El vértigo es un mal peligroso para un escalador. El Sporting quiere coronar la cima de plata de esta categoría, pero le dan mareos cada vez que se asoma al balcón de la victoria. Le sucedió anoche ante un sobresaliente Huesca que se creció en la adversidad. Los rojiblancos completaron sus mejor hora futbolística de la temporada y consiguieron adelantarse en una genialidad de Carmona con la complacencia de Remiro. Fue ahí, cuando el camino parecía llano, que al Sporting le entraron temblores. El equipo dio un paso atrás y el Huesca mereció el empate.

Como lanzado por el impulso de las dos victorias anteriores, el Sporting llegó embalado a su cita con el Huesca y quiso completar, por la vía rápida, su semana fantástica. Los rojiblancos fijaron el punto de mira en la cruz de San Jorge que adornaba el pecho de su rival, apuntaron a la altura del escudo y le clavaron un puñal directo al corazón. Fue, de nuevo, Carlos Carmona. Y fue, de nuevo, a balón parado. El Sporting perfecciona su estrategia para asomarse al liderato. Esta versión mejorada es más grata al paladar. Ha endulzado el aliño, pero los ingredientes principales siguen siendo la portería a cero (sólo con un penalti evitable le saltaron las costuras a Mariño) y el balón parado.

También se mantienen algunos defectos conocidos como la ternura defensiva de un equipo que permitió a Vadillo cruzar El Molinón de costa a costa en la jugada que resolvió Figueroa Vázquez con un penalti más que dudoso. O ese inexplicable paso atrás que da el equipo siempre que se ve por delante en el marcador. Tras el empate, fue el Huesca quien gestionó mejor el partido y nunca pareció que el Sporting pudiese golpear de nuevo. El conjunto de Rubi, de largo el mejor de los que han pasado por El Molinón este curso, arañó un empate que deja a medias al Sporting.

Durante una hora, el Sporting se midió el traje de candidato firme al ascenso y lo hizo ante un estimable Huesca que se adorna con el buen gusto futbolístico de Rubi y se salpimenta con el talento de Melero, la velocidad de Gallar, la clase de Vadillo, la mordida feroz del Cucho Hernández o la inspiración de Remiro. Jugadores todos muy estimables y que van a dar más de un disgusto este curso. Como el que dieron anoche en un Molinón reconciliado con su equipo. A una afición exigente le satisfizo más este empate que ciertas victorias. El punto parece corto, pero el Sporting ha dado un gran paso con su juego.

Valgan los elogios al rival, para ensalzar a un Sporting que ayer sí fue un equipo dominador y vertical durante una hora, al que sólo le faltó un punto más de instinto para rematar su buen juego comprometiendo a Remiro. El Sporting fue anoche un equipo de cuerpo entero, en el que no faltó la parada providencial de Mariño cuando Melero utilizó la munición pesada para acometer el asalto. Pero el campo de batalla fue el del Huesca. Allí transcurrió toda la acción, con el almirante Sergio Álvarez dirigiendo las maniobras del ejército rojiblanco y con Rubén García a la cabeza de un despliegue sobrado de talento y fútbol.

La vocación ofensiva del Sporting quedó de manifiesto con los dos córneres provocados en dos minutos. El equipo buscó el partido desde el pitido inicial. Herrera regateó a su amigo Rubi, buen conocedor del paño rojiblanco, con la presencia en punta de Carlos Castro. Con el dinámico delantero de Ujo en lugar de la presencia intimidatoria de Scepovic, el Sporting cambió de registró futbolístico. El equipo corrió y los espacios cobraron importancia. Fue un día duro para los rocosos centrales del Huesca, que sólo se encontraron cómodos en las acciones de estrategia.

Al descanso se repitió el empate a cero de tardes anteriores, pero la sensación era muy distinta esta vez. Curiosamente, el Sporting ante un equipo más poderoso y mejor armado que sus últimos visitantes, dio su mejor versión. Es cierto que el Huesca sacó alguna buena mano que impactó con dureza en el mentón rojiblanco, pero la victoria a los puntos era claramente del Sporting. La pega, siempre hay que poner alguna para mejorar, es que al nuevo traje del Sporting le falló el tiro. Los rojiblancos se asomaron con soltura al balcón del área, pero remataron poco para el juego desplegado.

La inercia se mantuvo a la vuelta de vestuarios hasta que al Sporting se le apareció Carmona, que ha perdido regularidad, pero conserva todo su talento. El balear clavó en la escuadra una falta lateral que sorprendió a Remiro, más atento a la cabeza de los centrales. La grada espoleó al equipo, que quiso escarbar en la herida. Pudo hacerlo Rubén, a lo Juan Palomo, tras robar un balón, tirar dos amagos y enviar la pelota cerca de la escuadra. También Carmona buscó doblar la gloria tras una arrancada de Sergio y una pared con Carlos Castro, pero Remiro tapó bien abajo.

En esa parada cambió el partido. A la salida de ese córner, el Huesca montó una contra eléctrica en la que Vadillo cruzó El Molinón de norte a sur sin encontrar obstáculo alguno. Ya en el área se fue al suelo faltó de aliento, tras una entrada a ras de tierra de Calavera. Un penalti discutido al que Melero le hizo los honores.

El empate cerró el partido. El Huesca gestionó mejor el nuevo escenario, se defendió con el balón y, si hubo alguna ocasión más, fue visitante. Mariño logró sostenerse en pie en un remate a quemarropa de Melero tras una buena acción del Cucho Hernández, un talento insultantemente joven. En ningún momento dio ya la sensación de que el Sporting amarraría los puntos y eso que El Molinón amagó con desencadenar uno de esos arreones que impulsaban al equipo de los guajes.

El empate final se dio por bueno. El Sporting fue despedido con aplausos y el Huesca con el reconocimiento unánime de que va en serio. Quizá el punto sepa a poco, pero el Sporting está hoy mucho más cerca de Primera.