En una noche para perros, con un diluvio cayendo sobre el césped de El Molinón Enrique Castro ‘Quini’, acompañado por fuerte rachas de viento, el Real Sporting trataba ante el colista Albacete, resarcirse de la dolorosa derrota con remontada incluida ante la UD Las Palmas.

Se presentaba el equipo manchego con numerosas bajas, como el rival propicio para pagar los platos rotos en Gran Canaria, con seis jornadas seguidas sin ganar y cuatro derrotas en los últimos cuatro partidos disputados. Sólo una reunión in extremis de la plantilla albaceteña, había salvado la cabeza del ex del Real Sporting, López Garai. Quien sí había presentado su dimisión durante la semana, había sido el director deportivo, Mauro Pérez.

La ausencia de última hora de Cumic, por un inoportuno virus que ojalá nada tenga que ver con el maldito coronavirus, unido a las molestias de Guille Rosas y Pedro Díaz, obligaron a David Gallego a efectuar las rotaciones que hasta el momento había evitado. De hecho, por cambiar, cambió hasta la disposición táctica, pasando a jugar el Sporting con un 4-4-2.

Con Pelayo (Bogdan sigue de momento KO, precisamente por el Covid) en el lateral derecho, entraron también Gaspar en el puesto de interior derecho y Alvaro arriba, acompañando a Uros. Javi Fuego por su parte quedaba en el banquillo, siendo la pareja en el centro del campo para Gragera y Manu García.

Quiso el Albacete empezar fuerte, y a fe que lo hizo. No se había cumplido el minuto 2 cuando estuvieron los visitantes muy cerca del gol, salvando Borja con su cuerpo un remate que parecía irse para adentro, después de que un inoportuno resbalón del central rojiblanco, fuera el origen de la acción.

Fue sólo un espejismo, porque muy pronto se empezó a ver el guion esperado: un Sporting dominando y un Albacete a la espera de otra oportunidad que poder aprovechar. Sin embargo, las ocasiones para los rojiblancos se resistían a llegar. Convenía en todo caso cuanto antes que el partido se pusiera de cara, habida cuenta de que el estado del terreno de juego, tal vez no aguantase todo lo que sobre Gijón estaba cayendo. Y en un campo resbaladizo y pesado, la mayor calidad de los locales podía verse difuminada.

Un disparo de Gaspar a las mismas nubes que arrojaban calderos de agua, tras asistencia de Alvaro, cuando se cumplía el primer cuarto de hora, fue lo más destacado hasta ese momento para los locales.

El partido comenzaba a adolecer del ritmo que más le convenía al Sporting. El Albacete se limitaba a esperar atrás, bien plantado, con únicamente el siempre peligroso Zozulia como referente arriba. A los de David Gallego les costaba llevar el balón hasta zonas de peligro, aunque no por ello perdían la paciencia. En ese sentido, Manu García era quien más buscaba con sus apariciones, ayudar a los suyos a tomar definitivamente las riendas del partido.

Una buena internada de Djurdjevic en el minuto 29, con pase atrás, se encontró en primer lugar con el fallo de Alvaro, quien no pudo conectar el disparo, y después con el de Gaspar, quien en posición favorable, volvió a rematar alto. Quizás el error inesperado previo de su compañero, hizo que el canterano no se esperara que el balón llegase a sus pies.

Mariño tuvo que intervenir a fondo en el minuto 37, cuando un centro de Fuster desde fuera del área, se envenenó contra su portería, tras botar sobre un césped cada vez más rápido.

Un disparo de Djurdjevic (de los mejores durante el primer tiempo), desde la frontal del área cuando se cumplía el tiempo reglamentario, y que se fue fuera por poco, fue la última ocasión que dispuso el Sporting para haberse ido al descanso con ventaja. Le quedaba todo un segundo tiempo para intentar lograr esos tres puntos que necesitaba a toda costa, si quería seguir manteniéndose pegado a esas primeras cuatro posiciones que el propio David Gallego, en la rueda de prensa previa al partido, había señalado como objetivo.

