"No soy el mismo, lo reconozco.Pero sigo dando todo para alcanzar tu felicidad.Me miro al espejo, y ni siquiera me conozco,y la rabia me consume al asumir la realidad".Dante

No son los mismos -quedan pocos- protagonistas que nos dieron dos alegrías del tamaño de un sueño que parecía inalcanzable. Esos mismos que fraguaron un milagro surcando mares a pesar de que el viento se lo ponía difícil. Y esos que, cada vez que lloraban, sus lágrimas se tornaban rojiblancas a su tacto con la piel. Efectivamente: este equipo era una cuestión de piel. De palpar cómo el sentimiento que les recorría por el cuerpo, por igual a "los de casa" que a los "adoptados", les erizaba la piel, tanto que decidieron escribir su propia historia. Una historia que, por mucho que el villano de esta aldea se empeñe en borrar haciendo creer que los verdugos eran los propios héroes, nunca será así. Esas dos temporadas llevaron a Gijón al séptimo cielo, revivieron a toda una afición y redactaron su propio credo. Y esto, querido villano, no lo borrarás tú ni tu tercer descenso. Coja usted sus pertenencias y márchese. Poco o nada puede hacer para honrar su imagen, pero al menos no siga lastimando y matando a golpe de bala -y de descenso- la del Real Sporting de Gijón. No le pertenece. Recuérdelo.

A cualquier sportinguista le consume la rabia que supone asumir la realidad actual. Pese a que las matemáticas siguen dándole cierto cobijo, están a un solo gol firmado por cualquiera de los dos rivales de que el sueño se trunque y se convierta, definitivamente, en pesadilla. Ya fue así el verano pasado. Esta solo será la confirmación. El decreto que confirma que con pasión, sentimiento, trabajo y talento se consiguen hitos, así como que basta con que uno de estos elementos falle para que todo se derrumbe como un castillo de naipes. Un castillo cuyo ´rey´ está más que condenado a pesar de su dictadura incansable. "Todo para el pueblo pero sin el pueblo". El Sporting es un ejemplo más de despotismo ilustrado, pero en pleno siglo XXI. Supongo que los resquicios del pasado si no los arrancas de raíz, permanecen.

No, el Sporting no es el mismo. No lo es desde junio de 2016. Y probablemente los que vinieron intentaron que distara lo menos posible. Quizá llegó a parecer que alguno de los nombres tenía más ´estatus´ que el de los que aquí estaban. Pero se demostró que no. Pese a ello: ha quedado claro, una vez más, que el Sporting nunca fue cuestión de singulares, sino de plurales cargados de sentido y sentimiento. Nunca tuvimos a un Di Stéfano, ni falta que hace, pero cada uno de los que vistió esa camiseta honró el escudo que portaban en el pecho con su sacrificio incesante.

El Sporting también es el ejemplo de que un clavo jamás saca otro clavo, pero sí de que el segundo hace más herida anhelando el primero. Es una cuestión de Primeros amores, que, tal como vienen, se van. Ojalá algún día tengamos el valor suficiente para prolongar el primero y verdadero amor toda la vida. Ese día solo habrá héroes en Gijón.

Esta temporada agoniza al mismo tiempo que el Sporting. Y ya no hay Santina a la que rezar. Ella solo obró los milagros que otros trabajaron previamente. Y esta vez no ha sido así. Pero terminará: algunos se irán a encontrar nuevo destino, otros se quedarán porque quizá no haya nada mejor y "los de siempre" intentarán que el sol vuelva a salir. Mientras, los que ya no están, lamentarán ver cómo el sueño que ellos construyeron para SU equipo junto a sus amigos, paso a paso durante dos temporadas, se ha desvanecido en cuestión de meses.