Llegó a final de su etapa de juveniles a Mareo. Su padre había sido directivo bajo la presidencia de Manuel Vega-Arango. “No sé si me benefició o perjudicó, pero la oportunidad de jugar me llegó porque la gané”, confiesa Entrialgo. Sus primeros minutos oficiales llegaron en la temporada 1984-1985, con tres citas de Copa del Rey, una de ellas el 12-0 al Siero, en el que marcó, y que supone la mayor goleada de la historia del Sporting en partido oficial. También jugó en la Copa de la Liga el curso siguiente en el Camp Nou. De esa competición guarda como recuerdo el título que logró con el Sporting B en Segunda B. “Jugamos al año siguiente ante el Betis, empatamos sin goles en casa y a cuatro allí. Perdimos en los penaltis. Nadie contaba con nosotros, hicimos un gran partido, y hasta perdimos el avión de vuelta por la prórroga”, rememora.
En su salto al primer equipo estuvo tres cursos, el segundo cedido en el Lleida en Segunda. “Iba a repetir, pero Aranguren insistió para que me quedase. No me acompañó la suerte”, relata. Después de dejar el Sporting jugó en el Villarreal y en el Langreo. Se retiró relativamente joven y empezó a trabajar en una empresa de armarios empotrados. Hasta que hace un lustro montó su propio negocio, de la misma línea, junto a seis compañeros.
Roberto Entrialgo debutó en Liga en un partido en el que ocho de los once jugadores del equipo titular Sporting eran asturianos. Jiménez, Narciso y Kevin Moran eran los únicos foráneos. “Pero Jiménez llegó de chaval, era uno más”, enfatiza antes de relacionar esta circunstancia con lo que ahora muestra el equipo de Gallego: “Veo al Sporting de este año y me ilusiona. Si son capaces a mantener esa idea, dando oportunidad a los chavales, nos irá muy bien”. Y reclama paciencia para conseguirlo: “Un futbolista se hace jugando partidos, si tienen esa continuidad se hacen futbolistas. Y si además aciertas y acompañan los resultados, como sucede ahora, pues mucho mejor”.