El Sporting resumió ayer lo que ha sido su temporada condensada en noventa minutos. Un inicio ilusionante, con un primer tiempo en el que superó en todo al Athletic de Bilbao, para derrumbarse en una segunda mitad en la que no pudo padecer más infortunios y sólo el acierto de Cuéllar evitó una goleada mayor. El Sporting anterior al descanso es un equipo que permite la esperanza, que se plantó firme en San Mamés y llegó a asustar a los fieles de la catedral. El otro Sporting, el de siempre, el que acusa los golpes y busca cobijo bajo el ala protectora de su portero, invita al pesimismo. La realidad es que el equipo se pegó un tiro en el pie y cedió la derrota por una pérdida evitable, por un penalti absurdo y por algunas decisiones erradas de su entrenador.

Cayó el Sporting de forma cruel, cuando más convencido parecía de lograr su primer triunfo a domicilio. Como si la posibilidad de ganar en San Mamés le produjese vértigo, el equipo cayó a plomo. La tarde comenzó a torcerse con la lesión de Babin. Rubi tomó ayer algunas decisiones trascendentes que quizá menguaron al equipo. De entrada situó a Viguera en la posición de enganche y sacrificó a Sergio. Luego, con la lesión del central francés, se esperaba la entrada de Lora para que Lillo jugase por el centro junto a Amorebieta. Rubi decidió retrasar a Xavi Torres, que había despachado un buen encuentro hasta entonces. Resistió el Sporting hasta el descanso, pero una pérdida evitable de Sergio en una segunda jugada, facilitó una certera contra al Athletic. Tras el empate, el Sporting se vino abajo. Y con él, la ilusión que había generado.

El empate bilbaíno mina la frágil moral de los rojiblancos

El Sporting parecía haberle cogido el pulso a la Liga, de tal suerte que Duje Cop no necesitó controlar sus latidos para transformar con eficacia el penalti que él mismo había provocado tras ser atropellado por Bóveda. En un escenario grande como una catedral, el Sporting de Rubi firmó su mejor primer tiempo a domicilio de la temporada. Tuvo más y mejores ocasiones que un poderoso Athletic, que amenazó a Cuéllar en cada balón colgado, pero que no le exigió intervenciones de alcance antes del descanso. El Sporting presionó alto, situó su defensa cerca del centro del campo y se asomó con descaro al área local.

El equipo ofreció unos síntomas evidentes de mejoría. Y no se trata sólo del juego colectivo. Hay futbolistas que están varios peldaños por encima de lo que demostraron semanas atrás. El Sporting inicial recordó al que causó tan buena impresión en el inicio liguero. Aquel de los siete puntos en tres partidos.

Valverde tomó al descanso una decisión de las que cimentan victorias. Dio campo a Williams y lo emparejó con Canella, al que martirizó una carrera tras otra. Creció también Muniain, sin duda el hombre del partido. Mientras Aduriz y Raúl García se enganchaban en pequeñas batallas de desgaste.

El Sporting, ya con Sergio a los mandos, quiso seguir donde lo había dejado. El avilesino perdió un balón con el equipo desordenado tras una estrategia ofensiva. Los leones volaron y lanzaron un feroz ataque con la precisión del depredador. El empate pesó demasiado a los rojiblancos, que se encogieron en su área y no sació la voracidad de un Athletic que asedió la portería de Cuéllar. El extremeño abortó dos remates a quemarropa del goleador Aduriz. Cuando parecía que amainaba la tormenta, Moi Gómez le entró por detrás a Muniain sin ninguna opción de llegar al balón. Una acción evitable que permitió, esta vez sí, a Aduriz superar a Cuéllar en el duelo desigual que marca el punto de penalti.

Ahí se acabó el partido, que ya se centró en las peleas de Aduriz y Raúl García. El Sporting no dio ningún síntoma de ir a reaccionar y recordó al equipo plano y gris de los últimos meses.

A los rojiblancos se les fue la posibilidad de acercarse al Leganés y ahora fían su suerte a lo que suceda en los dos próximos partidos, ante Alavés y pepineros. La Liga del Sporting se define en dos partidos. Necesita los seis puntos para seguir peleando.