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Eloy, con Gijón siempre al fondo

El delantero, el debutante más joven con el primer equipo, se vio obligado a abandonar tres veces el Sporting en contra de su voluntad

Eloy Olaya muestra una camiseta de su primera etapa de futbolista del Sporting, en la zona de La Providencia. | Ángel González

Eloy Olaya no solo es gijonés de nacimiento (28 de noviembre de 1979), sino por convicción. Por él, nunca se hubiese marchado de su ciudad, pero llegó un momento en que vio que era lo mejor para él y para el Sporting. Su segunda salida tuvo que ver con las preferencias de Benito Floro. Y la tercera, y cree que definitiva, dejó la imagen de un Eloy desconsolado en la sala de prensa de Mareo, obligada por la situación crítica del club en 2005. Se fue del Sporting, pero sigue ahí, muy pendiente del club de su vida, ahora en una cabina de radio desde donde ve un equipo que le vuelve a ilusionar. Tan entusiasmado como aquel día en que, con 15 años y 148 días, se convirtió en el debutante más joven con el primer equipo.

“Soy del barrio de Capua y pegué mis primeras patadas al balón en la plazuela de San Agustín y en la playa de San Lorenzo”, señala Eloy sobre sus inicios, marcados por la tradición familiar: “Mi padre, Diego, había jugado en el Aboño, en Regional, y desde muy pequeño me llevaba a El Molinón. El primer recuerdo es el del ascenso a Primera de 1970. Tengo una foto de ese día con mi padre en el fondo del Piles. Nos poníamos en una de las barandillas antiavalancha para protegerme. Luego, cuando reformaron la Tribunona, pasamos para allí”.

Eloy disfrutaba como espectador, pero mucho más sintiéndose protagonista: “Iba a ver a mi hermano, que jugaba de portero en el Inmaculada, pero me pasaba más tiempo golpeando el balón contra un muro, alternando la derecha y la izquierda, o peloteando con otros críos en la cancha de balonmano”. Con 7 años empezó a jugar en el equipo de pista del colegio, con 10 pasó al de campo y como infantil dejó su sello: 60 goles en una temporada. Ya entonces procuraba seguir los dos únicos consejos de su padre para progresar en el fútbol: humildad y goles.

Su cantado paso al Sporting llegó con suspense: “Recuerdo que estaba enfermo, en la cama, y vino a casa Fernández, ‘el Negro’, pero me quedaba una temporada en infantiles y mi padre prefirió que siguiese un año más en el Inmaculada. No me importó porque así seguía con mis amigos”. Pasado ese trámite, en 1979, las puertas de Mareo seguían abiertas para un chaval que ya estaba en boca del Gijón futbolístico. “Entré directamente el juvenil A, con Javier Sanz. Otro mundo, con entrenamientos físicos por la mañana, con Pepe Llaneza, y a veces doble sesión”.

Apenas habían pasado cuatro meses, a finales de noviembre, cuando hizo historia: “Estaba en clase y llamaron al colegio para decirme que tenía que ir a entrenar porque al día siguiente había partido de Copa en Mieres contra el Turón. Novoa tiró del juvenil porque el B también jugaba la Copa y no podía llevar a nadie. La anécdota fue que llegué tarde a la salida del autobús en El Molinón. Mi padre trabajaba y tuve que ir en la línea Pumarín-Somió. Se retrasó y llegué corriendo, un par de minutos tarde. Me dieron una ovación”.

Tras digerir su repentina fama, incluso entre sus compañeros de estudios, Eloy alternó el juvenil con el Sporting B, hasta que tres años después, el 10 de noviembre de 1982, tomó la alternativa en Primera División, en El Sadar frente a Osasuna (2-1). “Entré en el 88 por Abel y Boskov volvió a llamarme en febrero, para jugar contra el Madrid en el Bernabéu. Sustituí en el minuto 32 a Ciriaco, que jugó su último partido con el Sporting”. Eloy se asentó como titular en la segunda temporada de Boskov y fue indiscutible en las tres siguientes, con Novoa, y con un compañero de ataque especial.

“Quini fue un maestro increíble”, resalta Eloy. “Con él aprendí a colocarme, a moverme en el área, a rematar. Novoa nos lo decía: mirad a Quini. En los entrenamientos hacíamos muchos ejercicios de finalizaciones ante la portería”. Eloy disfrutó de un Sporting todavía pujante, de partidos de la UEFA frente al Milán y el Colonia, pero también del inicio de la cuesta abajo: “Por la situación económica, cada año había que vender a alguien. Un año fue Maceda, al siguiente Mino. Después se comentaba que tendría que ser Ablanedo o yo”.

“En 1986 tuve una oferta del Atlético de Madrid, pero llegué a un acuerdo con Vega-Arango para seguir”, señala Eloy, que en 1988 vivió un verano muy ajetreado: “Se rumoreó que había un acuerdo con el Barcelona por 100 millones de pesetas, pero cuando estaba con la selección en la Eurocopa me dijeron que me iba al Valencia”. Fue al final de una temporada difícil para él, “la peor en juego y goles” con el Sporting: “Había muchos rumores, decían que lo del Barça se había roto porque yo pedía mucho dinero”.

Tras siete años en Valencia, a Eloy le llegó la oportunidad de volver a sus orígenes: “Cuando me llaman del Sporting no me lo pienso. Estaba feliz por volver a casa. Sabía la exigencia que iba a tener aquí, pero ya llevaba diez temporadas de profesional y el futbolista tiene que saber vivir con eso”. Después de una primera temporada en la que contó con la confianza de dos entrenadores (Rezza y Novoa), la llegada de Benito Floro aceleró el final de su segunda etapa: “Yo no quería marcharme, pero tenía en el contrato una cláusula por partido y vi que no llegaba”.

Tras cerrar su carrera en el Badajoz, reclamado por Antonio Maceda, amagó con dedicarse a los banquillos: “Novoa me ofreció el cadete del Sporting. Me gustaba, pero por circunstancias del club tuve que hacerme cargo de Mareo y después de secretario técnico”. En esa etapa tomó una decisión que aún se le recuerda: “Yo tenía clarísimo que Marcelino era el entrenador ideal del primer equipo, pero era una apuesta arriesgada porque venía de un descenso a Tercera con el filial. Aquello me quitó años de vida porque estás en tu equipo de siempre, de tu ciudad, con una responsabilidad muy grande”.

“También en el club había dudas con Marce”, reconoce ahora Eloy, que añade: “Pero en cuanto le vieron cómo entrenaba, se acabaron. A la semana de empezar me llamó Vega-Arango, que los veía desde su despacho todos los días, para decirme que era un acierto tremendo”. Dos años después, obligado por el proceso concursal, Eloy tuvo que decir adiós por tercera vez al Sporting: “Me fui pensando que podría volver, pero ahora ya lo descarto”.

Quince años después disfruta el Sporting de otra manera: “Estoy cerca del club, sufriendo, pero no como cuando estaba dentro. Estoy feliz porque veo un equipo con el que me identifico, algo que no me pasaba hace tiempo. Puede gustarte más o menos, pero el equipo tiene las cosas claras y sabe a lo que juega. Tiene una mezcla de futbolistas con experiencia, comprometidos, y chavales con un gran futuro. Me recuerda a la temporada del ascenso con Abelardo. David Gallego me parece una persona muy cuerda y coherente. El objetivo tiene que ser queda entre los seis primeros. Y hay más cosas positivas en el club, como la vuelta de Joaquín, una persona muy valorada a nivel nacional”.

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