Los rostros serios de los jugadores del Sporting, durante la vuelta al trabajo en Mareo, resumen las sensaciones del equipo tras la disputa del derbi. El empate ante el Oviedo sabe a poco en el vestuario rojiblanco. Mucho más después de una primera parte en la que tenían controlado el partido y refrendaron una superioridad sobre el rival que desapareció tras el tiempo de descanso. Herrera, meditabundo a lo largo de la sesión de entrenamiento, parece seguir dando vueltas al porqué de esa transformación. El entrenador del conjunto gijonés ya dejó claro tras el encuentro que le importa más el análisis de las causas, que las consecuencias en forma de pérdida de dos puntos y liderato.

El valor de seguir invicto. El equipo se queda con la importancia de no conocer la derrota tras cuatro jornadas disputadas. Un detalle al que se le añade que ha calcado el inicio en Segunda División que dio paso a los dos últimos ascensos. Herrera buscó construir el equipo desde atrás y lo está consiguiendo, ya que los gijoneses sólo han tenido que lamentar un único gol en contra hasta el momento, el de Toché. El entrenador rojiblanco también recalcó en la previa del derbi que el equipo se encuentra en pleno crecimiento. La mejor versión está por llegar, afirman convencidos desde el conjunto gijonés.

Carmona y la confianza en el juego. El Sporting demostró, durante la primera parte del encuentro ante el Oviedo, su capacidad de imponer su fútbol guiado por un Carlos Carmona que mejoró cada acción que pasó por sus pies. Esa fase del encuentro refrendó la confianza necesaria para construir un estilo de juego que parte con el balear como el faro destinado a iluminar cada acción. El problema llegó más tarde, quizá por un exceso de confianza o por un ataque de responsabilidad. En todo caso, las señas de identidad del equipo ya son más que identificables. Toca aplicarlas durante los noventa minutos, tal y como subrayó Herrera.

La sensación de seguridad defensiva. El vestuario reconoce que el rival fue superior tras el descanso, pero subraya el hecho de que esto no se vio refrendado por ceder situaciones de demasiado peligro. Lo dijo el entrenador y lo comparten los jugadores. Mariño tuvo que emplearse a fondo en un cabezazo de Carlos Hernández y sólo terminó viéndose superado por un remate de Toché que el vestuario recuerda como plagado de infortunios. Primero, porque Cotugno sale beneficiado de un balón que rebota en el pie de Carmona a centro desesperado de Aarón Ñíguez. Segundo, porque el despeje de Mariño a tiro del argentino cae justo en los pies de Toché, sin la suerte de terminar en alguno de los al menos cuatro futbolistas rojiblancos que le rodeaban. En todo caso, la zaga dio una imagen solvente, especialmente en el juego aéreo.

La ambición impide celebrar el punto. El hecho de que el equipo fuera capaz no sólo de mandar en el derbi, sino de ponerse por delante, aumenta la sensación de frustración por haber permitido que terminara diluyéndose. El detalle de que los jugadores se marcharan cabizbajos del terreno de juego, nada más pitarse el final del partido, es otro apunte que refleja la ambición del equipo, incapaz de valorar positivamente el empate, el resultado más justo tras lo visto en el campo. El análisis del partido realizado por los futbolistas de Herrera, nada más concluir el derbi, parecía más propio de un equipo que había caído derrotado, que el de que viene de sumar un punto. Ganar en El Molinón forma parte de las matemáticas hacia el ascenso. Hacerlo tras adelantarse en el marcador, ante un conjunto que tiene dificultades en este tipo de situaciones y que además es el eterno rival, más si cabe.

Dudas razonables. La dificultad de Herrera para encontrar los cambios necesarios que acabaran de desconectar a un crecido Oviedo parecieron extenderse entre sus jugadores. El técnico, en caliente, centró las causas de haber cedido el empate en que el equipo abusó de los pases en corto y facilitó el robo de balón al rival. Herrera parece ser un hombre de dar mil vueltas a las cosas. Las motivos de ese desplome, en frío, seguramente serán mas extensos. Entre ellos, el de una capacidad de reacción que se esperaba desde el banquillo y que nunca llegó. El empate dejó dudas en ese aspecto, que no tapan el trabajo y el nivel demostrado por el equipo hasta el momento.

La dimensión de un derbi. La trascendencia del derbi asturiano es grande. Fuera y dentro del terreno de juego. Ser el primero que se disputa en catorce años multiplica todo. La dimensión de este tipo de partidos es otro de los factores contribuye a agrandar los aciertos y las desgracias. El propio entrenador rojiblanco también admitió tras el encuentro que puede ser uno de los factores que agazapó a los suyos cuando el rival se vino arriba al verse por debajo del marcador.

El Molinón siempre responde. El Sporting volvió a tener en la afición el impulso necesario para encontrar el camino hacia su objetivo. Los seguidores rojiblancos protagonizaron un recibimiento multitudinario que técnico y jugadores destacaron al margen de los incidentes. El municipal gijonés registró un lleno absoluto y a pesar del palo del empate, a falta de cinco minutos para el final, el público despidió entre palmas a los suyos. No se pudo en esta ocasión, pero el vestuario sabe que la grada ayudará a ganar partidos esta campaña.