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PASE AL HUECO

El día de la marmota

La falta de movimientos en un equipo que repite atonía

El día de la marmota

El primer partido oficial de la era David Gallego habría sido una prolongación calcada de la anterior temporada si no fuera porque a Djurdjevic le dio por marcar un gol en vez de fallar el cien por cien de los intentos y porque Pablo García, un chaval de la casa con ganas de comerse el mundo, demostró con creces que tiene cabida entre los mayores, que no necesariamente mejores. El resto fue más de lo mismo, el apoteósico día de la marmota en la ribera del Piles: un equipo plano que no tiene muy claro cómo ganar, con una defensa aseada, un centro del campo dependiente de los chispazos que tenga (o no) Manu García y una delantera que empuja más que golea. Lo dicho, nada nuevo bajo el sol.

Aunque sería muy injusto pedirle algo meritorio al entrenador debutante, el único de toda la categoría que ha tenido que empezar el curso con la herencia intacta. A nadie se le escapa que, con estos mimbres, no hay más cesto que la permanencia, como ya ha quedado suficientemente acreditado. ¿Estamos por lo tanto ante el primer proyecto de la historia cuya máxima aspiración "oficial" es evitar el descenso a Segunda B? De ser así, ¿dónde se encuentra actualmente el nivel de autoexigencia del club? El argumento del impacto económico por la crisis del coronavirus es válido, sí. Pero también para casi todos los demás, por mucho que tengan una menor merma de ingresos por los abonos.

Así que todas las miradas de aquí al 5 de octubre, cuando se cierre este extraño mercado, deben estar puestas en Javi Rico, que sigue inédito como director deportivo, aunque ya ha cobrado varias mensualidades. En principio, lo debería tener fácil porque parece imposible que alguien haga bueno a Torrecilla. Pero que se ande con ojo porque el salmantino, negado con los fichajes, al menos tenía cierta habilidad con las salidas e incluso les sacaba rendimiento económico. Este verano, de momento, ni lo uno ni lo otro (las pacientes gentes rojiblancas siguen a la espera de que algún movimiento permita de una vez el aterrizaje de Mboula, el único clavo al que agarrarse a mediados de septiembre).

Algún mensaje a navegantes envió ayer el técnico, que se mostró más reacio a hacer cambios que un gato a darse un baño, dejando claro que al armario le faltan chaquetas. Cierto es que no estaba capacitado, por diferentes circunstancias, a mover algunas fichas. Pero también es cierto que renunció a hacer lo que sí podía. Contar con caras nuevas no es una opción. Es una obligación.

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