A Óscar Castro (Gijón, 1984) se le nota sereno y con fuerza pese a que el martes recibió el golpe más duro de su vida. El hijo pequeño de Quini es, como su padre, una de esas personas que hacen el mundo mejor, todo bondad. "No tengo palabras para expresar el agradecimiento que siento hacia tanta gente. Siempre he llevado a Gijón y al Sporting dentro, pero ahora más que nunca", cuenta a LA NUEVA ESPAÑA, por teléfono, después de haber pasado por una catarata de sentimientos: del profundo dolor por el fallecimiento a la emoción y el orgullo por las infinitas muestras de apoyo, con 13.000 almas en el funeral de El Molinón. "Que te quieran es lo más grande que existe y a mi padre lo han querido en todas partes, incluso a nivel internacional, fuera de España. Es algo inmenso", apunta. Hace un pequeño silencio y sigue: "No sé cómo nos vamos a arreglar para devolver tanto cariño".

Óscar, como su madre Mari Nieves Cañada y sus hermanos Enrique, Lorena y Jorge, tiene el móvil a rebosar de mensajes y llamadas perdidas. A muchos aún no ha podido contestar. "Se han puesto en contacto con nosotros cientos de personas, a bastantes ni siquiera las conozco. Ha sido tremendo", cuenta, con una naturalidad idéntica a la de su padre. La lista es tan larga que prefiere no dar nombres y apellidos: "No quiero olvidarme de alguien importante".

Lo que tiene claro es que siempre agradecerá el comportamiento de "todo el mundo del fútbol". "Todos los clubes de Primera y de Segunda y, en especial, los de Asturias, la base... Todos han estado ahí", dice. Y hace una mención especial al eterno rival del Sporting, que estos días se ha mostrado como "el mejor amigo". "Me gustaría destacar al Oviedo. Desde su presidente hasta el último aficionado. Es algo que no olvidaré nunca", asegura.

El pequeño de los Castro reserva otra parte de sus elogios para los agentes de la Policía Nacional que trataron de salvar a su padre en la calle, a pocos metros de su vivienda, a última hora de una tarde teñida para siempre de negro en la historia sportinguista. "Voy a ir a verlos a la Comisaría. Quiero darles las gracias de forma tranquila", apunta. Y no se olvida del personal de la ambulancia que llegó después de que a Quini le fallara su enorme corazón. "A todos quiero hacer llegar lo que mi familia siente hacia ellos", prosigue. También a la Policía Local de Gijón, a la de Oviedo y a la de Avilés, "que se cuadró" al paso del féretro del eterno "nueve", camino del cementerio de La Carriona.

Óscar, con alma rojiblanca antes incluso de nacer, reserva sus últimas palabras de la conversación para el Sporting, "lo más grande". "Todos, hasta el último empleado, han apoyado", cuenta. El hijo pequeño de Quini, orgulloso gijonés de cuna que también fue delantero en varios equipos, con un tobillo de oro que desquiciaba a los porteros, acaba: "Lo mejor del fútbol lo he sentido en estos días duros".