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Joaquín, anfitrión de la cordialidad en Mareo: así fue el ambiente en el palco durante el "miniderbi"

El exjugador del Sporting, nexo de unión en el palco con la expedición azul en un ambiente distendido

Joaquín Alonso charla con César Martín y David Mata, en el palco del campo número 1 de Mareo, con Francesc Arnau justo delante. | Ángel González

Quizás estuvieran recordando los tiempos en que iban juntos al instituto, o simplemente comentando como calaba el frío y la lluvia en Mareo, o hablando con naturalidad de fútbol. Pero cualquier momento es bueno para charlar con Joaquín. El jugador con más partidos en la historia del Sporting, y actual responsable de relaciones institucionales, fue uno de los artífices principales para recuperar las relaciones entre Sporting y Oviedo. Ayer habló largo y tendido con su amigo Manuel Paredes, al que ya conoce desde sus tiempos mozos. Con total normalidad y naturalidad, Joaquín, acompañado en el palco de Paredes, César Martín, David Mata y Francesc Arnau, los representantes azules en Mareo, disfrutaron de un “miniderbi” a puerta cerrada, pero que no defraudó en pasión.

Hubo mayoría azul en el palco. El grueso de la parte rojiblanca, como suele ser habitual en los partidos del Sporting B, se situó en el extremo de la grada, para la parte más cercana al campo número 2. Ahí estaban Javi Rico, Noé Calleja, Fernando Losada, Manolo Sánchez Murias y más tarde se unió el técnico David Gallego, una vez finalizó el entrenamiento del primer equipo. Losada, al descanso, también intercambió una amplia conversación con César.

El derbi de filiales de Segunda B se disputó mientras se ejercitaba en un campo anexo también el juvenil rojiblanco. Para empezar, una anécdota, los jueces de línea eligieron cambiar de banda. El protagonismo arbitral se mantuvo. Primero al caérsele al colegiado el bote del spray, que le recogió el delegado del Sporting B. Sin público, jugadores y cuerpo técnico son protagonistas con sus gritos. Los de ánimo y los de crítica a los árbitros. “Es la última vez que vengo a avisar”, dijo el colegiado a la expedición azul, molesta tras anularles dos goles en el primer tiempo.

Emilio Cañedo, nervioso, fue advertido por el árbitro en un par de ocasiones. “Más vigilancia, estamos tranquilos”, reclamó a sus jugadores. “No nos la jugamos”, advirtió Samuel Baños a los suyos a escasos metros, mientras diluviaba sobre Mareo y el campo se ponía cada vez más impracticable. Esa circunstancia, sumada a los rayos y truenos, animó también a los suplentes. “Vaya como ruge El Molinón”, se escuchó entre la zona de los jugadores rojiblancos.

A puerta cerrada y en cualquier categoría, un derbi sigue siendo un derbi. La rivalidad se nota. No es un partido más. Todos los tienen señalado. Cualquier decisión es discutida, los detalles se trabajan más que nunca. Y cuando la fortuna sonríe se celebra a lo grande. El gol del Oviedo desató la locura. Todos fueron a la esquina donde marcó Vanderson para celebrarlo. Retumbó esta vez Mareo no con truenos, sino con gritos de celebración de la expedición azul, que al final del partido se hizo la foto de rigor para inmortalizar otro “miniderbi” ganado.

Y en ese instante, con el pitido final, después de un ambiente inmaculado, con la tensión y piquilla lógica, se produjo el momento más desagradable, con un pequeño conato de trifulca entre Christian Joel y algunos jugadores del Oviedo, que no fue a más, ya que se calmaron los ánimos, Así se puso el cierre a un duelo de rivalidad peculiar, pero que volvió a tener el mismo color de las últimas ocasiones: el azul.

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