El 27 de febrero de 2018 quedará marcado en el calendario sportinguista como una de sus fechas más tristes. Ha muerto a los 68 años Enrique Castro González "Quini", una de las mayores leyendas del panteón rojiblanco, el emblema y estandarte de la generación de futbolistas que llevó a lo más alto el nombre del principal club deportivo de esta ciudad. El goleador implacable, el "9" rojiblanco por antonomasia, un caballero dentro y fuera de los terrenos de juego.

Su corazón dejó de latir ayer, pasadas las nueve de la noche. Circulaba conduciendo su vehículo particular por la avenida de Juan Carlos I, en el barrio de El Natahoyo de Gijón. Al poco de llegar al cruce con la calle Toledo detuvo el coche porque empezaba a encontrarse indispuesto. Se bajó y fue a pie hasta la acera para pedir ayuda a los viandantes. Una persona había alertado por teléfono a Comisaría advirtiendo de un posible accidente al encontrarse un coche detenido en la calzada. Hasta el lugar se desplazaron inmediatamente varios agentes del Cuerpo Nacional de Policía, del Grupo de Atención al Ciudadano. Fueron los primeros en auxiliar a Quini hasta que llegó la ambulancia.

Por un momento pareció que el exfutbolista recuperaba el conocimiento pero poco después volvió a entrar en parada. Acto seguido llegaron los servicios de emergencias, que trataron de estabilizarle para llevar a cabo su traslado en ambulancia hasta el hospital de Cabueñes. Todos los intentos por salvarle la vida resultaron en vano.

Las redes sociales alertaron del accidente cardiovascular del mítico personaje y de inmediato la consternación se apoderó de la parroquia rojiblanca, la que tantas veces cantó "¡Ahora Quini, ahora!" cuando había una ocasión de peligro a su favor. Hasta el servicio de Urgencias del hospital de Cabueñes se trasladaron de inmediato familiares y amigos del actual director de relaciones institucionales del Sporting, junto con una amplia comitiva del club de sus amores.

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Quini, toda una vida de fútbol

El presidente, Javier Fernández; el vicepresidente, Javier Martínez, y empleados del club como Carlos Barcia, Pepe Acebal o el doctor Antonio Maestro trataban de consolar a la esposa y a los hijos de Quini.

Se apagó ayer la llama de uno de los últimos símbolos del fútbol español, ganador de siete trofeos "pichichi" (cinco con el Sporting y dos con el Barcelona), cuya personalidad trascendió más allá del ámbito deportivo. Fue el único gigante rojiblanco que suscitó absoluta unanimidad. Como jugador, como delegado de campo o como en los últimos tiempos, director de relaciones institucionales del club, fue siempre un personaje querido y respetado.

Quini llevaba muchas cicatrices en su cuerpo, y no solo las muescas de su pasado deportivo. Aquel chavalín que ingresó en el Sporting en 1968 procedente del Ensidesa tuvo a España entera en vilo durante tres semanas en marzo de 1981, víctima de un secuestro que supuso el momento más amargo de su vida, del que tardó en reponerse. Como también le costó digerir la fatídica pérdida de su hermano, el portero Jesús Castro, que falleció ahogado en 1993 después de salvar la vida de dos personas a las que se tragaba el mar en una playa de Cantabria. O cuando la década pasada tuvo que hacer frente a un cáncer. Una batalla que superó, pero la vida aún guardaba un último rejón a Quini, directo al corazón.

A partir de las doce de la mañana de hoy sus restos permanecerán en una capilla ardiente en El Molinón. En el estadio de sus grandes gestas se celebrará a las ocho de la tarde el funeral por su eterno descanso.