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El análisis de la plantilla Burgui

Un talento al que le falta confianza

El extremeño, silbado en sus inicios en Gijón, cerró la temporada como el jugador más desequilibrante

Burgui. J. J.

"Míster, te llamaba para saber si esta temporada vas a contar conmigo". Cuentan que horas después de que el Sporting hiciera oficial la llegada de Jorge Franco Albiz, Burgui, (Burguillos del Cerro, Badajoz, 29-10-1993) en condición de cedido, el extremeño cogía su teléfono para hablar con Abelardo y asegurarse de que contaba con la confianza de su entrenador. El detalle, más allá de si sucediera así o no, evidencia la necesidad de disponer de una permanente cercanía ya no sólo con su técnico, también con su entorno, incluso en los momentos en los que la ilusión desborda. Y éste es un punto vital para hacer explotar el fútbol de Burgui, apagado en la primera fase del campeonato, entre los silbidos de El Molinón, y eléctrico en la segunda vuelta, en la que terminó como el jugador más desequilibrante.

Su gol en Leganés le reconcilió con el fútbol, con el Sporting y con el sportinguismo. Hubo que esperar para ello 17 jornadas, pero sin duda marcó un antes y un después en su campaña en el conjunto rojiblanco. El hecho de que muchos tuvieran depositadas en él la imagen de ser el futbolista que vendría a heredar el legado de Jony no le ayudó. Burgui, a pesar de contar con un juego que puede tener algún nexo en común con el del cangués, reclamó un sitio diferente. La paciencia y los malos resultados que el equipo acumuló a partir de la tercera jornada centró las iras en él.

A Burgui también le costó entender lo que El Molinón le pedía. El excesivo individualismo desesperaba a la grada no sólo por las pérdidas de balón, sino por la indolencia cuando se veía superado por el rival. Poco a poco, el extremeño aprendió a cultivar esa actitud, a ofrecer más oposición a la salida del equipo contrario, a intentar pasarla antes. Este último apartado, sin embargo, iba por días. El estado de ánimo, tan importante en él, decidía en muchos casos.

Y en esas estaba Burgui cuando el Sporting se plantó en Butarque. Rubi ya había sustituido a Abelardo en el banquillo con el propósito de hacer reaccionar a un equipo que se había empezado a olvidar de ganar. Especialmente como visitante, donde todavía no había logrado ninguna victoria. Los rojiblancos estaban obligados a hacerlo en Leganés, por ser un rival directo, por tomar un poco de aire y por la Mareona, que necesitaba un premio.

Canella sorprendió con un tanto a la salida de un saque de esquina botado por Burgui con el que se abrió el marcador. El extremeño hizo el segundo, el que sentenciaba el partido, celebrándolo con los centenares de gijoneses que se agolpaban en uno de los fondos de Butarque. Esa imagen, abrazado con la gente, con más de medio cuerpo superando la valla y metido entre el público, fue una de las que marcó la temporada.

Burgui empezó entonces a añadir seguridad a su habitual atrevimiento. Los amagos progresaban y la velocidad brillaba al espacio. Los huecos eran ya autopistas, los regates no se quedaban en las botas del contrario. El propio futbolista reconoció en LA NUEVA ESPAÑA que mucho se debió a un cambio de hábitos, en la forma de trabajar y en su dieta. El cariño de El Molinón, que aplaudió su reacción, hizo el resto. Hubo altibajos, pero el talento de Burgui brotó con la confianza.

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