El Sporting le regaló a Paco Herrera una actuación redonda para celebrar sus 500 partidos. En una categoría tan igualada como esta Segunda División, el Sporting evidenció el abismo que separa a un candidato al ascenso de un equipo que viene coqueteando con el precipicio en los últimos años. La fragilidad de un Almería mermado por sensibles ausencias no impide apreciar el buen trabajo de los rojiblancos. El Sporting fue ayer un equipo serio y eficaz, que manejó el partido a su antojo, sin alardes ni preciosismos, pero con la máxima solvencia.

Fue, al fin, un día de aburrimiento para Mariño. El dispositivo de seguridad controló sin problemas las levantiscas rivales, mientras la primera línea de combate tomó al asalto la portería enemiga. No se anduvo con rodeos el Sporting, que fue un equipo vertical (que no directo), con transiciones rápidas cada vez que robaba la pelota y buenas combinaciones en campo rival. Volvió la pegada del inicio de la temporada. El balance de las primeras acometidas fue de dos goles y un larguero en cuatro intentos.

Cuando parecía que Paco Herrera echaría un cicatrizante en la herida abierta por el caso Scepovic, el técnico sorprendió con Borja Viguera. Herrera amagó con los dos delanteros, pero se mantuvo fiel al 4-2-3-1, con el riojano entre Carmona y Rubén García. El delantero, como en Vallecas, fue de nuevo Santos, que se consolida en el puesto con otro gol. No se le puede negar al uruguayo que aprovecha sus minutos como nueve para ratificar sobre el césped lo que reclama ante los micrófonos.

El Sporting jugó ayer el partido que se espera de un buen equipo de Segunda División. En una categoría poco lucida para la poesía, lo único importante es el mensaje. Y el Sporting articuló ayer un discurso que llenó de autoridad y firmeza, que convenció al sportinguismo con argumentos sólidos de que puede confiar en este proyecto.

El Sporting empieza a encontrarse cómodo en el traje de favorito al ascenso. Ayer completó un ejercicio de candidato perfecto: tuvo pegada, seguridad defensiva, mantuvo la portería a cero y sigue fuerte en su campo. Por primera vez en lo que va de curso, El Molinón fue testigo de un final tranquilo y la Mareona vuelve a casa con las uñas intactas y la sensación de haber disfrutado de una buena dosis de aburrimiento. No es mala señal que los partidos acaben a bajas pulsaciones.

El partido comenzó con susurros. La presencia de Borja Viguera en la alineación titular provocó murmullos de sospecha por cada sector de El Molinón. El sector crítico se pronunció primero con pitos en cada intervención del riojano, que arrancó nervioso como media punta por detrás de Santos. Viguera tuvo el temple y el acierto de transformar esos pitos en aplausos. Como tantas otras veces, la mayoría silenciosa terminó por reaccionar y afeó los pitos. El cenit del debate se produjo con la sustitución del riojano, que salió vencedor del escrutinio por mayoría simple.

Una vez cimentados el doble pivote y la línea de cuatro, en la que se mantuvo firme Isma López, el Sporting jugó el partido que quería jugar. Le dejó la pelota al Almería en zonas lejanas y se juntó para recuperar el balón y golpear a la contra. No hubo aplastamiento. Fue, más bien, pura inercia. El Sporting se sabía mejor equipo y fue madurando el partido sin excesos de ningún tipo.

El primer golpe fue un directo a la mandíbula que noqueó al Almería. Carmona lanzó a Calavera, que voló por su pista de despegue y puso un buen centro. Santos se hizo fuerte y resolvió con un cabezazo cruzado que dejó a René con el molde de los porteros batidos. Y así fue como el partido quedó resuelto en un cuarto de hora. No hubo más historia que la de ver con cuánto apetito se había levantado el Sporting.

A esas alturas, el Almería era ya un rival vencido cuyo único objetivo era mantenerse en pie hasta el último asalto. Un preciosismo de Carmona para deshacerse de Gaspar Panadero fue resuelto por el balear con un disparo desviado. El siguiente golpe terminó de tumbar al Almería. Carmona conectó con Santos, en la sociedad más productiva del Sporting. El uruguayo, en buena situación para buscar el doblete, quiso ganar para la causa a Borja Viguera y le regaló el segundo. Lo evitó Joaquín, quien en su afán por despejar mandó el balón a su propia portería.

Sin demasiado afán, el Sporting buscó la goleada ante un Almería que renunció por completo a presentar batalla. El larguero evitó que Rubén García hiciera el tercero tras una buena maniobra de Borja Viguera. Ya en el segundo tiempo, fue Nano quien derribó a Isma López tras una cabalgada en solitario del navarro, al que el campo se le hizo demasiado largo. El pisotón de Nano pareció clamoroso y provocó la furia de El Molinón y de los futbolistas ante el sorprendente mus que se dio Iglesias Prieto, al que se le acababa el partido sin conseguir su cuota de protagonismo.

La protesta al árbitro rompió el tedio que dominó el segundo tiempo y ésa precisamente fue la gran noticia de la noche para un sportinguismo acostumbrado a poner a prueba su corazón cada fin de semana.

La victoria ante el Almería no pasará a la historia, ni será recogida en el libro de los momentos épicos del Sporting. Fue un triunfo de líder, sólido, contundente y aburrido. El castillo del ascenso se construye con muchos ladrillos como éste. Luego, ya habrá tiempo para la decoración, para ponerse exquisitos y afinar el paladar. No parece demasiado pedir. Si éste es el camino queda claro que el sportinguismo vivirá más tranquilo, quizá añore las emociones fuertes, acostumbrado como está a vivir al límite, pero a la larga vivirá más feliz. Sus jugadores le regalaron a Paco Herrera un partido redondo, una victoria de candidato en firme.