En días en los que selecciones del calibre de la tetracampeona mundial Italia se jugarán el todo por el todo en la búsqueda de un billete para la próxima cita en Rusia, en tierras mucho más cercanas, equipos como el Sporting buscarán por su parte el triunfo en batallas quizás a priori no tan definitivas para el desenlace de la guerra en la que se hallan sumidos. Porque qué duda cabe que para los de Herrera el partido del domingo no es ninguna final, por más que como tal debiera encararse siempre cualquier enfrentamiento. Pero sí es de esos encuentros donde de no lograrse la victoria, quién sabe si a la conclusión de la temporada, pudieran echarse en falta los puntos que se dejaran escapar.

De este modo, el Sporting Valladolid, sin alcanzar la categoría de una repesca mundialista, para la fiel y sufridora parroquia rojiblanca, tiene la máxima importancia y es lo único que preocupa y ocupa en este fin de semana.

Un fin de semana que para muchos se hará eterno hasta que el árbitro señale el inicio del partido a eso de las ocho y media de la tarde del domingo. Algo a lo que habrá sin embargo que acostumbrarse, pues será el horario que se repita en los próximos dos partidos que presenciaremos a la vera del río Piles, frente a Cádiz y Zaragoza.

Por si fuera poco, entre los dos anteriores, el de Albacete, arrancará sólo media hora antes; pero igualmente de domingo. Bien parece que hay alguien empeñado en que los niños sportinguistas vayan con legañas los lunes al colegio a costa de poder ver a su equipo. Sea quien sea ese personaje, desconoce por completo que los guajes por estos lares son como robles inquebrantables ante la adversidad, gracias en buena parte a los buenos alimentos con los crecen desde su más tierna infancia, siempre rojiblanca. Alimentos como las castañas y la sidra dulce, tan propios de esta época en la que por nuestra región se celebran amagüestos por doquier.

Usando el símil gastronómico, a cualquier aficionado rojiblanco que se le preguntase, antepondría con toda seguridad un resultado que le dejase un sabor como el de la sidra dulce, por más que el partido pudiese resultar una castaña para el espectador de más fino paladar. Y es que transcurridas ya 13 jornadas, el debate sobre el estilo y la calidad del juego de los hombres de Herrera ha pasado a un segundo plano, quedando el resultado como la única vara de medir objetiva.

Y tras el resultado de la última jornada en Reus, no hace falta tirar de calculadora para confirmar que serán ya imposibles esos 7 puntos que los amantes de las cuentas de la lechera auguraban juntado al de Reus, los dos próximos partidos a disputar en El Molinón. Ahora, no queda más que aspirar a conseguir los 6 que quedan en liza, lo que no será en absoluto tarea fácil. Y es que habría que acudir a la hemeroteca para encontrar la última vez en la que el Sporting logró vencer en siete días dos partidos ante su público.

Sin embargo, lo que hasta la fecha abunda en el ambiente esta temporada, del mismo modo que abundan las manzanas por las pumaradas, es el optimismo. Ese optimismo y la fidelidad a unos colores harán que este domingo haya en El Molinón más de 20 mil personas, esperando salir del campo igual de feliz y satisfecho de quien acude a un amagüestu.

Como en anteriores ocasiones y a tenor de la convocatoria facilitada, resulta complicado adivinar cuáles serán las intenciones de Herrera en lo que se refiere al once titular. Se da por segura la vuelta de Scepovic después de las últimas jornadas en el ostracismo más inexplicable. Y que para ello, Santos retrase su posición ocupando la banda izquierda. Conjeturas y más conjeturas de las que sólo el míster tiene la respuesta. Ojalá que esta sirva para despejar de un plumazo cualquier tipo de duda sobre las verdaderas posibilidades de este proyecto, llamado a devolver al equipo a la categoría de la que nunca ha descendido su afición.

Post Scriptum: hay quienes maliciosamente defienden que la duración de una rueda de prensa ofrecida por el míster antes de un encuentro, es proporcional precisamente al número de dudas que el equipo arroja; o también a los fuegos ajenos que es menester apagar, provocados por quienes una y otra vez repiten los mismos errores delante de un micrófono.