Después de toda una vida esperando vivir un partido como éste, Jony había cumplido el guión soñado a los veinte minutos. El hijo pródigo, que había vuelto a casa en medio de una gran expectación, se coronaba como nuevo héroe rojiblanco al marcar el gol que adelantaba al Sporting en el Carlos Tartiere. Era el momento que había imaginado el extremo de Cangas de Narcea en mil ocasiones. Jony pudo al fin estrenar la nueva celebración que se trajo de Málaga. Desde siempre, había festejado sus goles formando un T con sus manos en alusión a su chica, Teresa. Ahora, en una entrevista a LA NUEVA ESPAÑA, desveló sus planes: haría también una V para dedicarle los goles a Valeria, la hija de ambos.

Desde su regreso al Sporting como gran refuerzo rojiblanco de este mercado invernal que tantas dudas genera, Jony había amagado en varias ocasiones con estrenar su casillero. Lo hizo ayer, en el minuto 21, y aunque cumplió con todos los rituales previstos, el cangués no pudo resistir la tentación de llevarse la mano al pecho y besar el escudo del Sporting.

El gesto, demasiado frecuente en el fútbol moderno, cobra un significado especial en este caso. Jony había vestido de azul en dos etapas, primero en formación y después en el primer equipo carbayón. Sin embargo, fue en Gijón donde se encendió la mecha del cohete de Cangas del Narcea, donde vivió los mejores momentos que le ha brindado el fútbol con aquel Sporting de los guajes. Jony no lo ha olvidado y el sportinguismo tampoco.

La felicidad del extremo se empañó poco después con los goles de Mossa, que amargaron su estreno goleador en esta nueva etapa. El Sporting sale tocado del Carlos Tartiere donde ha recibido, seguramente, el golpe más duro de la temporada. No sólo por la derrota, sino por esa sensación de inferioridad manifiesta, de no ser capaz de discutir el partido. Sale tocado el bloque y salen señalados algunos futbolistas que pasaron de puntillas por el partido. No es el caso de Jony.

En un mal segundo tiempo, el extremo se revolvió contra la deriva del partido y fue, seguramente, el único de los rojiblancos que le plantó cara al destino. El extremo izquierdo fue también el mejor después del choque, ya en caliente atendió a los micrófonos de la televisión con derechos para emitir este partido y desgranó un discurso sincero en el que no le dolieron prendas para pedir perdón al sportinguismo, maltratado de nuevo por un equipo que rara vez está a la altura de sus aficionados.

En plena depresión rojiblanca, Jony es el clavo ardiendo al que se agarra la afición rojiblanca mientras se lame las heridas. Incluso cuando ocupó la zona del campo más castigada por el temporal, Jony salió a flote y sembró el pánico en la zaga local. El mejor ejemplo es la jugada del gol que cobró vértigo cuando el cangués filtró el pase al que Santos no le hizo los honores. Con la pelota rebotando por distintas zonas del área, Jony tuvo la fe de buscar la gloria y la encontró. Aunque fue pasajera.

Rubén Baraja tiene que iniciar la reconstrucción del equipo con urgencia. De reconsiderar su apuesta decidida por algunos jugadores que no están respondiendo a las expectativas y quizá no sería mala idea deshacer el paso atrás que dio ayer con Nacho Méndez. Baraja, que también sale debilitado de la cita, puede empezar la reconstrucción por el extremo izquierdo, posición que ha dejado de ser un problema para convertirse en una llamada a la esperanza.

La aportación de Jony a este equipo incluye muchos aspectos intangibles en las estadísticas. Hay mucho de aceleración, de vértigo, pero hay también un sentimiento profundo, un impulso de llevarse la mano al pecho y besar el escudo. Y la personalidad para pedir perdón. Así, sin excusas.