El flamante nuevo técnico sportinguista, José Alberto López, se estrenaba ayer como entrenador del primer equipo en El Molinón -ya había dirigido algún encuentro con el filial- tras la victoria en Granada, la primera del año a domicilio. La comunión entre la grada y José Alberto es total, como ya demostraron los aficionados coreando su nombre a modo de petición en el último encuentro liguero en casa, con Rubén Baraja aún en el banquillo. Y lo volvió a demostrar ayer con una sonora ovación cuando el speaker local gritó su nombre por megafonía.

El único momento de la tarde de ayer en que el entrenador ovetense estuvo quieto fue durante el himno sportinguista. Impasible, de pie. "Fue un momento muy emocionante", reconoció tras el encuentro. Muy activo, José Alberto se pasó el partido de pie, fuera del banquillo. El nervioso cruce de brazos fue una mera pose que dio pie a constantes instrucciones a sus jugadores, pidiendo que adelantaran sus líneas y reclamando más presión.

Para el primer encuentro liguero en El Molinón, José Alberto eligió unos pantalones burdeos a juego con el color que impera en la grada. Sí repitió respecto al encuentro de Granada el resto del estilismo: americana azul marino con coderas, camisa blanca y zapatos.

Fueron constantes durante todo el encuentro los giros para dirigirse al banquillo e intercambiar impresiones con el resto de su equipo técnico, sobre todo con su segundo entrenador, Iván Hernández. El hábitat natural del entrenador se le queda pequeño a José Alberto. En cada enérgico aplauso, cada indicación, cada protesta -seguida de reprimendas del cuarto árbitro-, cada lamento por una ocasión perdida -manos a la cabeza mediante- o cada felicitación, el técnico sportinguista expandía su cuerpo más allá de los límites del área técnica.

Los dos volantes son piezas fundamentales en el esquema de José Alberto. Y así lo demostró el técnico. Carmona y André Sousa fueron diana del mayor número de indicaciones, sobre todo en cuanto a la correcta colocación para la salida del balón. A José Alberto no le dolieron prendas para ordenar, a los diez minutos de la segunda parte, dos cambios de una tacada para dar entrada a Blackman y Salvador tras una breve arenga y un choque de manos como muestra de confianza.

Con el gol de Babin llegó la locura al banquillo. Todos los allí sentados saltaron a celebrar el tanto pero, el que más, el propio José Alberto, que llegó incluso a meterse en el terreno de juego, con los brazos en alto. Una imagen que se repitió con el 2-0, donde no quedó habitante del banquillo sin su correspondiente abrazo del entrenador. El gol del Tenerife apenas inmutó a José Alberto, que siguió pidiendo lo mismo a sus jugadores: intensidad, orden y juego. José Alberto tuvo su debut soñado en El Molinón: victoria y comunión total con la afición.