En todo edificio hay una pieza clave que lo sostiene. Es una regla no escrita de la arquitectura, sin ella el castillo se viene abajo. En el Sporting esa pieza es Sergio, como quedó de manifiesto por el desconcierto en el que se sumió el equipo ayer tras la inesperada ausencia del avilesino. Sergio se lesionó en el calentamiento y el Sporting no se reconoció en un partido que, sin embargo, se le puso de cara muy pronto con el golazo de Scepovic y en el que tuvo varias ocasiones manifiestas para haberlo despachado pero que sus especialistas malgastaron.

La sensación que deja el choque es mala. Con pitos tras el encuentro y algunos futbolistas señalados por la grada. Curiosamente, los que más lo merecen se van de rositas. El héroe indiscutible fue Mariño, salvador de un punto con manos imposibles, por más que durante el inicio del choque pareciera el día de Serbia en El Molinón.

Scepovic reinó en el imperio del caos de forma efímera. El serbio tardó cinco minutos en reivindicarse con un gol de delantero bueno, en un remate en plancha tras un centro de Calavera a la altura de la cintura. Stefan Scepovic demostró ayer que su suplencia, la de un nueve de los buenos, es un lujo que el Sporting no puede permitirse, por más que sus relaciones sean difíciles con técnicos, compañeros y grada.

En pleno calentamiento, Sergio, el hombre que lo había jugado todo, echó mano al muslo, abandonó el césped cargado por dos auxiliares, y el Sporting se sumió en el caos. El desconcierto hizo que Carmona se uniese al calentamiento con el grupo, pero que fuera Canella el sustituto del avilesino en la alineación inicial. Santos e Isma López no encontraban acomodo por delante del capitán.

Con todo, el Sporting empezó el partido con garbo. Mientras el Valladolid analizaba la inquietante disposición táctica de los rojiblancos, con Bergantiños como único pivote, Isma López flotando por dentro y Santos arrancando desde la banda, el Sporting golpeó con fiereza. Anotó un gol y perdonó otro (de nuevo los Santos se fueron al cielo) en un cuarto de hora vibrante que fue lo mejor de los rojiblancos. Luego empezaron los ajustes, los retoques tácticos y el desconcierto de la mayoría de los futbolistas, desubicados y buscando amparo en el banquillo. La inoperancia pucelana permitió que el Sporting llegara ileso al descanso, mientras Carmona calentaba ya en la banda llamado a ordenar el desaguisado en el que se había convertido el Sporting.

El paso por vestuarios no sirvió para ordenar al equipo, aunque los rojiblancos regresaron con un 4-4-2 más marcado que, lejos de mejorar su juego, facilitó el empuje visitante. El Sporting tuvo algunas ocasiones clamorosas para sentenciar en el segundo tiempo gracias, principalmente, a la generosidad de Deivid. Ni Scepovic ni Santos consiguieron superar al inspirado Masip, cuyas paradas levantaron al Valladolid.

El conjunto pucelano dio un paso al frente y el empate se veía venir, por más que Mariño se empeñase en evitarlo. El Sporting da un paso corto en sus aspiraciones, no logra distanciar a un rival que tuvo vencido por pura inercia y se descuelga de los líderes de la categoría. Lo grave del asunto es que ese paso corto es una buena noticia. El sportinguismo se fue ayer molesto con la imagen de su equipo, pero dando por bueno el empate final. El Molinón se mantiene inmaculado por la gracia de Mariño, pero las señales que emite el equipo son alarmantes. Tanto, como la falta de fútbol, que ya se ha cronificado en este Sporting de Paco Herrera.

Paco Herrera no logra acomodar al equipo tras la baja de Sergio

No dio tiempo a ver el equipo que había imaginado Paco Herrera, con Rubén en la derecha, Santos en la izquierda y Moi Gómez en el enganche por detrás de Scepovic. La lesión de Sergio dio al traste con todo y el técnico catalán se vio obligado a improvisar, que es lo que peor se le da. Ni por un segundo valoró la solución más natural que hubiera sido darle campo a Rachid. Tampoco quiso ordenar al equipo con Carmona en una línea de cuatro mediapuntas más clara que la resultante. Escogió devolver a Canella al lateral izquierdo y dejar a Isma López en tierra de nadie.

Una de las buenas noticias del día fue Álex Bergantiños. El gallego demostró que se basta y se sobra como pivote único en caso de necesidad. Fue él quien inició la jugada del primer gol con una buena apertura al espacio para la cabalgada de Calavera. Su centro, no demasiado ortodoxo, lo convirtió en asistencia Scepovic con uno de esos remates que cierran debates. No hubo corte de mangas, como había casi pedido el técnico, pero el tanto sí que fue celebrado con rabia.

Lució también Moi Gómez, hasta que Herrera lo alejó incomprensiblemente del enganche. El alicantino lanzó a Isma López con un buen pase al vertical y profundo. El navarro, revivió sus tiempos de extremo y dibujó un pase atrás al que Santos no fue capaz de hacerle los honores y resolvió con un remate blando, a las manos de Masip. Y es que al Sporting, ayer, le falló la munición. En el segundo tiempo, dos errores de Deivid brindaron sendas ocasiones a Scepovic y Santos para haber matado el partido, pero Masip se les hizo gigante a ambos.

Ahí se acabó el Sporting, al que el Valladolid fue haciendo recular más por empuje que por fútbol. Los pucelanos tampoco están para tirar cohetes, por más que se vayan radiantes con el empate. Al Sporting le falló ayer su punto fuerte. Todas las ocasiones del Valladolid, salvo un disparo venenoso de Míchel, llegaron en saques de esquina. Borja y Luismi dominaron el área rojiblanca ante la desesperación de Mariño, al que le iban faltando manos para achicar el peligro. Y fue así, en otro córner mal defendido, como se consumó el empate.

El Molinón, que venía reclamando dosis de testiculina durante el choque, comenzó el concierto de pitos y señaló a sus culpables favoritos a medida que Herrera se los ponía en suerte. El ambiente se enturbió y hasta se temió por el punto. Tras el empate, los rojiblancos no dieron ningún síntoma de acercarse a la victoria.

Fue un partido de porteros y el Sporting tiene al Zamora. Gracias a eso, pareció durante buena parte del choque que los rojiblancos amarrarían los tres puntos. Fue Mariño quien tras la igualada tuvo desbaratar aún dos buenas ocasiones más. Primero con una estirada junto al palo para desviar un disparo cruzado de Míchel y luego con una mano eléctrica en otro cabezazo a quemarropa de Borja, quien tendrá pesadillas con el portero gallego.

El Sporting suma un punto de los últimos seis y vuelve a abrir el saco de las dudas. Las sensaciones del equipo no son buenas, con el agravante de que ahora patina donde siempre piso con firmeza: en las dos áreas. A la espera de conocer el alcance de la lesión de Sergio, el sportinguismo mira con preocupación la marcha de su equipo, que ayer logró sobrevivir en medio del caos.