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Con Peybernes y sin calma

El central francés, Cristian Salvador y Aitor completan el entrenamiento del Sporting y quieren viajar hoy con el equipo a Córdoba - "Poned espíritu", pide un aficionado, al que el resto del público afea sus continuas - críticas en una sesión de ambiente crispado

El aficionado crítico con el equipo (a la derecha, de espaldas y mirando hacia arriba), en el momento en el que contesta a los seguidores que reprocharon su actitud durante el entrenamiento de ayer en El Molinón. J. J.

"Hay que poner espíritu". La crítica de un aficionado a los jugadores, a voz en grito, en El Molinón, pasó ayer de anécdota a constante en el entrenamiento del Sporting. Tanto que hizo girarse a José Alberto. El entrenador, con rostro serio, comentó algo con sus ayudantes. El gesto del técnico fue captado por el público. Era la primera vez este año que se entrenaba a puertas abiertas en el municipal gijonés y, temiendo que eso se acabara, el resto de aficionados no dudaron en recriminar al seguidor el excesivo y reiterado celo en sus reclamaciones al siguiente reproche. La jornada, marcada por la aparente recuperación de Peybernes (que lució un fuerte vendaje), Cristian Salvador y Aitor García para la visita a Córdoba, acabó con todos los futbolistas girados hacia la grada ante un jaleo que fue en aumento con el paso de los minutos.

Todo empezó con un ejercicio destinado a trabajar el repliegue defensivo. No se buscaban disparos a puerta, sino la capacidad de la defensa para rearmarse tras una pérdida de balón: había que abortar el contragolpe. "La portería está ahí. Hay que tirar", reclamó, en varias ocasiones, el aficionado que, poco después, se convertiría en el gran protagonista del entrenamiento. Protestas que, algunos, vieron ya como impertinentes. Así se lo hicieron saber. "Calla y déjalos trabajar", se escuchó. "A mí nadie me calla la boca ni me da lecciones de sportinguismo", respondió el seguidor, que encontró el apoyo de un solo espectador entre las casi 200 personas repartidas en la grada oeste del municipal gijonés. Los reproches, de uno y otro lado, fueron subiendo en intensidad. El ambiente empezó a crisparse cada vez más.

"Estos chavales cobran 300.000 euros al año. ¿No se les puede decir nada? Es una vergüenza que con todo el dinero gastado esta temporada estemos donde estamos", argumentó, más tarde, el enfadado sportinguista para justificar su reiteración en las críticas. "¿Por qué no le dice eso a los de ahí?", incidió otro seguidor, señalando al palco presidencial. Aparecieron los aplausos. El entrenamiento se dio por finalizado poco después. Los jugadores, que estaban estirando en el centro del campo, lo hacían ya girados hacia el lado del que provenían los gritos. Cuando los futbolistas tomaron el camino del vestuario, volvieron los aplausos. Incluso el hombre de la polémica aplaudió. Este gesto se entendió entonces como otro desafío más. Y continuó el jaleo entre los asistentes al entrenamiento hasta que cada uno tomó ya el camino de casa. El Sporting, hora y media más tarde de lo sucedido, compartió en sus redes sociales fotos de la fase en la que los futbolistas habían firmado autógrafos a los aficionados que se dieron cita en El Molinón. El club incluyó un mensaje agradeciéndoles su presencia en el campo.

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