El Sporting ganó al fin un partido, pero ha tardado tanto en hacerlo que no sabemos todavía si ese triunfo se puede considerar decisivo, ya que ese calificativo habrán de ponerlo otros, pues el equipo asturiano está muy lejos de depender de sí mismo para evitar el descenso. Ante un rival que exhibió más calidad que peligro, por una vez hizo lo imprescindible. Algo así como arrimar su bola para que la carambola salvadora todavía sea posible. Pero hay otros que tienen también el taco en la mano.

Un rival a tono

A la vista de los datos, el partido enfrentaba a un equipo muy malo en su campo con otro que no lo ha sido menos en el contrario. Lo previsible era que esas limitaciones se equilibraran. Y faltó poco para que el marcador respaldara esa previsión. No puede decirse que la Unión Deportiva Las Palmas, que ya tiene hechos sus deberes de cara a la permanencia, entregara el partido. Todo lo contrario: pareció hacer lo más que pudo. Como equipo, lleva el sello de Quique Setién: una buena circulación del balón, potenciada por el talento de jugadores como Roque Mesa o Jonathan Viera. Pero le falta profundidad. Tal vez se la añadan los ayer ausentes. Como lo eran por sanción, hay que asumirlo como un avatar de la competición. Las Palmas dio en bastantes momentos la sensación de ser mejor equipo que el Sporting, pero no supo traducirlo en números.

Un Sporting agónico

El Sporting se comportó al fin como cabía esperar, como un equipo agónico, que lucha hasta el límite de sus fuerzas. Ese carácter se acentuó en el segundo tiempo, cuando tuvo un once mejor diseñado. El de la primera parte, con dos delanteros, tuvo debilidades en la creación de juego, que le llevaron una vez más a ceder a la tentación del ineficaz juego directo, que no deja de ser una expresión de impotencia, en tanto que solución falsa. Y no tapó, o compensó esas limitaciones con una mayor eficacia rematadora en las ocasiones que logró crear. El del segundo tiempo, con un solo jugador en punta, no sólo logró el ansiado gol, sino que incomodó más a la defensa de Las Palmas y, sobre todo, obstaculizó más eficazmente su creación de juego. Si Vesga, Sergio Álvarez y Moi Gómez tuvieron mayor presencia y, en ocasiones, mandaron en el partido, no fue sólo por su encomiable esfuerzo, sino también porque encontraron una colaboración notable en Carmona.

Canella, el mejor atacante

En el primer tiempo el más destacado jugador sportinguista había sido Roberto Canella, que también haría una muy estimable segunda parte. No es normal que un lateral llegue hasta cinco veces a la línea de fondo, alguna de ellas hasta el mismísimo primer palo, para desde allí colocar centros de gol. En casi todas esas ocasiones quien le puso en situación fue Burgui. El extremeño es un objetivo prioritario para las defensas rivales. Pero no deben cuidarse sólo de su regate, sino también de sus grandes condiciones como pasador. Fueron las que le permitieron habilitar una y otra vez a Canella, que respondió admirablemente en todas. Pero faltó un rematador que culminara sus centros. Cop falló uno a boca de puerta en el primer tiempo y Carmona hizo lo mismo en el minuto 3 del segundo tiempo cuando, casi bajo los palos, trató de desviar el balón con el tacón.

La portería, a cero

Para el Sporting era tan necesario marcar un gol como mantener su puerta a cero. Su éxito comenzó, pues, por su defensa, portero incluido, pues Cuéllar se mantuvo a la altura de lo que le exigieron, sobre todo al comienzo del segundo tiempo, cuando hizo dos grandes paradas ante Expósito y Jonathan Viera. Por las bandas estuvo mejor Canella que el anárquico Douglas. Y por el centro el Sporting dio una clara sensación de consistencia. No es novedad en el caso de Meré, notable en todo, desde la fuerza y la calidad al carácter. Pero desde hace varios partidos ha dejado de serlo también en el caso de Babin, que está cuajando un gran final de temporada. Rápido y fuerte, se impuso tanto en el juego aéreo como a ras de suelo y se atrevió incluso a salir con el balón. Y quizá marcó el partido con una intervención crucial en el minuto 12, cuando, tras un fallo de Canella -el único del lavianés en el partido-, Expósito se escapaba en dirección a la portería y él se tiró a sus pies desde atrás para arrebatarle limpiamente el balón.