La visita del Villarreal no trajo al Sporting la victoria deseada y con ella algo de alivio de cara a la pausa navideña. Todo lo contrario. La derrota ante los castellonenses fue tan rotunda -en el resultado, desde luego, pero también, y más todavía, en el juego- que lo que en realidad ha dejado es zozobra, un estado de ánimo que, dice el Diccionario, no deja sosegar el ánimo por el riesgo que se padece. En cuanto a zozobrar, en una villa marinera todo el mundo sabe lo que significa, que es, dicho llanamente, irse a pique. Ante tan negro panorama, si algún asidero les queda a los rojiblancos es el de que, a lo largo de la mucha Liga que aún queda, pocos adversarios van a encontrar con la seriedad y el empaque del Villarreal, uno de los mejores equipos que han pasado esta temporada por El Molinón. Desde luego, el que mayor superioridad demostró sobre el Sporting.

Un gran rival

El Villarreal llegaba a Gijón con media docena de bajas importantes. Tras ver jugar ayer al equipo amarillo, uno se pregunta a quiénes pueden desplazar en un once como el que alineó ayer Fran Escribá. Porque en el Villarreal todo funcionó a un nivel muy alto, en lo colectivo y en lo individual, en el aspecto defensivo y en el ofensivo. Si la defensa acreditó por qué es la menos goleada de Primera, el ataque, que creó hasta doce ocasiones claras de gol, resultó aún más admirable. Como conjunto, el Villarreal se mostró fuerte en todos los aspectos, ya fuera el táctico o el físico. Y uno por uno sus jugadores mostraron un gran nivel. Si, por ejemplo, Trigueros, Bruno o Soriano sobresalieron, lo de Pato fue estratosférico. En cada momento del partido los jugadores del Villarreal estuvieron en condiciones de aportar soluciones individuales o colectivas, según requiriera la ocasión.

Un equipo en crisis

Ante un contrario tan cualificado, el Sporting se desdibujó por completo. El 0-1, que llegó en el minuto 11 tras una pérdida de balón en zona sensible -un error que vienen repitiendo los rojiblancos partido tras partido-, acabó prematuramente con su confianza. Y el segundo gol, con similar origen, le acabó de descentrar. Si acumulaba efectivos en defensa, un solo jugador del Villarreal, casi siempre Pato, se bastaba para dejarla en evidencia. Y en la zona de creación de juego no encontraba nunca líneas de pase. El cinco-cuatro-uno que tantas esperanzas había despertado chirriaba tanto que Abelardo no esperó siquiera al descanso para finiquitarlo. Con un cuatro-cuatro-dos como esquema y Cases en vez de Rachid, que había sido una de las más visibles víctimas del fracaso de su equipo, el juego del Sporting tuvo más fluidez, pero no mayor profundidad. Y, desde luego, no mayor fortuna. No completaba nada. A un acierto le seguía un error que lo anulaba. Y eso terminaba de minar su moral.

Y sin suerte

Una jugada como la del minuto 34 puede resumir esa sensación de fatalidad. Con la defensa del Sporting adelantada, un pase largo de Trigueros puso en la mitad del campo rojiblanco un balón hacia el que corrieron frente a frente Sansone y Cuéllar. El alemán llegó primero y superó al portero local con un dribling en largo que presagiaba un gol seguro. Pero Meré persiguió al atacante, lo alcanzó en el área y, tirándose al suelo, le arrebató limpiamente el balón. Luego salió con él hacia delante, superando contrarios. Era la típica jugada destinada a levantar la moral de un equipo y enardecer el graderío. Pero se convirtió en lo contrario porque no terminó bien, ya que a Meré, que normalmente hace estas salidas con gran seguridad, se le fue un poco el balón, lo suficiente para que Pato se lo arrebatase y se metiera como un rayo en el área del Sporting para disparar a puerta con la peor intención. Y aunque no fue gol, por poco, el clamor se convirtió en reproche.

Y sin remate

En el arranque del segundo tiempo el Sporting buscó una remontada improbable. Con más peso en el centro del campo, por la mayor ayuda de Moi Gómez, subió muchas veces el balón, de lo que dan constancia los siete saques de esquina que ejecutó. Mas sólo logró rematar dos, ambos sin peligro. Isma López subió varias veces por su banda, pero o centró mal o no encontró rematador, lo que es bastante natural, porque este Sporting no los tiene. Asenjo sólo se vio a prueba en tres ocasiones. Una, para desviar un tiro de Moi Gómez que iba a la escuadra. Otra, para atajar un tiro cruzado de Cop. Y, en fin, para salir, con acierto, a cerrarle huecos a Burgui, en la única vez en que logró escaparse este jugador, con el que El Molinón se pasa de crítico, cuando es de los que más cualidades apuntan.

Y con portero

Asenjo se enfadó mucho cuando le superó por arriba el remate involuntario de Carmona en el minuto 89, porque dejaba un mota en su blasón de portero menos goleado. Dos minutos después en la portería de enfrente Cuéllar evitaba ante Santos Borré un gol que parecía seguro. Era su quinta gran intervención a lo largo de un partido en el que pudo convertirse, de largo, en el portero más batido de su categoría. Con los tres goles recibidos ayer, en los que no tuvo culpa, no está, sin embargo, lejos de ese éxito al revés, que no sería suyo, claro, sino de todo el equipo.