El Sporting de Abelardo es un equipo tremendo. Para lo bueno y para lo malo. Gana como nadie, cuando gana, desafiando los registros históricos. Pierde también de un modo catastrófico. Hasta el punto de que al minuto veinte, con cuatro goles ya en el petate, se vio peligrar el récord de la mayor goleada recibida (9-0, en el Nou Camp y San Mamés). En veinte minutos, el gigante blanco devoró a un Sporting deconstruido. No hubo ni rastro de aquel equipo sólido, impenetrable, que había asombrado al mundo en el partido de la primera vuelta. El Sporting no se pareció a sí mismo. Fue tras el descanso, con Ndi sobre el césped y Bale y Benzemá fuera de él, cuando los rojiblancos endulzaron su imagen, marcaron un gol (para delirio de la Mareona) y pudieron hacer alguno más de tener una centésima parte de la pegada del Real Madrid.

Desde el punto de vista blanco, fue un domingo redondo, salvo por las lesiones de Bale y Benzemá, extrañas en un partido jugado a medio gas por el conjunto merengue. El Madrid bajó la persiana a los dieciocho minutos, cuanto ya ganaba 4-0. Sólo el insaciable Ronaldo quiso más tras el descanso, pero ya no es aquel futbolista que se bastaba por sí solo.

La diferencia entre el Real Madrid y el Sporting es abismal, pero se esperaba un poco más de resistencia por parte del equipo rojiblanco. El primer tiempo no permite sacar conclusiones a ninguno de los dos bandos. El Sporting, impresionado por el escenario y por el rival, se entregó sin condiciones, superado técnica y físicamente por el conjunto blanco. Al Madrid le sirve para mantener la velocidad de crucero y para tener contentos a sus goleadores. Poco más. El efecto Zidane necesita un control de calidad más exigente antes de lanzar las campanas al vuelo. El mejor ejemplo es el segundo tiempo. Es cierto que los blancos se dieron por satisfechos, pero también lo es que el Sporting pudo hacerle más daño, de haber tenido el colmillo un poco más afilado.

Zidane escogió finalmente a Isco, que estuvo bien, pero no muy bien. Mejor, eso sí, que un James totalmente fuera de forma. Quedó claro también que Jesé está muy lejos de los titulares y que Kovacic no luce tan adelantado. Quizá Lucas Vázquez hubiera sido un sustituto más natural para Bale o Benzemá. El punto que sí se puede anotar Zidane, es el de Carvajal. Un lateral profundo, un extremo clarividente, un puñal en toda regla que sirve los goles en bandeja de plata. También es cierto, que lo pasó mal cuando Jony, un extremo a la antigua, le midió la espalda.

En el Sporting, Abelardo sacrificó a Ndi y Sanabria. El africano sale de una lesión y el paraguayo lleva unos partidos congelado. La gran sorpresa fue la presencia de Sergio, pensando claramente en rodarlo para el encuentro del viernes ante la Real Sociedad. Abelardo alineó dos laterales izquierdos, pensando en Carvajal, pero no tapó la vía de agua. Todos los goles vinieron por ese flanco. Jony cargó a pie cambiado, hasta que volvió a su sitio en el segundo tiempo.

El Sporting del primer tiempo lanza un mensaje preocupante y es la culminación del deterioro que viene sufriendo el equipo en las últimas semanas. Es cierto que hay bajas, pero también muchos futbolistas que están lejos de su mejor versión. La famosa armonía del vestuario ya no suena tan acompasada. Éstas son las peores señales posibles en el inicio de la segunda vuelta. A la espera de ver las gestiones de Nico Rodríguez, no queda otra que ganar a la Real. No importa cómo. El equipo necesita una victoria. La necesita la moral de la tropa.