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Así prepararon los jardineros el césped de El Molinón para hacer frente a la tromba de agua en el Sporting-Albacete

“Fue terrible la cantidad de agua que cayó, el césped respondió, pero el invierno será largo”, resaltan los encargados del verde gijonés

Un acción del Sporting-Albacete entre el agua. Marcos León

La tromba de agua pilló por sorpresa a los protagonistas y aficionados. Nadie esperaba un diluvio así ante el Albacete. Salvo los encargados del mantenimiento del césped de El Molinón. “Teníamos esa previsión y ya pinchamos el campo durante la semana aportando arena. Estéticamente se pudo ver peor, pero algo era necesario”, cuenta Ana Rodríguez, ingeniero técnico de Jarpa, la empresa que se ocupa del mantenimiento del césped del estadio gijonés. “Fue terrible la cantidad de agua que cayó, nunca había visto algo así en quince años, es normal que hubiese charcos, pero el césped respondió muy bien”, añade.

David Gallego, al término del partido ante el Albacete, mostró su sorpresa porque ya en el primer tiempo hubiese agua acumulada. Una situación que Ana Rodríguez explica que es normal: “La velocidad de filtración es muy buena en El Molinón, pero hay un momento que ya no lo asume, como sucedió en este partido”. Lo que considera un hecho excepcional lo refrenda con el estado que presentaba el jueves el terreno de juego. “No se veía tan castigado, pero es cierto que la lluvia perjudica a su recuperación. El invierno será largo, y más ahora que se jugarán dos partidos seguidos aquí. Pero es algo con lo que se cuenta todos los años”, señala.

El Molinón, caracterizado históricamente por ser como una alfombra, presenta ahora con una imagen diferente desde hace cuatro años, que hace que muchos aficionados aprecien que ya no tiene esa misma fortaleza. Esa circunstancia se debe en primer lugar a que hace ya bastantes años que no se hace una renovación de perfil, ya que lo más inmediato que se acometió fue un resembrado hace dos años.

El otro problema se explica por el cambio de criterio de la Liga, por el tipo de semilla que se planta. “Aquí se pasó de sembrar un tipo, que era poa annua, a hacerlo con raigrás. Con la primera se levantaban tapetes, pero se recuperaba mejor y se llevaba también de forma más favorable la sombra del invierno, aunque en verano se producían más enfermedades. Ahora es más uniforme, pero cuesta más recuperar”, sentencia Rodríguez.

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