El Sporting vive como su entrenador: en el alambre. Los rojiblancos sumaron, ante el Málaga, la sexta semana sin ganar después de hacer equilibrios de última hora para lograr un punto en tiempo de descuento. Fue la forma de evitar la primera derrota de la temporada en El Molinón, impulsados por un último cuarto de hora de puro amor propio, tras otra bofetada arbitral, y la salvadora aparición de Carmona. No alcanzó para despojarse de las dudas que acompañan tanto al equipo como a Baraja, sino más bien para reafirmarlas de cara a un derbi que puede ser definitivo en dos banquillos heridos.

Sporting y Málaga salieron a no perder y acabaron empatando tras el tobogán de sensaciones en el que se convirtió el partido después del discutido penalti de Álex Pérez a Juanpi. La rabia de que esa misma acción, en área rival, había quedado sin castigo, ayudó, paradójicamente, a que el conjunto rojiblanco no se hundiera en el momento que había empezado a despojarse de las ataduras de vivir más pendiente de cómo parar al rival que de atacarlo. Verse por debajo centró el objetivo en el gol. Llegó por dos veces. Carmona, intranscendente hasta ese momento, protagonizó la igualada. Primero con otro penalti, protestado por los visitantes y, más tarde, para equilibrar un segundo tanto de los de Muñiz, obra del exjugador del Oviedo Koné, al aprovechar en el segundo palo un doble rechace de Mariño. El Sporting, para lo bueno y lo malo, fue fiel a su entrenador desde el inicio hasta el final: nunca se rindió.

La primera parte se convirtió en un puro tanteo entre dos conjuntos tocados, por diferentes razones. El Sporting se presentó en El Molinón sabedor de la importancia del resultado para poner distancia con su peligroso coqueteo con el descenso y para resolver el futuro de su entrenador. Los malacitanos, por su parte, cohibidos por la ausencia de hasta ocho de sus futbolistas, por sanciones o lesiones. Más de la mitad de ellos, piezas claves en el buen inicio liguero.

La entrada en el once de Noblejas e Isma Cerro, debutantes en Liga, renovó la banda izquierda de un Sporting tembloroso en el inicio. Cristian Salvador, a los diez minutos, regaló a Koné medio gol en un fallo de entrega al que el exdelantero del Oviedo no supo sacarle el filo cuando pisó el área. Le siguió la mejor combinación de los rojiblancos en el partido, en una jugada trenzada desperdiciada con un disparo fuera de Djurdjevic. El pacto de no agresión continuó hasta el descanso.Neftali encontró el hueco en la defensa para empatar

El paso por vestuarios le vino bien al Sporting. El equipo se alió con el intenso aguacero que acompañó todo el partido en El Molinón. Bajó el balón y aprovechó el mojado césped para proyectarse hacia la portería rival, seguro de sí mismo. La ambición hizo sumarse al público. La afición volvió a señalar al palco como el principal culpable de la situación en varios momentos del partido, e incluso coreó el nombre de José Alberto como su apuesta para el banquillo. Sin embargo, supo diferenciar los momentos y se volcó con los jugadores a poco que acompañó la propuesta. Seis o siete pases consecutivos y con sentido fueron suficiente para mostrar su agradecimiento. El siguiente en emerger fue Hernán para armar un disparo en la frontal que se fue lamiendo el palo. Iba el minuto 62 y los gijoneses no habían realizado ni un sólo disparo entre los tres palos. Sin embargo, el gol parecía más cerca que nunca.

Dos minutos después, todo cambió. Álex Pérez aplicó sobre el escurridizo Juanpi un manotazo de similares características al de Lombán sobre Djurdjevic en área contraria, tan sólo un rato antes. Sagués Oscoz, en este caso, señaló el punto de penalti. Leschuk quiso ajustar tanto que estrelló el balón en el palo. Juanpi, atento, aprovechó el rechace para mandarla adentro con la tensión añadida de que Mariño llegó a rechazarla. La pelota, sin embargo, ya había sobrepasado la línea de gol. El enfado del Sporting, víctima reciente de errores arbitrales, aumentó. Hernán Santana puso entonces freno a las prisas de unos y otros y sacó uno de esos balones profundos, entre líneas, que le diferencian. Al fondo esperaba Carmona, que notó una mano de Koné a su espalda y se fue al suelo. Sagúes Oscoz, señalado ya por un Molinón en pie de guerra contra el colegiado, tiró por el camino del medio y sacó su lado riguroso para pitar el penalti. Carmona tiró alto, casi al centro de la red, y los gijoneses se volvieron a meter en el partido. Geraldes ya había sustituido a Molinero, aquejado de un golpe, y Neftali a Pablo Pérez, agotado y con una amarilla. Se vio entonces un detalle capaz de definir a este Sporting. La bronca de Baraja sobre el delantero suizo por no ayudar a tapar la salida de balón rival devolvió al equipo a esa tónica de vivir más pendiente de defender, que de atacar. Lo pagó rápidamente.

Leschuk intentó quitarse la espina del penalti, pero volvió a encontrarse con la madera al cabecear un buen centro de Iván desde la derecha, ganándole la partida a un Álex Pérez todavía descentrado por su acción con Juanpi. El siguiente acercamiento fue gol. Renato armó un buen disparo desde la izquierda, Mariño rechazó no sólo ese balón, sino el siguiente disparo que cazó, en esta ocasión, Leschuk, y a la tercera, con Koné solo en el segundo palo, fue para adentro. A falta de once minutos, lo que pudo ser definitivo no fue. Mucha culpa la tuvo el abroncado Neftali, capaz de encontrar la espalda de Pau Torres por primera vez para adentrarse en el área y buscar a un hambriento Carmona, resurgido para convertirse en líder. El balear empujó para empatar y rescatar a Baraja en forma de punto.