El Sporting que atemorizó a toda la Segunda División por su inexpugnable zaga, ha muerto víctima de sus regalos defensivos. Una paradoja demasiado triste. La crueldad del final es tan contundente como la reacción iniciada en el mes de febrero. El equipo rearmado por Baraja desde el décimo puesto hasta alcanzar el ascenso directo, se ha diluido sin que el entrenador rojiblanco haya sabido ponerle remedio en este último mes y medio de permanente caída. La eliminatoria ante el Valladolid confirmó lo que se intuía pero la ilusión negaba: no había mucho más allá de esa seguridad atrás. La ansiada remontada quedó desmontada en media hora, el tiempo en el que los pucelanos marcaron dos goles que, tras el 3-1 de la ida en Zorrilla, condenaron a la nada.

El Sporting cierra la temporada dejando señales de los errores de todo un año. En la fase más importante del año no tuvo claro qué laterales eran los titulares; no pudo contar con un central de garantías que diera respiro a los habituales y tampoco pudo echar mano de un delantero de refresco o que al menos vendiera cara la plaza a su competidor. Detalles de una situación que requiere un análisis más profundo. Empezando por el entrenador, el gran damnificado en estas últimas semanas, por detrás de un club al que se le escapa una oportunidad de oro para volver a Primera. El técnico rojiblanco entró mal a la promoción concediendo cosas como la sanción de Álex Pérez, y terminó peor con una propuesta en la vuelta equivocada y sin alternativa prevista cuando el encuentro solicitaba cambios urgentes.

Baraja pidió en la previa el empuje de todos, público y jugadores. El sportinguismo fue el primero en responder al entrenador. Multitudinario recibimiento al autocar rojiblanco a su llegada a El Molinón. Ambiente ensordecedor desde que se anunciaron las alineaciones por megafonía. Tocaba que la animación continuara desde el césped. El Pipo le añadió picante. La esperada entrada de Álex Pérez por Juan Rodríguez en el centro de la defensa no fue la única novedad. Lora e Isma López completaron las novedades, renovando por completo los laterales. El pasional arranque rojiblanco se desactivó. A la media hora, casi como en pasó en Zorrilla, la eliminatoria se fue por la borda.

El Sporting se mostró demasiado pronto como un equipo desesperado. No supo apoyarse en los noventa minutos que tenía por delante, madurar el partido y encontrar su momento. Jugó a contrarreloj desde el inicio y al Valladolid le encantó. Tuvo, aún así, una correcta puesta en escena el conjunto de Baraja, con presión intensa muy arriba y líneas muy juntas. Los problemas llegaron por donde se vienen repitiendo en este final de temporada: una sorprendente candidez defensiva.

Carmona marcó el gol del honor en un penalti a Santos

Mata ya avisó a los ocho minutos. Isma López, ejemplo personificado de un Sporting extremadamente revolucionado, perdió el balón y forzó una falta en tres cuartos de campo. Una de las pocas faltas hechas por el equipo para protegerse de los contragolpes que, a la postre, le costaron la eliminación. El remate del delantero del Valladolid, solo en el segundo palo, se fue arriba. Hervías fue el siguiente en probar en otra contra que murió en manos de un atento Mariño. Algo no marchaba bien. La siguiente ocasión, al fin, cayó del lado local. Rubén García peleó con Olivas un balón que terminó ganando Santos para apurar línea de fondo y centrar atrás al valenciano. Rubén, en plena carrera, puso el interior y remató forzado para que el balón se perdiera junto al palo. Con él se fueron las pocas esperanzas de un Sporting a la deriva.

La tercera llegada con peligro de los pucelanos tuvo premio y reflejó lo que fue ayer y viene siendo el Sporting desde hace mes y medio. Un córner a favor de los rojiblancos terminó con contragolpe visitante. Kiko Olivas, uno de los centrales veteranos de Segunda, cruzó el centro del campo sin presión que le inquietara, con Jony a pocos metros confiado de que todo moriría allí. El blanquivioleta tuvo tiempo a parar, levantar la cabeza, dar la vuelta y ver el agujero abierto en la banda derecha de la defensa rojiblanca. Cambió el juego a Míchel, éste se la dio a Mata, y el "Pichichi" de Segunda, pisando área, hizo uno de sus movimientos clásicos; amagó irse a la izquierda, se perfiló para su pierna buena, y la cruzó arriba con la derecha. Álex Pérez, encargado de seguirle, completó el lento repliegue rojiblanco actuando como un espectador más.

Hay una máxima esta temporada que dice que el Sporting nunca es capaz de remontar. Se volvió a cumplir esta vez. En lo que tardó Barba en mandar arriba un córner peinado por Álex Pérez, Mata volvió a buscar las cosquillas a la zaga rojiblanca cayéndose a banda y abriendo camino a Óscar Plano. Viendo que nadie le presionaba, el blanquivioleta armó la zurda y acabó con la ilusión de un equipo, un campo, una ciudad. Iba media hora de partido. El Molinón se quedó mudo. Baraja, sin ideas.

El Sporting necesitaba cinco goles para clasificarse y soluciones urgentes. No hubo respuesta desde el banquillo. Nadie calentó antes de llegar al descanso. Ni durante. Los mismos que saltaron de inicio abrieron la segunda parte. Mismos nombres y mismo guión para un plácido Valladolid al que le venía perfecto el plan del rival. El primer cambio llegó a los 61 minutos. ¿El elegido? El de siempre. Rubén García dejó su sitio a Nano Mesa. La grada silbó la decisión de Baraja y aplaudió al valenciano. El partido daba ya para eso. Era puro trámite.

Santos se sacó de la chistera un penalti ante Toni para rescatar algo de esperanza. Carmona no falló, pero las sensaciones y el tiempo no daban para creer en nada. El público asumió el destino y comenzó aprovechó los movimientos en el banquillo para poner nota a los jugadores. Carmona se fue entre algunos silbidos para dejar paso a Pablo Pérez. Álex Bergantiños se llevó una ovación en el que ha sido su último partido como rojiblanco cuando fue sustituido por Álex López. En la lenta agonía hubo tiempo para que Nano mostrar la frustración estrellando en Masip un remate a bocajarro en casi área pequeña. El Sporting tendrá que reinventarse para buscar el regreso al segundo intento.