La inercia es una de las fuerzas físicas que más influyen en el fútbol. Otros lo llaman chispa, racha o, simplemente, momento. La inercia del Sporting es la de un equipo con la vena hinchada, pura rabia, pura estampida cuando Jony arranca la moto (ayer cogió la de agua) por la banda izquierda. Ayer, justamente ayer, inventó una nueva versión: la asistencia sin balón. Las crónicas hablarán del error mayúsculo de Quini, que sintió pánico ante los pasos que oía a su espalda. Aunque Jony no llegó a tocar un balón que venía de Cuéllar y llegó a Guerrero, la estadística debería reconocerle un pase de gol más. Sólo sería uno de tantos, pero habría patentado la asistencia sin balón. El mérito, sin duda, estuvo en la presión. En la inercia de un equipo que encadena cuatro jornadas puntuando. No hay mejor camino hacia la permanencia.

Pero la inercia es una fuerza traidora y zalamera, que se va con cualquiera que le ponga ojitos. No lo hizo el Rayo, que jugó mucho menos de lo habitual y se limitó a aprovechar los regalos devueltos por el Sporting. El galán de la historia fue Jozabed un jugador que ha tenido un crecimiento espectacular desde los tiempos en que se midió al Sporting con la camiseta del Jaén. Sombrerazo al ojo clínico de Felipe Miñambres, un director deportivo que sí construye equipos desde la nada.

[if IE 9]><link rel="stylesheet" type="text/css" href="http://widget.cloud.opta.net/2.0/css/ie9.widgets.opta.css" media="screen"/><![endif][if IE 8]><link rel="stylesheet" type="text/css" href="http://widget.cloud.opta.net/2.0/css/ie8.widgets.opta.css" media="screen"/><![endif][if IE 7]><link rel="stylesheet" type="text/css" href="http://widget.cloud.opta.net/2.0/css/ie7.widgets.opta.css" media="screen"/><![endif]

La ausencia de Sanabria provocó un pánico a una oleada de sequía que se cortó por lo sano a los cinco minutos. Ndi salió en el equipo titular, pero no resistió el ritmo de un partido frenético en unas condiciones poco frecuentes en Camerún. Al Sporting se le cerró una puerta y se le abrió un ventanal. Después de tres partido viendo el fútbol pasar, Halilovic saltó al césped dispuesto a demostrar que los buenos futbolistas deben estar en el campo. Marcó un gol de una dificultad importante, en una jugada que había acelerado él mismo. Buscó luego la pausa que no encontraba el equipo, descolgándose a la altura de los pivotes y dejó detalles a valorar.

Tras el partido de ayer, Abelardo debe comenzar ya a plantearse algún movimiento de piezas en el equipo titular. No todo el mundo es capaz de vivir en el frenesí en el que juega el Sporting, un equipo emocional, que vive el fútbol a latidos. Su corazón está en la grada. Varias veces se giró Paco Jémez para admirar el hermoso espectáculo de un campo que sostiene a un puñado de guajes. El técnico parecía añorar la posibilidad de sentir algún día ese viento a favor.

Paco Jémez, que tantas veces ha demostrado su arte desde el banquillo, quiso ayer rizar el rizo en El Molinón y abrió un boquete en la retaguardia de su equipo. En el afán de buscar un sustituto a Ze Castro escogió usar a un lateral como central. Y agrandó la herida, situando a Llorente, un central de alta escuela, como discreto centrocampista. El chico sufrió más aún por la querencia de Trashorras de dar un paso atrás, de incrustarse entre los centrales para dirigir el tráfico de salida. Llorente acabó a menudo por delante del gallego, obligado a recibir de espaldas. Y cuando el Sporting apretó, como había anunciado el propio Jémez, al Rayo se le saltaron las costuras.

El técnico tuvo el decoro de esperar al descanso. Metió a Iturra y quitó a Quini, y todos sus futbolistas volvieron a su posición natural. Fue un mal día para Quini. No es fácil salir a El Molinón con un nombre que pesa tanto. Hay que entenderlo.

[if IE 9]><link rel="stylesheet" type="text/css" href="http://widget.cloud.opta.net/2.0/css/ie9.widgets.opta.css" media="screen"/><![endif][if IE 8]><link rel="stylesheet" type="text/css" href="http://widget.cloud.opta.net/2.0/css/ie8.widgets.opta.css" media="screen"/><![endif][if IE 7]><link rel="stylesheet" type="text/css" href="http://widget.cloud.opta.net/2.0/css/ie7.widgets.opta.css" media="screen"/><![endif]

Por extraño que parezca, los dos equipos salen del encuentro con la sensación de haber perdido dos puntos. El Sporting, con un gol al filo del descanso, tenía el escenario controlado y ya comenzaba a pensar en el golaverage. Hasta que en una jugada intrascendente, los guajes se dispararon en el pie. El Rayo daba por bueno el empate, salvo Embarba y Jozabed. Y casi sin buscarlo, mandó dos balones al palo.

A ver quién convence a Paco de que el Sporting pudo ganar el encuentro durante casi una hora. El Rayo sufría para acomodarse sobre el césped y las piernas le temblaban con cada disputa. Los rojiblancos iban muchas revoluciones más rápidos y buscaban con decisión la portería rival. El partido pudo quedar resuelto en el minuto 55. Con 2-1 a favor, Rachid hilvanó una de esas jugadas inverosímiles que guarda en la mochila y metió un balón al área para Guerrero. El toledano se deshizo de su marcador en una maniobra magnífica. Pero el defensa se rehízo lo justo para incomodarle. Con el central a sus lomos, Guerrero estampó el balón en el hombro de Juan Carlos. Fue justo antes de la tragedia.

Si no han visto la jugada y tienen buena memoria, a Cuéllar ya le marcaron este gol en Ipurúa hace dos temporadas. En una de esas carajas matinales que los rojiblancos arrastraban en aquellos tiempos. Quini metió un balón al bulto. La clásica pelota que sobrevuela el área en busca del mejor postor. Un balón de tantos para un portero del nivel de Cuéllar. Por lo que sea, el extremeño midió mal y la pelota cayó a su espalda. Vranjes dio por resuelta la jugada, mientras que Jozabed esperó el fallo, porque hasta el mejor escribano echa un borrón. Ante el borrón de Cuéllar, sólo tuvo que empujar a la red.

Halilovic, que tiene mentalidad de equipo grande, quiso cerrar la herida cuanto antes, para no perder mucha sangre. Intentó una acción individual casi desesperada que se fue fuera. Poco después, filtró el pase del partido a Isma López. El navarro en el área pequeña, podía haber cruzado el balón, pero decidió buscar un compañero. Lo hizo con el peor de los pases posibles. A media altura, sin dirección y muy fuerte.

El Rayo se dormía en cada cambio, en una lucha contra el reloj, porque un punto en El Molinón nunca es un mal resultado. Quedaba, cualquiera que haya estado en este campo lo sabe, el arreón final, que esta vez se adelantó. Faltaba un cuarto de hora cuando la grada bramó con furia y el Sporting quemó sus naves. Pudo pagarlo caro. El Rayo ganó yardas a base de balones profundos (si los da Trashorras, nunca son pelotazos) y acciones de estrategia. Embarba y Llorente tocaron madera, pero no les trajo tanta suerte como al Sporting. Ambos equipos siguen de lleno en la pelea, pero merecen alcanzar el objetivo. Son dos modestos que alegran la Liga. Dos equipos honrados del fútbol de siempre.