El primer éxito de Rubén Baraja pasa por haber recuperado la comunión entre el equipo y la afición. Lo ha hecho, claro, a base de resultados, con nueve puntos sobre nueve posibles. Pero también con gestos y mimos. Baraja ha tenido mucho cuidado de formar siempre equipos con los que se pudiera identificar el sportinguismo. Ayer, sin ir más lejos, prendió la mecha del último cohete cuando echó mano del expresó de Cangas para calentar un partido que ya se enfriaba.

La fría tarde de enero pudo con las ganas de ver a Jony vestido de rojiblanco. A El Molinón le está costando volver a superar la barrera de los veinte mil espectadores. Los más fieles, eso sí, acudieron con ganas. Terminó de animar el ambiente el speaker Borja Blanco, que se gustó al dar la alineación rojiblanca cuando llegó a los suplentes y se explayó en el número dieciséis. Fue la primera gran ovación de la tarde para Jony, que ganó algunas batallas antes incluso de entrar en escena.

El buen juego del Sporting enganchó pronto a una grada entusiasta que jaleó los avances rojiblancos, pero que entró en éxtasis ya en el segundo tiempo cuando Baraja mandó a calentar a Jony. Una vez que le dio campo al extremo, el pulso del campo se detuvo en cada arrancada del cangués. Antes, El Molinón se había ido levantado al paso de la camilla que desalojaba a un lesionado Calavera, que se dio cuenta de inmediato de su lesión.

Al final, El Molinón cantó victoria, aunque el frío hizo que muchos aficionados tuvieran prisa por dejar el estadio. Los más valientes se quedaron a reconocer el esfuerzo de los futbolistas y su buen juego. Otro de los momentos álgidos del choque se produjo cuando Michael Santos consiguió el tercer gol que cerraba la goleada y, como había prometido, lo celebró escanciando un culín de sidra, que incluso hizo el gesto de bebérselo. Queda claro que el uruguayo, jaleado desde los altavoces del estadio, se ha integrado perfectamente a las costumbres asturianas.

La celebración de la victoria continuó más allá del pitido final. Como en los buenos tiempos del Sporting de los guajes o de Preciado, un grupo numeroso de aficionados se congregó a la salida del garaje de El Molinón donde jalearon a los futbolistas que iban abandonando el estadio. Aunque le cuesta volver a confiar en el equipo e ilusionarse de nuevo, el sportinguismo reconoce los síntomas positivos que va emitiendo el equipo. La mano de Rubén Baraja trae una ilusión renovada. Que dure.