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El Molinón se alía con el Pitu

La afición pasa de la bronca al colectivo arbitral a la decepción por el resultado en un partido en el que el sancionado Abelardo dio instrucciones por un walkie

A la izquierda, paraguas y chubasqueros en la grada; a la derecha, los futbolistas durante el minuto de silencio por Gaspar Rosety y la abuela de Mascarell. J. J.

El enfado de Abelardo en la sala de prensa del Granada tuvo su eco ayer en El Molinón. El clamor del sportinguismo contra el colectivo arbitral llegó antes del primer minuto de juego, el momento previsto por la afición para expresar su malestar por los fallos de Estrada Fernández en Los Cármenes. No había empezado a rodar el balón cuando los pañuelos blancos aparecieron en las gradas entre atronadores silbidos. La bronca, extendida poco después hacia el palco rojiblanco, con gritos de "Directiva dimisión", respaldaron las declaraciones del Pitu y evidenciaron un hartazgo alimentado por la primera infracción señalada por Del Cerro Grande. Un fuera de juego pitado a Jony que, para acabar de redondearlo todo, no fue.

No pudo estar en el banquillo, pero Abelardo recogió ante el Athletic todo el apoyo de un sportinguismo entregado a sus palabras en Los Cármenes. El técnico rojiblanco cumplió ante el Athletic el primero de los dos partidos de sanción por su expulsión en Granada y siguió el encuentro desde uno de los palcos vip del municipal gijonés, acompañado por Isidro, entrenador de porteros, y, por momentos, por su hijo, Diego. Un walkie-talkie, transmisor y receptor portátil de radio que sirve para comunicaciones de corta distancia, ejerció como herramienta para reducir distancias y hacer llegar sus indicaciones. La apatía del Sporting quizá tuvo algo que ver con la falta de su líder cerca del césped. Y es que los primeros minutos descubrieron a un equipo inseguro, con dudas y sin convicción. Sensaciones que se contagiaron a una grada que acabó apagándose a la misma velocidad que lo hacían los guajes.

Beñat estrenó el marcador y los murmullos empezaron a poblar a una grada desconcertada por la irreconocible puesta en escena del Sporting. Si el sportinguismo siempre se apoyó en que la garra de los rojiblancos, en este caso le faltó ese asidero para rugir como lo hizo en el primer minuto de juego. La muestra estuvo en el inicio de la segunda parte. Los de Abelardo metieron una marcha más y El Molinón volvió a tomar temperatura espoleado por la esperanza de una remontada que acabó en espejismo. De Marcos hizo el segundo y la derrota se asumió inducida por una monotonía únicamente interrumpida por las sustituciones y la expulsión de Laporte.

Y es que en los cambios pudo comprobarse el pesimismo que empezó a poblar en un Molinón que premió a Aduriz y se mostró dividido ante Jony. Mientras el delantero del Athletic abandonó el campo entre aplausos, para el cangués hubo división de opiniones. Y es que, más allá del resultado, el sportinguismo pareció decepcionado con la imagen de un equipo que estuvo lejos de sus principios, aquellos con los que convirtió lo imposible en algo llamado ascenso.

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