Los desastres nunca tienen una causa única, aunque sí un epicentro. En el caso del descenso del Sporting el origen del siniestro se localiza en la deficiente planificación deportiva. No es el único error, pero es el que lo ha condicionado todo. A pesar de los buenos inicios del equipo (sumó siete de los primeros nueve puntos) y de que desde todos los estamentos del club se habló de un salto de calidad deportivo, lo cierto es que la plantilla quedó pronto al desnudo. El Sporting cayó a los puestos de descenso en la octava jornada y ya nunca más volvió a salir de ellos. Este dato hay que analizarlo en el contexto de la permanencia más barata de la historia en Primera División.

Tras dos años de sanciones administrativas, uno por impagos a Hacienda y otro por no atender las fichas de los futbolistas, el Sporting tuvo al fin libertad para moverse en el mercado de invierno. El club priorizó la parcela económica y afrontó una importante cantidad de pagos para estabilizar las finanzas. Esto afectó a la planificación deportiva, ya que dio como resultado el segundo tope salarial más bajo de la categoría (por delante únicamente de Osasuna) a pesar de contar con el presupuesto más alto de la historia del club, unos 50 millones de euros. El Sporting ingresó en torno a 40 millones sólo por los derechos televisivos.

Aunque parezca una cuestión menor, los primeros síntomas de que algo no iba bien en el vestuario lo dieron los exabruptos que se protagonizaron en la sala de prensa, con la anuencia de un consejo de administración que nunca aplicó el código interno y consintió que el Sporting ocupara minutos en medios nacionales por cuestiones muy distintas de las deportivas.

Sin embargo, los errores más graves, los que de verdad han lastrado toda la planificación deportiva del Sporting, no se cometieron el verano pasado. Hay que remontarse más atrás. El primer gran fracaso de Nico Rodríguez fue su incapacidad para renovar a Jony, Luis Hernández y Bernardo, columna vertebral del Sporting de los guajes. Para ser justos, no toda la culpa es del director deportivo. La estructura del club permitió que tres de sus futbolistas más valiosos llegaran sin renovar a su última temporada de contrato, después de haber sido determinantes en el inesperado ascenso rojiblanco y de haber demostrado su valía para la máxima categoría. Llegados a ese punto, el Sporting ya no pudo competir con los cantos de sirena.

El otro gran error hay que ubicarlo en el debe personal del presidente del club, Javier Fernández. El directivo miró para otro lado ante la mala relación evidente de su director deportivo, Nico Rodríguez, y de su entrenador, Abelardo. El resultado de esta tensión creciente fue una planificación deficitaria, sin un criterio dominante y en la que hubo que ir negociando concesiones de uno y otro bando. Javier Fernández debió tomar parte y dar el cetro del poder al hombre de los dos milagros. Las miserias salieron a la luz tras la dimisión de Abelardo, con las declaraciones poco elegantes del director deportivo. Con Rubi calcando los números del Pitu (pese a contar con tres futbolistas nuevos, supuestamente de primer orden) parece que tampoco este técnico ha sabido sacarle jugo a la plantilla.

Nico Rodríguez cerró trece fichajes el pasado verano. Muchos de ellos procedentes de equipos que habían perdido la categoría. A ellos se sumaron tres más en el mercado de invierno que tardaron demasiado en llegar a Gijón a pesar de que la necesidad era perentoria. De las dieciséis incorporaciones, tan sólo unas pocas han cumplido las expectativas.

La mala planificación deportiva, más allá del acierto en los nombres o en el rendimiento de los futbolistas, se plasmó en una plantilla demasiado larga y con importantes carencias en determinadas posiciones. El ejemplo más estridente es la escasez de efectivos para el centro de la defensa, que obligó a Abelardo a jugar en Granada un partido trascendental con una pareja de centrales que sumaba 40 años, formada por Jorge Meré y el debutante Juan Rodríguez. La plantilla tiene el mismo número de centrales que de laterales izquierdos, laterales derechos o porteros. Tampoco cuenta con extremos específicos, más allá de Burgui. Abundan en cambio los futbolistas que pueden ocupar varias demarcaciones.

Con el desmantelamiento del Sporting de los guajes, el equipo perdió mucho más que un puñado de buenos futbolistas. También se sacrificaron algunas de sus señas de identidad y, lo más importante, se dio al traste con la gran identificación que se había logrado entre la grada y los jugadores. El resultado fue una plantilla que careció de carácter competitivo en muchas fases de la temporada. En los años previos, el Sporting había disimulado sus carencias deportivas con un alto grado de compromiso de sus futbolistas que se ha echado en falta este curso.

Los problemas del Sporting este año se pusieron de manifiesto en las áreas. Donde se deciden los partidos, el rojiblanco fue un equipo tierno, blandito y vulnerable. El Sporting necesita crear muchas ocasiones para hacer gol, mientras que el rival anota con muy poca producción.

Una cuestión que se echa en falta en la plantilla del Sporting es un jugador franquicia. La temporada pasada, el Sporting contaba con futbolistas que lideraban el juego e intimidaban al rival. Bernardo y Luis Hernández eran los jefes de la defensa; Jony un futbolista impredecible y una amenaza para la zaga rival; Halilovic espolvoreaba gotas de calidad y Sanabria era un delantero de cuerpo entero, que aparecía cuando el equipo más lo necesitaba. El resto de los habituales completaba un bloque sólido y competitivo. En el Sporting de hoy falta liderazgo sobre el césped.

Lejos de redimirse, Nico Rodríguez completó el desastre. Tras la dimisión de Abelardo, un técnico que primaba el aspecto defensivo, apostó por Rubi, que llegó a Gijón con la vitola de amante del fútbol de toque y sin futbolistas adecuados para practicarlo. La plantilla se "reforzó" con Lacina Traoré, un supuesto fichaje top y con Elderson, un lateral cuya incorporación sigue sin justificarse. La única alegría del mes de enero fue la llegada del vitoriano Mikel Vesga.

El último ingrediente que completa la receta es el inmovilismo de un consejo que no da síntomas de reacción y que ha ido viendo cómo se deterioraba el proyecto sin hacer nada por remediarlo. La continuidad en el cargo de Nico Rodríguez, mucho más allá de lo razonable y conveniente, por más que ya tenga fecha de caducidad, es el último intento desde la planta noble de que las cosas se arreglen solas.