El pasado 12 de noviembre, una semana antes del derbi en el Carlos Tartiere, día en el que Baraja caía como técnico del Sporting, El Molinón se hartó. Y en señal de protesta encendió las linternas de los móviles para dar un colorido especial a la grada, mostrar su desencanto, pedir la destitución de Baraja y también la marcha de la directiva. Ayer, en el tramo final, ese movimiento volvió a surgir, de nuevo de forma espontánea, pero con un trasfondo de ilusión y no de lamento como hace seis meses. El Molinón se enchufó con su equipo, apretó al árbitro y al rival en los momentos decisivos, y se subió al barco de creer en un ascenso que hace dos meses cuando el Rayo Majadahonda ganó en Gijón parecía imposible.