"Estaba claro que no podíamos ser agua

Que lo que sientes no puede verse desde aquí

Unas palabras de aquella forma interpretada

No tienen vida, no, ni tienen donde ir

Donde ir, lo has olvidado

La vida crece entre los matices

Se esconde siempre lo que no dices

Para hacerse de rogar

Un día claro, y aquellas cosas que no viviste

Vienen hoy para decirte que la fiesta empiece ya".

Maldita Nerea.

Estaba claro que no podíamos ser agua. Una en la que flotar sin correr peligro. Quizá porque ´donde hay patrón, no manda marinero´. Y el timón que corre a cargo del patrón está tomado por una inexistente aptitud que permita llevar una navegación óptima, sin continuas amenazas de hundimientos, de acuerdo al nivel e historia del navío. Los marineros, tanto los veteranos como los recién llegados, tendrán que nadar para salvarse y atar el ancla para no perderlo, incluso a sabiendas de que el mar quizá ya esté seco a su llegada, programada el 15 de mayo.

Dicen que ´a barco desesperado, Dios le encuentra puerto´. A pesar de que en un principio el rezo se desechó, hoy ya se ha convertido de nuevo en hábito, en ese recurso que hasta el más ateo recurre buscando amparo. El sabio rincón de inspiración dice también que ´a clavo ardiendo se agarra el que se está hundiendo´. Un clavo avalado por los números: aun están en juego 24 puntos. Y pese a que el ardor invita a soltarlo, los marineros siguen siendo capaces de bregar y sacrificarse por llegar a la Primera orilla. Y aunque ´a bordo no hay más cuerda que el reloj´, este aun se mantiene con pila. Que el mar, con sus hechos, diga quiénes somos, pero que por falta de remo no sea.

La tempestad declarada oficial ante el Málaga reveló temor y asombro en el rostro de los marineros. El temor que genera la posibilidad real de hundimiento y el asombro que provoca que, aun dando todo de ti, o al menos intentándolo, la piedad del mar es inexistente. Y es que a menudo se nos olvida que el mar es bravo, que no teme, porque nunca pierde. Solo pierden los que se atreven a mirarle cara a cara sin el pleno convencimiento de que saldrán victoriosos, porque en la duda, te devora, te mata y hace que, realmente, te olviden. Es lícito, porque es en esa bravura y en esa tempestad cuando uno se curte, no hay que olvidar que "un mar en calma nunca hizo un marinero experto", aunque la tempestad pueda llegar a agotar, incluso a hacerte pensar que es una lucha perdida.

En el manejo de las olas y del tempo para domarlas está la respuesta. Y estos marineros saben cómo hacerlo y que el tiempo aun les da cuerda. Solo es cuestión de salir a navegar creyendo que el barco se puede enderezar y llegar a esa Primera orilla que goza de grandes puertos, sin tener que desviarte a la Segunda, que, en cierta manera, condena.

En el horizonte: la tercera medalla en tres años para algunos, la primera para otros. Además de la satisfacción de haber salido vencedor en un duelo en el que solo puede quedar uno.