Volvieron los dos equipos sin cambios al terreno de juego, con la buena noticia de que la lluvia había dejado de caer sobre el mismo. No obstante, una vez más el drenaje de El Molinón demostró que es ya no de Primera, sino de auténtica Champions.

Rozando el minuto 50, un centro fantástico de Pelayo, encontró a Uros en el centro del área albaceteña, girando demasiado el cuello en su remate el serbio y yéndose el balón fuera de los tres palos.

Un nuevo chaparrón comenzó a caer a la vera del Piles, pero el Sporting parecía no dispuesto a que se repitiera el jarro de agua fría que recibió en tierras canarias.

Con Pelayo hinchándose a meter balones al área desde su banda, el Sporting había encontrado una vía de agua, nunca mejor dicho, sobre la que incidir una y otra vez. Pero necesitaba también de la otra banda, por la que le costaba más profundizar.

Tuvo Alvaro una doble ocasión en el minuto 56, encontrándose por dos veces con la oposición de Tomeu. Por ocasiones y por juego, el Sporting estaba mereciendo el gol. No se podía en todo caso confiar de un peligroso Albacete encerrado atrás, pero que cada vez que entraba en contacto con el balón, lo hacía con bastante sentido.

Cumplido el minuto 65, David Gallego introdujo un doble cambio. Se fueron al vestuario (literalmente y no muy satisfechos) Alvaro y Aitor, entrando Javi Fuego y Pablo Pérez. De este modo Manu García se colocaba en la posición en la que mayor daño hace: la de mediapunta. El problema es que el césped comenzaba ahora sí a dar muestras de no ser capaz de absorber todos los litros de agua que estaban cayendo. Y eso no es algo que a priori favorezca a la joya de Mareo, aunque el guaje seguía intentándolo. El partido entraba así en un momento muy complicado y de máxima incertidumbre para los sportinguistas.

En el minuto 72 se produjo el tercer cambio en las filas del Sporting, saltando Carmona por Gaspar, a un césped cada vez más inundado. El mallorquín se dejó ver nada más salir, con un buen centro que Gragera no acertó a resolver.

Los minutos iban pasando y la dificultad para conducir el balón iba en aumento. La única opción que quedaba era jugar por arriba, evitando cualquier tipo de juego raseado. El Sporting quizás debería haber sido más ambicioso cuando el campo todavía estaba para jugar al fútbol. Ahora, con apenas diez minutos por delante, le quedaba sólo apelar a la épica y confiar en que ésta no se aliase con su rival.

Pudo sonreírle la fortuna al Sporting, cuando Uros conectó un potentísimo disparo desde fuera del área, tras un buen control, pero al que respondió Tomeu con otra intervención para su videoteca personal. Era el minuto 85 y hubiera sido un tanto de bandera.

Con tres minutos de descuento que no sirvieron para desequilibrar ya el marcador, se llegó al final del partido con un empate sin goles que sin duda sabe mejor a los visitantes (que abandonan con él el farolillo rojo) que a los locales, quienes probablemente merecieron mejor suerte. Tercer empate por tanto para el Sporting en El Molinón, que sigue siendo el único campo de la categoría donde el equipo local no conoce la derrota. Pero evidentemente se esperaba más frente a un colista diezmado y tocado. No se contaba con la caprichosa lluvia.

Alcanza así el Real Sporting los 28 puntos, quedando quinto en la clasificación. Inevitable la sensación entre la parroquia rojiblanca de que en los últimos dos encuentros, se han dejado escapar un buen botín de puntos. Toca recuperar parte del terreno perdido este mismo domingo, ni más ni menos que frente a todo un Espanyol, en lo que será otra prueba de fuego para este equipo de David Gallego, que a pesar de algunas dudas, sigue ilusionando. Por algo será.

Post Scriptum: interesante la reflexión ofrecida durante la retransmisión televisiva del partido sobre lo que ha significado la introducción del VAR en la labor de los asistentes de banda. Quién sabe si en un futuro no muy lejano, de la misma forma que ahora no se ven espectadores en los campos, dejen de verse también banderines corriendo por las bandas.