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JULIO SALINAS | EXJUGADOR DE SPORTING, ATHLETIC DE BILBAO, BARCELONA, ATLÉTICO DE MADRID, DEPORTIVO DE LA CORUÑA Y ALAVÉS

"En el Sporting disfruté de un cariño y protagonismo que nunca había tenido"

"Cuando me cantaron 'Salinas, Bota de Oro' creí que era de coña" l "Floro me dejó marchar, quería a Luna, y al ficharlo hipotecó al club"

Julio Salinas en un partido con el Sporting Isaac Rubio

Su paso por el Sporting fue fugaz, pero dejó huella. Hace 25 años, a finales de agosto de 1995, se hizo oficial el fichaje de Julio Salinas (1962) procedente del Deportivo. En enero de 1997 puso rumbo a Japón. Pero en medio se ganó el cariño de la afición tras lograr 28 goles como rojiblanco.

- ¿Cómo se fraguó su fichaje por el Sporting?

-Se marchó del Deportivo Arsenio y vino Toshack. Con él vino un chico de La Coruña y me hicieron "bullying" desde el primer momento. A pesar de la competencia, había marcado muchos goles en el Deportivo pese a no tener muchos minutos. Tenía una cláusula, que también puse en el Sporting, que si marcaba un número de goles renovaba. En verano ya no jugué la Supercopa, que la ganamos, y vi que no iban a darme bola y me hicieron entrenar aparte. Tuve algún enfrentamiento con el segundo del Dépor y la situación era muy difícil. Javier Clemente me dijo que si quería tener alguna posibilidad de ir a la Eurocopa del 96 tenía que demostrar que era el mejor. Me llamaron y me dijeron que tenía la posibilidad de ir al Sporting. No me lo pensé y se lo fui a decir a Toshack, pero mi sorpresa fue que querían que pagase para irme, pese a que había llegado gratis con más de 30 años. Y al final el Sporting tuvo que pagar 40 millones de pesetas por mí (240.000 euros).

- ¿Aún se emociona al recordar aquel "Salinas Bota de Oro" que le cantaba la afición del Sporting?

-Fue algo raro. Llegué con casi 34 años (los cumplía quince días después de fichar) a Gijón. Tenía algo de recelo, sabía que iba a un sitio hostil, en el sentido de que era un equipo de cantera y chavales, aunque había algún veterano como Giner. Se me pasaba por la cabeza que la gente pensase que venía a robar y a trincar. Pero fue una experiencia buena, traje conmigo a mi novia a Gijón, era a la primera ciudad que me acompañaba. Y cuando llegué al primer entrenamiento y me cantaron "Salinas Bota de Oro" pensé que lo hacían de coña, que se estaban cachondeando de mí. En mi primer o segundo partido ya le marqué dos goles al Albacete, uno de ellos con la mano (ríe). Y se convirtió en un clamor. Me cantaban eso en El Molinón, y fuera de casa me cantaban "Bota de Mierda".

- ¿Cómo resumiría su paso por el Sporting?

-Teníamos un equipo bastante majo, con gente de calidad como Velasco, Marcos Vales, Villarroya, Tomás o David Cano, mezclado con los extranjeros Nikiforov o Lediakhov. La experiencia fue inmejorable. Me encontré como nunca. Fui protagonista, crack, parte importante de ese equipo. Anteriormente en el Barça fui muy querido, con unos inicios muy malos; en el Deportivo la gente quería a Claudio; en el Athletic y el Atlético no soy parte significativa para la afición, pero en el Sporting viví un cariño y un protagonismo que nunca había tenido. Hice mi mejor temporada, con 22 goles, 18 de ellos en Liga, y sin tirar penaltis. Fui el máximo goleador nacional y pude ir con la selección. Luego nos eliminó en penaltis Inglaterra, en un partido que me anularon un gol legal.

- ¿Cómo fue su salida? ¿Se arrepiente de haberse ido solo año y medio después de llegar?

