Al menos le puso pasión. Un Sporting con una amplia representación de Mareo mostró su lado comprometido, pero desnudó la evidencia de que le falta fútbol y contundencia en las áreas. A base de tirones, el Sporting, que completó un primer tiempo estimable, generó un puñado de buenas ocasiones que se fueron al limbo futbolístico, que debe situarse a medio camino entre la liga de la estrellas y el infierno de la Segunda División. En la otra portería hizo falta muy poco. Bastó con una salida a la contra del Espanyol, de costa a costa, desde Diego López hasta Gerard Moreno, para condenar a los rojiblancos a un sufrimiento agónico y a encomendarse a la virgen del Pino, patrona de Las Palmas de Gran Canaria, para que le conceda un pequeño milagro en Butarque. O quizá no tan pequeño.

Dejó dicho Rubi en la previa del encuentro que prefería empatar y que pierda el Leganés, antes que ganar los dos. El Sporting ya ha movido ficha. Es cierto que los rojiblancos buscaron la victoria más allá de los límites de la lógica futbolística y de su propia capacidad física, pero un Espanyol bien plantado pareció controlar los tiempos. Hasta el arreón final, que ayer retumbó con la fuerza de los buenos tiempos, pero que no sirvió para doblegar la mano firme de Diego López.

Rubi cumplió su palabra de hacer pocos cambios, pero se reservó un toque de sorpresa. Escogió a Nacho Cases, desterrado a la grada tres días antes, para el centro del campo, sacrificó a Carmona y apostó por un Víctor Rodríguez que, ayer sí, respondió a la confianza de su entrenador con una actuación notable.

Nacho Cases y Sergio volvieron a formar un centro del campo de alto componente emocional. Ellos dos, junto a Canella y Jorge Meré, elevaron a cuatro el abanico de los guajes sobre el césped. Lo agradeció el equipo y lo celebró la grada, que reconoció en el Sporting muchos de los rasgos de su pasado reciente. Mientras tuvo fuerza, el equipo apretó, jugó y llegó con soltura a la portería de Diego López. Un Sporting de raza alcanzó el descanso con ventaja y buenas sensaciones, aunque había algo en el ambiente, gris, brumoso y húmedo, que olía a amenaza.

Cuando Quique Flores invocó a Leo Baptistao, se anunciaron problemas. El brasileño cumplió las expectativas y fue el máximo responsable del empate perico. El gol de Gerard Moreno, como el de Isco, como el Babel, como el de Mosquera, como el de Sandro, como los dos de Aspas (uno en cada vuelta) y como tantos otros que aún escuecen, deja al Sporting al borde del abismo.

Como toda película de suspense, parece que no se conocerá el desenlace hasta la escena postrera. Ya sea un final feliz o dramático, alguien tiene que rendir cuentas por lo evidente: la desastrosa planificación de esta temporada.