Cuando parecía desahuciado, cuando nadie daba un duro por su suerte, el Sporting mostró su grandeza y sacudió la liga con un golpe de revés y un globo profundo que retumbaron en Butarque y en el Nou Camp. Ante un Madrid con más pavones que Zidanes, en el que sólo Isco guardó la memoria del jugador que fue su entrenador, el Sporting discutió los puntos con el garbo que le faltó en los partidos decisivos. Cuando la vida se jugaba entre iguales y no hacía falta armarse con una honda para tumbar a Goliat, al Sporting le condenó su falta de entusiasmo. La visita del líder fue más estímulo que la posibilidad de seguir en Primera. Los de Rubi mostraron su cara buena, se adelantaron por dos veces, comprometieron al Real Madrid y, sólo en el último minuto, sucumbieron al talento incontrolable de Isco.

El malagueño pudo decidir ayer dos ligas. Los puntos de El Molinón, donde siempre sufre el Real Madrid, acercan a los blancos al trono final. La prueba de su calvario en Gijón son los fastos de las celebraciones, con la foto en el vestuario que acompaña a las grandes celebraciones. La derrota del Sporting, junto a la orilla de siempre, aboca a los rojiblancos a un futuro comprometido, lejos de los oropeles de la Primera División. Si se consuma el descenso, no será por el gol de Isco en el límite del tiempo. El camino se torció cuando el Deportivo y el Málaga se llevaron sendas victorias a las que apenas opositaron. Fue entonces cuando se echó en falta la intensidad que ayer lució el equipo.

Zidane abandona Asturias con el susto metido en el cuerpo. El resultado sonríe al técnico francés que ayer sumó, a las ausencias ya conocidas en la convocatoria, las suplencias de Kroos, Modric y Marcelo, para completar una alineación de Serie B en la que sólo los centrales, Sergio Ramos y Nacho (no había otros disponibles) lucían la vitola de titulares frecuentes. El flotador al que se agarró el líder fue el talento de Isco, un futbolista diferente a todos, que apareció en los momentos decisivos para mantener al Real Madrid en la cima clasificatoria. El malagueño neutralizó de inmediato la primera ventaja rojiblanca con una maniobra a la altura de su prestigio y decidió el encuentro con un disparo tan eficaz como hermoso.

El Sporting consiguió ayer lo que más le ha costado siempre. Se adelantó por dos veces, pero gestionó mal las ventajas. Rubi volvió a dormirse a la hora de hacer unos cambios que aportasen las piernas que ya le faltaban a su equipo y que rebajasen el nivel de presión visitante. Una semana más, el Sporting se agarra a las buenas sensaciones, al orgullo y a los méritos. El problema es que todo eso no da puntos. Quizá sea tarde para la épica, pero las opciones de permanencia pasan por jugar siempre como si en frente estuviera el Real Madrid. Sólo así, el Sporting compite.

Rubi sorprendió con su planteamiento inicial. Por primera vez, el catalán apeló al dibujo que mejores resultados le había dado a Abelardo. El Sporting salió con una defensa de cinco, en la que Jorge Meré asumió el perfil de central izquierdo, y con el renacido Isma López como carrilero. El técnico recuperó a Moi Gómez y Cop, como principales argumentos ofensivos, aunque el futbolista del partido fue Mikel Vesga, que ayer confirmó el salto de calidad que ha dado desde su llegada a Gijón.

En la otra trinchera, Zidane fue fiel a su 4-3-3, aunque el Madrid se resintió del cambio de nombres. Coentrao, Kovacic, James o Asensio desaprovecharon su enésima oportunidad de rebelarse. El sol que iluminó a los blancos fue Isco y en torno a él gravitaron Lucas Vázquez y Morata como escuderos de primer orden.

El Sporting no necesitó demasiados argumentos para hacer aflorar las carencias defensivas del Real Madrid. Siempre a la espalda de Danilo, encontraron los rojiblancos el manantial. Primero en un centro de Moi Gómez que cabeceó sin precisión Cop. Y luego, al fin, en una contra al ralentí resuelta por la inspiración de Vesga con un pase picado al que el croata le hizo los honores.

Isco devolvió el golpe de inmediato y el Real Madrid apretó hasta el descanso. A la vuelta de camerinos, Nacho pudo poner en ventaja a los blancos en una acción de estrategia, pero Cuéllar rechazó con la pierna su cabezazo a quemarropa. El Sporting resistía sin grandes agobios y hasta se asomaba con desparpajo al área de Casilla. Fue a balón parado como los rojiblancos cobraron ventaja de nuevo, en una remate parabólico de Vesga.

Zidane llamó a filas a Marcelo y la banda izquierda del Madrid se convirtió en la gran amenaza blanca junto a las constantes apariciones de Isco. El empate cogió al Sporting a pie cambiado. Un centro bien tocado de Danilo permitió a Morata volar sobre Babin y marcar con un cabezazo picado a contrapié.

El empate empezó a parecer un buen botín a la parroquia local, mientras que el Madrid ponía cerco a la portería de Cuéllar. Fue más una carga por aplastamiento que una ofensiva con fuego real. El Sporting no salía de su defensa, pero las ocasiones blancas eran más abundantes que diáfanas.

El carrusel de cambios acercó el partido al pitido final, pero un escalofrío recorría el estadio más antiguo del fútbol español cada vez que Sergio Ramos ponía un pie en el área de Cuéllar. La puñalada en el costado llegó de la forma más cruel. Vesga y Carmona, los dos mejores peloteros del equipo, perdieron un balón inocente cuando salían a la contra totalmente exhaustos, mientras Rubi tenía un cambio por hacer. El Madrid gestionó el asunto con la máxima eficiencia, Marcelo llevó la pelota al pie de Isco y éste la facturó con destino a la cepa del poste.

El Sporting se quedó de nuevo a unos segundos de la orilla de siempre, lamentado lo que pudo ser y no fue. El empate no le hubiera sacado de pobre, pero es indudable que habría insuflado una inyección de moral en la tropa. La derrota deja al equipo haciendo equilibrios al borde del abismo. Las matemáticas dicen que aún se puede, pero la lógica señala otro camino. Es una lástima que no se vea este Sporting todos los domingos.