Poco a poco está intentando hacerse un hueco en la alineación titular de un Sporting al que llegó este verano con el objetivo de reivindicarse. Álex López asume su intención de demostrar cuanto antes la versión que maravilló durante su etapa en el Celta y para la que contó con el importante apoyo de un gijonés. "Luis Enrique ha sido el mejor entrenador que he tenido", confiesa el centrocampista gallego. Una confesión que cuenta con un condicionante previo: a la hora de elegir, hay que dejar al margen a Paco Herrera, su entrenador actual. Sin duda Herrera ha sido otro de los técnicos que le han marcado, porque, entre otras cosas, le hizo debutar en Primera División.

Álex López desveló ayer su especial predilección por Luis Enrique ante los micrófonos de Radio Marca Asturias, en los que también valoró su trayectoria y el momento que atraviesa el Sporting. El gallego, que admite entre bromas que con Herrera ha vivido momentos de "amor-odio", ya que en la fase final de la pasada campaña no contó con muchos minutos cuando ambos estaban en el Valladolid, está convencido de que los rojiblancos disiparán cualquier duda con un buen resultado ante el Lorca.

"El vestuario está bien, concienciado. Tenemos claro a lo que queremos jugar. Quizá nos haya faltado profundidad en algunos momentos, pero sabemos hacer bien las cosas. Va a ser duro, difícil, pero creo que vamos a conseguir el ascenso", afirma Álex López, que afronta la competencia por un sitio en la medular como algo positivo. "Moi Gómez, Carmona, Sergio o Álex Bergantiños son grandes futbolistas. Creo es bueno que esté difícil entrar. Tanto para ellos como para mí", dice el de Ferrol. Álex López, que vive también pendiente del próximo nacimiento de su hijo, previsto para finales de mes, se define como una persona "normal" a la que el reto de venir a Gijón le llena tanto en lo profesional como en lo personal. "Por la historia que hay detrás de este club, por la ciudad... El sitio del Sporting está en Primera División", subraya sin ocultar su deseo de participar en volver a llenar la Plaza Mayor de sportinguistas para celebrar un ascenso.