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El Sporting y las siete diferencias

Un decepcionante equipo rojiblanco pierde en Soria las principales señas de identidad que habían definido su buen inicio liguero - El conjunto de Herrera ofrece su peor versión, alentada desde el banquillo, en un choque sin seguridad defensiva, pegada ni fútbol

Santos y Pablo Pérez intentan alcanzar un balón en Los Pajaritos. LOF

A nadie se le escapa que el Sporting perdió en Soria mucho más que tres puntos. Los rojiblancos se dejaron en Los Pajaritos la sensación de fortaleza que habían transmitido hasta ahora, que se esfumó junto a su condición de invicto. Costó tanto reconocer al equipo que había impresionado en las primeras jornadas de la competición que es fácil encontrar, a simple vista, las siete diferencias entre aquel Sporting y el que fue zarandeado por el Numancia. La consecuencia de la goleada recibida en Soria es que se acrecientan las dudas que habían brotado en la segunda parte del derbi ante el Oviedo.

Medio equipo nuevo. En la génesis del derrumbe rojiblanco hay que situar los cambios en la alineación. A las ausencias obligadas de Mariño, Álex Pérez y Moi Gómez, Paco Herrera añadió dos sustituciones más. La de Calavera por Lora se veía venir desde que se fichó al catalán. La sorpresa fue que el técnico se diera el lujo de prescindir de Scepovic para alinear al discutido Borja Viguera, que estuvo lejos de las prestaciones del serbio. Especialmente, cuando ocupó la banda izquierda. Al equipo le faltaron piezas esenciales en todas las líneas.

Sin control del escenario. Al contrario que en partidos anteriores, el Sporting no tuvo el control del partido en ningún momento. Se jugó siempre a lo que quiso el Numancia y los rojiblancos fueron a la deriva. Incluso en los peores momentos de otros partidos, el Sporting mostraba el poso suficiente para saber gestionar situaciones incómodas.

Fragilidad defensiva. El gran argumento del Sporting ilusionante del inicio de liga era la seguridad defensiva. El equipo protegía a Mariño, concedía pocas ocasiones, no demasiado claras y, cuando era necesario, el portero gallego echaba el cerrojo. En Soria, la defensa mostró ternura, consintió pases interiores, perdió la espalda y no ganó los balones sueltos. Los tres remates entre palos del Numancia terminaron en gol.

Falta fútbol. En realidad este es un defecto habitual del equipo que corre el riesgo de hacer crónico. El problema parecía resuelto tras el segundo tiempo ante el Lugo, el partido de Tarragona y la primera mitad del derbi. En Soria volvieron a coincidir Sergio y Álex Bergantiños y el Sporting se atascó de inmediato.

La pegada de un niño. Otra seña de identidad de los rojiblancos es que necesitaban muy poco para marcar. En Soria, no es que crearan mucho peligro, pero tampoco supieron definir las pocas llegadas de que dispusieron. La ausencia de Scepovic fue clave.

Poca profundidad. Sin un centro del campo creativo y con Viguera haciendo de extremo, al equipo le faltó profundidad y capacidad de desborde por las bandas. Cuando Santos pasó a esa demarcación, con campo para correr, el escenario mejoró levemente. En realidad, muchas de estas cuestiones están relacionadas. La falta de creación de juego dificulta la profundidad y las llegadas se producen en peores condiciones.

Sin capacidad de reacción. Un dato especialmente alarmante es la nula capacidad de reacción que tuvo el equipo. Bien es cierto que se vio con dos goles abajo en apenas media hora, pero tan alarmante es la facilidad con la que se produjo esa desventaja, como la poca capacidad de reacción mostrada por el equipo. Tampoco hubo acierto desde el banquillo. Herrera equivocó en Soria el planteamiento inicial con dos decisiones que se demostraron erradas: juntar a Sergio y Álex Bergantiños y prescindir de Scepovic. El técnico tampoco atinó con los cambios.

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