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Mi cromo rojiblanco

"Maquinona" entre el barro

Tati Valdés logró dos ascensos con el Sporting y destacó por su físico y su precisión en el pase "Era natural y simpático", dicen sus compañeros

"Maquinona" entre el barro

"Por un jugador así hoy se pagaría oro por él, porque de ese perfil ya estila poco. Era un gran asistente, siempre tenía ese último pase". Juan Eraña fue compañero de Tati Valdés en su primera etapa en el Sporting. Incluso se puede decir que le abrió el camino. "Me sustituyó cuando sufrí una grave lesión de pubis de diez meses", señala. Crisanto García Valdés (Mieres 1947), conocido futbolísticamente como Tati Valdés, jugó en el Sporting entre 1965 y 1980. "La Maquinona", apodo por su gran poderío físico, destacó entre sus compañeros por ser un tipo afable, simpático e inteligente, y por tener también un buen toque. "Tenía mucha calidad y fuerza, y muy buena visión de juego", señala Joaquín, que tomó el relevo al mierense en el centro del campo. "Siempre contaba que en el fútbol lo que había que hacer era acabar bien la temporada los diez últimos partidos, que era cuando había que renovar", recuerda a modo de anécdota.

Tati Valdés -el próximo año se cumplirá una década de su muerte- llegó al Sporting con solo 18 años. Al principio vivía aún en Mieres, y cogía un tren de cercanías todas las mañanas a las 6.20 horas, que le dejaba a las 8 horas en Gijón. Como el entrenamiento en El Molinón no empezaba hasta dos horas después, Tati se dedicaba a pasear por la ciudad. También le gustaba mucho jugar a las cartas, leer novelas y pasar mucho tiempo en el barrio de La Arena, donde le encantaba tomar el vermú.

"Era una persona muy natural e inteligente. Además, era simpático, con mucha chispa, era de los que nos levantaba el ánimo en los malos momentos", recuerda Iñaki Churruca, otro antiguo compañero. "Cuando algún equipo nos superaba, siempre decía que ya llegará el barro, porque ahí tenía una habilidad y precisión especial para moverse, pero no porque fuese un caballo de trote, sino porque tenía una habilidad única en esas condiciones y se adaptaba mejor que nadie", añade. Porque Tati Valdés era de los que dejaba huella cuando jugaba. "Tenía una capacidad y cualidad impresionante para ver el fútbol", comenta Joaquín. "Le motivaba la adversidad y se crecía también cuando teníamos un derbi", apunta Churruca.

Uno de los momentos más curiosos de Tati Valdés fue cuando se le cayó el peluquín que usaba en un remate de cabeza en un partido disputado en marzo de 1975 ante la Real Sociedad en El Molinón, y que además fue televisado. Aunque ese contratiempo se produjo por culpa de que se lo quitaron en una broma que le habían gastado durante la semana Quini y Herrerín, que hizo que esa peluca, traída de Alemania, ya no se fijase igual que antes.

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