo en el primer tiempo, pero nada jugoso que llevarse a la boca.

La derrota escuece por la impotencia del error repetido, pero es más digerible que otras. No hay que rasgarse las vestiduras por perder en el Pizjuán, un campo donde han caído todos los grandes. También el Sporting.

La imagen del día es la del central juvenil Meré abandonando el campo en camilla, llorando. Ojalá sea de rabia. Al chico le ha costado un triunfo ganarse la titularidad y cuando lo consigue de forma justa, sufre este contratiempo. Abelardo no daba crédito al ver cómo caían, uno tras otro, los tres centrales del primer equipo. Bernardo vio la quinta amarilla y Luis Hernández fue expulsado en la acción del penalti.

Abelardo premió al equipo que derrotó a Las Palmas y no hizo más cambio que el obligado por la lesión de Sanabria. El Pitu escogió a Carlos Castro, cuando el partido pedía un delantero más físico. El de Ujo fue siempre en desventaja a las disputas y no logró ganar ni un balón que diera un respiro al equipo. De eso se encargo Ndi. Un refuerzo de lujo para el Sporting, dadas las circunstancias. El africano mantuvo el tipo, ante los rudos defensas sevillistas.

Cuando se visita el Sánchez Pizjuán, nunca conviene olvidar las espinilleras. Son partidos frenéticos, que causan una terrible sensación de agobio aunque no suceda nada trascendente sobre el césped, como pasó en el primer tiempo de ayer. El campo aprieta a ritmo de palmas y, como sucede en las películas de terror de serie B cuando la música se acelera, sabes que algo malo va a pasar. Resistió el Sporting durante setenta minutos. Los guajes tuvieron que crecerse ante un Sevilla con una planta impresionante. Tan sólo Banega, cuya altura se mide en quilates de buen fútbol, se queda en la talla media. El resto son torres. Mención especial a Krychoviak. Un polaco elegante, repeinado y gigantesco, que recuerda a los cromos antiguos y que debería jugar en blanco y negro. Un futbolista que sostiene a su equipo sin despeinarse.

El hombre del día fue Konoplyanka. El ucraniano reventó el partido con su velocidad y su habilidad para el regate. El segundo tiempo fue un monólogo absoluto, en el que el Sporting ni siquiera se acercó al área sevillista. La figura de Cuéllar fue agigantándose a base de estiradas, pero el bombardeo arreciaba. Nunca se sabrá si el Sporting hubiera conseguido resistir. Reyes saltó a calentar y el Pizjuán bramó de entusiasmo. No hizo falta que el capitán agitase el encuentro. Llorente lo despachó antes de dejarle el puesto.

El potencial de la plantilla sevillista quedó de manifiesto en cada cambio de Émery. Cada vez sacaba mejores futbolistas de un manantial interminable, mientras que Abelardo iba tapando los huecos generados con guajes y más guajes.

El Sporting sale dolorido nuevamente de su visita al Pizjuán un campo poco propicio. Lo mejor que se puede hacer con este partido es olvidarlo pronto. Pero hay que sacar también algunas conclusiones. El Sporting ha renunciado al centro del campo en los últimos partidos. Quizá sea el vacío que deja Sergio, un futbolista insustituible en este equipo. El Sporting, como sucede en las derrotas, buscará consuelo en la Copa, que se anuncia amarga por aquel gol recibido en el tiempo añadido.