-Me planteo muchas veces qué hubiera pasado si me hubiera quedado. Había renovado automáticamente por los goles marcados. Cuando llegó Benito Floro al banquillo ya iba a cumplir 35 años. Seguía teniendo esa cláusula de que si marcaba más de diez goles renovaba automáticamente. Me llamó un intermediario para decirme si quería irme a un equipo japonés. Estaba muy contento en Gijón. Pero me llegó otra opción de irme a Japón con Azkargorta al Yokohama Marinos. No quería ser una carga para el Sporting, ni acabar mal, por eso le planteé la situación a Benito Floro, esperando que me dijese que era importante para ese proyecto. Pero su reacción fue que ningún problema, que me fuese y hablase con el club. Me veía en un segundo plano y que posiblemente fuese mejor marcharme. Al final dejé beneficio al Sporting en el traspaso, respecto a lo que había pagado. En Japón me encontré muy bien y cuando volví al Alavés aún jugué y nos clasificamos para Europa. Por eso siempre pienso qué podía haber pasado si hubiera seguido más tiempo en el Sporting.

- ¿Le molestó que no hiciesen más por retenerle?

-El club era un mandado, cedió por lo que le llegó del entrenador. Pero Benito Floro valoraba más a Yekini, y ya tenía a Luna en su mente, como luego se vio. Y fue un fichaje que acabó arruinando al club, fue un refuerzo bomba que no dio ningún resultado. Aunque entiendo que el entrenador tuviese otra idea y pensase en algún jugador más joven como él.

- ¿Se planteó volver?

-Al año siguiente, en enero cuando estaba en Japón y acabó la temporada, tenía mucha amistad con Luismi, que era delegado, y vivía en Gijón donde yo. Le dije que si tenían necesidad que volvía, pero ya era más complicado y no surgió esa posibilidad.

- Hablaba del error de fichar a Luna. Después llegaron otros delanteros como Kaiku, que tampoco funcionó. Y en 1998 llegó la peor época del Sporting, con el descenso a Segunda y diez años en esa categoría.

-Bajar es un palo. Pero lo más importante es cómo llevas la dirección. Las equivocaciones las pagas. No es cuestión de tener una base de socios y de afición. Cuando se gasta un dineral para fichar gente que no funciona se acaba pagando. Y Luna costó 300 millones de pesetas (1,8 millones de euros). En aquella época era muchísimo para un jugador desconocido, que venía del Albacete. Eso fue hipotecar al club económica y deportivamente. Hasta ese momento había un equipo bien estructurado, con extranjeros de fuera como Nikiforov, Lediakhov o Cheryshev que funcionaban. Se rompió el equipo y el modelo y se pagó.

- Guarda relación con Gijón y el Sporting por su pasado en el club y por ser el tío de la mujer de Carmona.

-Voy muchas veces a Gijón. Me une mucho con la ciudad. No porque tenga a mi sobrina y a Carmona. Mantengo a muchos amigos allí. Gijón es un sitio que me encanta. Fue un palo para mí estos últimos años del Sporting. Estaban genial con Abelardo en Primera, fue una pena que bajasen. Le pasó algo parecido a Carmona, porque cuando aquel descenso tuvo ofertas para irse a un equipo de Primera, pero no le dejó marchar, igual que sí hizo por ejemplo con Cuéllar. Se fue gente importante y se resintió el equipo.

- ¿Qué necesita el Sporting para volver a Primera?

-Ha perdido una oportunidad bastante buena este año. Sin hacer una temporada tan brillante, casi una victoria más este año, como ganar el derbi al Oviedo, hubiera sido suficiente. No he visto muchos partidos durante el año y no puedo opinar en profundidad. La Segunda es cada vez más complicada, hay rivales mucho más duros. Cada vez hay más equipos naturales de Primera. Y al final acaban subiendo los que menos se esperan. Es más necesario que nunca acertar en fichar bien y barato.

- Entre los dos delanteros del Sporting de la temporada pasada hicieron once goles. ¿Qué les falta a los atacantes de ahora de aquel Salinas goleador de los ochenta y noventa?

-Ahora se marcan muchos más goles que antes. El VAR da muchos más penaltis, los defensas ya no zurran tanto como antes a los atacantes, y ahora la cultura es de jugar más al fútbol, de tener un buen trato de balón. Entre los dos delanteros tienen que hacer 30 goles. Sin eso se va mal. Para ser delantero referente de un equipo como el Sporting hay que meter al menos 15 goles.

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