Muñiz vuelve a casa. Por cuarta vez lo hará en un banquillo rival. El que fuera central del Sporting en la década de los noventa tomó el pasado verano las riendas del Málaga, un club al que ya ascendió hace una década, en un curso en el que subió de la mano del Sporting. Muñiz, que no ha perdido en sus siete partidos disputados como técnico ante los rojiblancos -cuatro victorias y tres empates-, llega como visitante en un momento delicado para Rubén Baraja.

"Era un central que tenía muy buenas aptitudes, daba cierta tranquilidad en defensa, iba bien de cabeza y no se complicaba. Era consciente de sus limitaciones, por eso jugaba fácil y sencillo", explica Carlos García Cuervo, uno de sus entrenadores en el Sporting. "De aquella no se le veía que fuese a acabar de entrenador. Era poco hablador, pero muy buena persona en todos los aspectos", añade.

La temporada 1989-1990 Muñiz llegó al filial del Sporting en Segunda B. En el banquillo estaba Carlos García Cuervo, que solo duró seis jornadas, ya que la destitución de Aranguren le hizo dar el salto al primer equipo rojiblanco. Fue la primera toma de contacto del técnico con el central, que dos años después daba el salto al primer equipo, dirigido por Ciriaco Cano, y que volvería a encontrarse con García Cuervo en el tramo final de la temporada 1992-1993, tras la destitución de Bert Jacobs.

En total, Muñiz jugó 150 partidos en cinco temporadas en el primer equipo del Sporting, entre 1991 y 1996, momento en el que se fue al Rayo Vallecano, donde jugó tres temporadas, antes de retirarse en el Numancia. Después Muñiz inició una etapa en los banquillos que le ha llevado por el Marbella, Málaga, Racing de Santander, Alcorcón y Levante, con dos ascensos en su balance de éxitos, junto a la permanencia conseguida con el Racing en Primera y la gran temporada en Alcorcón, con el que rozó entrar en play-off de ascenso a Primera.

El pasado verano Muñiz, tras ser despedido el año pasado del Levante -con el que había ascendido-, fue reclutado para devolver al Málaga a Primera. "De jugador tenía mucho sentido común y ahora de entrenador lo mantiene", reflexiona García Cuervo. "Se ve en los resultados que consigue su buen trabajo. Vive para el fútbol, es una persona muy sensata y un entrenador que tiene un caché bueno", apunta antes de recordar cómo entró en el Sporting. "Llegó al Sporting desde el Cánicas, donde estuvo jugando tras hacer la mili. Recuerdo que en verano llegó y estaba un poco barrilín, pesaría casi 100 kilos, pero sudó y sufrió en pretemporada y a base de trabajo, esfuerzo y ser muy aplicado se ganó jugar y llegar a ser un futbolista de Primera", sentencia García Cuervo.