El nuevo Sporting no carbura y las aguas mansas del inicio de temporada comienzan a enbravecerse. Es cierto que la tormenta estalla por el acierto de Babel en la última acción del encuentro ante el Deportivo y que el regusto cambiaría sustancialmente si ese balón no hubiera entrado y el Sporting hubiera librado un punto en Riazor. La decepción fue mayúscula y el equipo ofreció pocos argumentos para su defensa. El fútbol, ya se sabe, es resultadista, y al nuevo Sporting le han dado la espalda los últimos marcadores, lo que acrecienta las dudas de una afición que ansía el anunciado salto de calidad. Con esa promesa se desmanteló el Sporting de los guajes. El inicio del nuevo Sporting fue prometedor, hasta que el equipo perdió el rumbo. Abelardo tiene dos semanas para encontrar grandes remedios que soluciones los males rojiblancos y preparar el duelo ante el Valencia. El equipo necesita resultados con urgencia.

Falta fútbol. En el principio de todos los problemas está la falta de fútbol. El Sporting juega poco, su propuesta es pobre y su producción escasa. Es uno de los equipos menos realizadores de la categoría, pero es que apenas si dispara a portería. Es de hecho, el que menos lo intenta. El problema se agudiza cuando se suman dos condicionantes que se han dado en algunos encuentros: la ausencia de Nacho Cases y jugar fuera de casa. Los partidos de Vigo y La Coruña han abierto una herida. Tampoco la salida a Vitoria o el segundo tiempo ante el Leganés dejaron demasiado buena impresión.

El equipo no chuta. Íntimamente relacionado con el punto anterior está la falta de pegada de los rojiblancos. En sus mejores momentos de juego, el Sporting se asoma al área rival e incluso llega por las bandas, pero esto no se traduce en ocasiones de gol. El equipo no chuta y apenas remata. Cuando lo hace, eso sí, es con eficacia.

El diseño de la plantilla. A pesar de los trece fichajes realizados este año y del mensaje que se ha lanzado desde la parcela técnica del club de que hay más fondo de armario, comienzan a surgir las dudas sobre la confección de la plantilla. El denominador común es la polivalencia de muchos jugadores que pueden ocupar dos, tres y hasta cuatro posiciones, pero la realidad es que se echan en falta especialistas. Hay futbolistas como Nacho Cases o Isma López que no parecen tener un sustituto claro. Esto provoca que haya futbolistas que terminan ocupando posiciones que no son las suyas y que, aunque puedan hacerlo en caso de urgencia, se resienten en noventa minutos. Fue el caso de Moi Gómez en Coruña, de Lora ante el Barcelona o de Lillo en Vigo.

Agonía a balón parado. El Sporting tiene un grave problema en la defensa de las acciones a balón parado. Ante un especialista como el Deportivo, que cuenta con una lanzador de la precisión de Emre Çolak y con cabeceadores como Albentosa, Sidnei, Borges o el propio Andone, la estrategia fue un peligro continuo. Para colmo, el Sporting concedió multitud de saques de esquina y de faltas laterales con lo que multiplicó la amenaza. En Balaídos sucedió algo parecido, aunque la falta de precisión de los rematadores celtiñas hizo que el problema pasara más inadvertido. La ausencia de Amorebieta agravó el mal en Riazor, como lo hizo al final en Vitoria.

Bajo rendimiento individual. No se puede generalizar, pero sí que hay varios casos que están en el imaginario colectivo, tanto de futbolistas recién llegados, como de algunos que llevan tiempo en el club. Habría que ver si son las individualidades las que arrastran al colectivo o si estos futbolistas se dejan llevar por el bajón del equipo.

Desplome final. Un rasgo que tienen en común los siete partidos disputados por el Sporting hasta el momento es que el equipo acabó todos los choques sufriendo. Incluso en las dos victorias en casa ante Athletic y Leganés, y también en el empate de Vitoria, donde Lillo evitó un gol cantado en la última acción del choque. No queda ni rastro de aquellos temidos arreones finales del Sporting de temporadas anteriores.

Pérdida de identificación. El vínculo que unía al sportinguismo con el equipo de los guajes era tan fuerte que podía con todo. La afición rojiblanca sigue volcada de forma incondicional con su Sporting, pero aún no ha alcanzado la cercanía con los futbolistas recién llegados. La cuota de representantes asturianos y de Mareo en las alineaciones ha decaído. Sergio y Jorge Meré fueron los únicos en Riazor. Decisiones como la de alejar al equipo de sus aficionados con tres entrenamientos a la semana a puerta cerrada, tampoco ayudan a establecer esos lazos. Otros entrenadores, como Sandoval pagaron un peaje elevado por decisiones así. Por más que sea cierto que lo hacen la mayoría de equipos. Desde el club se lanza un mensaje de tranquilidad, aunque es evidente que los nervios comienzan a aflorar.