La esperanza fue lo primero que perdió el Sporting en Anoeta. Bastó muy poco para confirmar lo que ya se sabía: que hay un abismo entre la Real y los rojiblancos; que la alineación de Rubi, descubriendo futbolistas en un día clave, era un error de bulto y que la plantilla confeccionada por Nico Rodríguez es un absoluto desastre, que no tiene profundidad ni variedad. Todo ello se vio en tres minutos aciagos que recordaron aquella tarde nefasta que le costó el puesto a Manolo Preciado en este mismo campo y que abocó también al equipo a un descenso anunciado.

Como la casa de paja del cuento, el Sporting se desarmó en cuanto el lobo dio un soplido. Bastó un balón profundo de Íñigo Martínez al desmarque de Xabi Prieto para desnudar los recursos de Elderson, gran sorpresa en la alineación. El nigeriano amortiguó el balón con la cabeza y lo puso a los pies del capitán donostiarra. Casi nada. Xabi Prieto oteó el horizonte y descubrió a William José solo en el segundo palo. Cabezazo picado, inapelable, que Cuéllar rechazó dentro de la portería y González González tardó unos segundos en validar. El Sporting volvió a quedarse en el taco de salida.

El Sporting trasladó al lunes santo su particular vía crucis, aunque el camino al calvario comenzó el verano pasado, con el diseño de un proyecto abocado al fracaso. La factura de las responsabilidades será larga y está pendiente de pago. Se anuncia una semana de pasión en las oficinas de Mareo, a la espera de que el Real Madrid comparezca en El Molinón para jugarse la liga.

La permanencia más barata de los últimos tiempo ha brindado a los rojiblancos infinidad de oportunidades de seguir en Primera División. El equipo, la plantilla, el club, las han dilapidado todas. Y aún hay en la planta noble quien tiene dudas sobre la conveniencia de iniciar desde ya un nuevo proyecto con otro máximo responsable deportivo a la cabeza. Quizá el incrédulo necesite, como Santo Tomás, meter el dedo en la herida.

Un factor determinante en la derrota de anoche fue la alineación inicial del Sporting. No es fácil a veces entender a los entrenadores. Rubi escogió el día clave para ponerse creativo con seis cambios en la alineación, muchos más de los necesarios. Señaló a Carmona y Canella por la derrota de Málaga, fue injusto con Babin y mantuvo el trivote que le había funcionado en el Sánchez Pizjuán. Es curiosa la vara de medir del técnico, que no les pasa una a algunos futbolistas mientras se muestra inusualmente comprensivo con otros que lo merecen mucho menos.

Lo peor no es la derrota, ni siquiera la oportunidad perdida (hasta es posible que la Liga brinde otro chance), lo realmente grave es el desánimo, la sensación de desamparo que le queda a una afición que había vuelto a ilusionarse tras dos años milagrosos, gracias en parte a una sanción de la Liga que impidió al equipo fichar. Dieciséis incorporaciones después, queda patente que el Sporting naufraga en el mercado de fichajes. Lo hizo en verano y lo agravó en enero, con la anuencia de un consejo de administración que consintió todos los caprichos sin exigir responsabilidades, ni en la caseta, ni en los despachos.

En plena Semana Santa, hace falta un riguroso ejercicio de fe irracional para confiar mínimamente en la salvación de este equipo, que ha fallado siempre que ha tenido la ocasión de ganarse la esperanza. Queden o no más opciones de permanencia, este proyecto está agotado y urge buscar un arquitecto nuevo.