"Nadie te enseña a ser fuerte pero te obliganNunca nadie quiso un débil para confiarNadie te enseña los pasos en un mundo quete obliga cada día a levantarte y caminar.Donde fuiste tan feliz siempre regresarás,aunque confundas dolor con la felicidad".

Beret

El día que uno pierde el miedo a perder, gana. Y no me refiero a un momento concreto, que también, sino a algo más grande. Ese sentimiento se convierte en una luz tan potente que es capaz de iluminar ciudades enteras que habían caído en la sombra. Ante el Real Madrid, el Sporting perdió ese miedo y fue hacia la luz no precisamente para morir, sino para vencer. Dicen que una sola derrota puede enseñarte más que muchas victorias juntas. Y amén. El equipo ha aprendido más el pasado sábado que en la victoria en Leganés. Y, de nuevo en sábado, han de elevarse hacia la luz para iluminar Gijón y condenar Pamplona.

Convertir el llanto de jornadas atrás en agua bendita, porque se habrá (casi) conseguido otro milagro es el primer mandamiento de este fin de semana. Abrazar los errores pasados para que sean aciertos en el presente. Hacer de esa debilidad que se instaló como compañera de viaje esta temporada, pura fortaleza. Y encontrar en nuestra imperfección la manera de tornar garabatos en arte. Si algo anhelábamos en este grupo era la unión que había existido años atrás, pero hoy se puede decir que la tempestad les puso cara a cara con un solo objetivo: salvarse. Se aceptaron, se quisieron y entendieron que la ley de la atracción juntos, funciona mejor.

Ojalá sean capaces, como entona Beret, de "mirar a la soga y decirle sigo", porque cuando estaban condenados a muerte, la luz deshilachó la cuerda; aunque ellos si quieren tienen cuerda para rato para ponérsela a otro al cuello. No es nada personal: es instinto de supervivencia. Solo puede quedar el más fuerte.

El equilibrio propio está en que el sentimiento lo pongan ´los de casa´ y las ganas de llegar al cielo por tercera vez ´los nuevos´. Que encuentren en la crítica ajena la fuerza más grande para alcanzar su propia meta. Porque no hay nada mejor que medirte el pulso de nuevo tras el fracaso, cuando ya habían decretado tu muerte, y darte cuenta de que el corazón sigue latiendo, ahora con más ganas que nunca. Y que sigan siendo esa unidad, porque uno más uno puede ser veintiséis, quién se lo iba a decir.

La receta para la permanencia no es como la de la Coca-Cola. Se conoce bien. Y es tan simple como "unidos jamás serán vencidos". Claro, conciso y coherente. Vamos, que mañana hay que ganar.