Ya sé que mi mejor vestido es mi piel

Saldré por la noche y hoy me lo pondré

Si nunca quise ganar cómo voy a perder

A veces alejarse te acerca también".

Si existe un ejemplo cercano de hacer posible lo imposible, de marcar un hito en la historia y de dar por cerrada la boca de los ateos es el Barça. Los de Luis Enrique ejercieron de maestros dando una lección de fe, una que ha de servir e iluminar a alumnos menos aventajados. Ojalá, en mayo, el Sporting de Gijón pase a ser de nuevo un maestro de la fe y de los milagros, aunque el comandante ya no sea nuestro paisano.

'Corazón valiente', o Braveheart para los más fieles a la denominación de origen, debe ser la película que el Sporting se aprenda de pe a pa. Y su discurso, su nuevo credo. No es fácil que alguien asuma el papel de William Wallace a estas alturas, pero no cabe duda de que hay uno que ya ha dado un paso al frente: Sergio Álvarez, con su renovación hasta 2021, ha demostrado ser capaz de liderar a un ejército de gladiadores -unos con más fe que otros y unos con más experiencia en batallas rojiblancos que otros-.

Podrán morir en el intento, de hecho es lo más probable, pero también pueden vencer. Si hay que morir que sea luchando cara a cara con el enemigo externo (aunque haya otros tantos enemigos internos que también hay que vencer). Siendo sinceros, a la lucha realmente irán los creyentes, los que se enfunden la zamarra del milagro, los que sienten cómo el Sporting es el que bombea la sangre rojiblanca en su corazón. Y estos serán acompañados por fieles escuderos que intentarán dejar a su ejército provisional en buen lugar, aunque solo sea por compromiso con uno mismo.

Ojalá consigan que la rabia contenida se convierta en victoria. Que venzan a la tiranía que se empeña en que el Sporting de Los Guajes y su espíritu caiga en el olvido. Que demuestren que la fe es la asignatura troncal y obligatoria más importante de Primero de Mareo. Que se partan la camisa como Camarón para defender el honor de su hogar. Juntos y a la batalla, así es como debe entender este ejército de paisanos lo que queda de temporada. No será fácil, la muerte acecha y la derrota y por ende el descenso les miran con deseo, como un lodo de arenas movedizas intentando atrapar a una víctima débil. Que no sean débiles, que al menos se lo pongan difícil. Porque si hay que morir, mejor que sea matando.

Estos gladiadores deben recordar que la munición para la guerra en la que se ha convertido cada partido es indispensable: intensidad, ganas, fe, alma y fútbol. Que intenten convertirse en sastres de sonrisas y en protagonistas de lágrimas alegres dibujando en el horizonte otro acto épico más para la historia del fútbol. Porque no hay victoria más sabrosa que la que se consigue cuando todos te dan por derrotado, incluso por muerto.

¡Resuciten! Convénzanse de que, desde hoy, ha iniciado la Primavera Gijonesa, una guerra en la que solo con acudir a la batalla no vale, sino presentarse, dar el do de pecho y morir en el intento o vibrar con la victoria. Pero vayan. Vayan y vuelvan con la salvación debajo del brazo. Recuerden que una ciudad les espera para alzarles al cielo.