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Segunda División | Los equipos asturianos

La historia de Eraña hijo: "Me fui del Sporting porque quería ser titular"

Iñaki Eraña, la pasada semana, junto al campo del Veriña. | Marcos León

El padre de Iñaki Eraña, Juan, dejó en 1962 su Erandio natal para jugar en el Sporting y se quedó en Gijón para siempre. Por eso Iñaki nació (3-6-65) y creció en el barrio de La Arena, siempre con un balón por el medio, en la calle o en la playa cercana. Por genes y constancia estaba destinado a vestir la camiseta del Sporting y lo consiguió, pero quizá no todo lo que le hubiera gustado. Después de tres temporadas en el primer equipo tuvo que buscarse la vida fuera.

No se lamenta de nada, ni siquiera de la exigencia de una afición que empezaba a echar de menos los éxitos continuos de la edad de oro. Si acaso, le quedó un mal sabor de boca de su último paso por Mareo, como asesor del consejo, pero no quiere hurgar en la herida.

Cuando era pequeño jugábamos en la carretera y parábamos cuando venía un coche”, señala Eraña, que protagonizó alguna trastada a un amigo de su padre: “A Uribe le rompimos de un balonazo un cristal de la pescadería que tenía en la calle”. De los partidos entre amigos pasaron a “cuadrilla contra cuadrilla, o barrio contra barrio”, hasta que Pepe Lavandera lo captó para su equipo en un torneo de fútbol sala en la Feria de Muestras. Hasta que, con 11 años, le llegó la llamada del Sporting: “En alevines jugábamos en los depósitos de Roces, con Joaquín Vega y Uribe de entrenadores.

Se cambiaban en unos casetones metálicos y se duchaban con agua fría, pero disfrutaban. “Es que jugaba con un grupo de amigos, como Luismi, Alperi, Chus Abad o Luis Roza”, señala Eraña, un apellido que nunca le pesó a Iñaki: “Hasta juvenil ni reparé en ello. Además, mi padre casi nunca pudo ir a verme porque trabajaba en la ferretería. Eso sí, me llevaba a entrenar al Grupo para mejorar la técnica con la zurda”.

Sus tres temporadas en el juvenil completaron una etapa de formación que le llevó al último peldaño de la escalera, el filial: “Debuté con el Sporting B en Atocha, frente a la Real Sociedad de Elduayen, Zúñiga, Iturrino... Fue una temporada bonita, en una Segunda B muy dura, con solo dos grupos”. Mientras llamaba a la puerta del primer equipo, en la posición de mediocentro, no olvidaba su faceta de hincha: “Estuve en las dos finales de Copa, en Madrid con mi padre y en Valladolid con unos amigos”.

Pronto, muchos de los jugadores a los que admiró desde la grada los tuvo como compañeros: “En la temporada 86-87 pasé al primer equipo, pero no llegué a debutar y en diciembre me fui cedido al Recreativo. Sabía lo que había, estaban ahí Joaquín, Mesa, Esteban, Tino y Jaime. En Huelva, con Víctor Espárrago, jugamos el play-off de ascenso a Primera. No subimos, pero volví a Gijón reforzado”.

La marcha de Mesa y la llegada al banquillo de Novoa también benefician a Eraña, que debuta en Mestalla el 1 de noviembre de 1987, sustituyendo a Juanma en los últimos minutos: “Ya había jugado en Valencia la temporada anterior, con el Recreativo, con el campo lleno. Fue más especial mi primer partido como titular en Mallorca, aunque perdimos 2-0. Ahí sí que estuve un poco nervioso, aunque era una gozada jugar en un equipo con gente de la cantera, salvo Espinosa”.

Aquel Sporting no pudo responder a las expectativas de su pasado reciente: “Los tres años que estuve quedamos en mitad de la tabla y El Molinón era muy exigente. Yo mismo venía de ver a un Sporting que se nos caía la baba”. Y su estilo tampoco le favorecía: “A los jugadores técnicos se nos exigía más porque el fútbol del norte era más aguerrido y directo. Yo intentaba arriesgar en el pase y el día que no salía bien había bronca. Pero jugar en El Molinón era una delicia”.

Se tomó con filosofía la salida del club de su vida, aunque no lo esperaba: “Me quedaban tres temporadas de contrato, pero le agradecí a García Cuervo que me dijese claramente que no contaba conmigo. Me surgió la oportunidad de ir a Murcia y cuando me tocaba volver acordaron el traspaso al Logroñés”.

Eraña cogió las maletas sin mirar atrás: “No me costó porque había estado bien en Huelva y, al ser de la cantera, cobraba menos que otros. Me hubiera gustado hacer toda mi carrera en el Sporting, pero no hubiera sido titular”.

Tras pasar por el Logroñés, Compostela y Extremadura, Iñaki Eraña cerró su carrera en 1999 con un ascenso a Primera con el Numancia. Ni siquiera la llamada de Miguel Montes, “mi segundo padre”, para jugar en el Avilés le convenció: “Había enfocado mi vida hacia los negocios y no quería saber nada del fútbol, pero en 2008 surgió la oportunidad de hacer el curso de entrenador UEFA Pro. Al año siguiente fui a entrenar a Estados Unidos, al equipo de San Jacinto College, también para que mis hijos aprendieran inglés”.

A la vuelta dirigió al Veriña de División de Honor y volvió al Sporting en dos etapas y con funciones muy diferentes: como entrenador del cadete y como asesor externo del consejo, que abandonó tras año y medio. “No estaba hecho para mí”, se limita a decir cuando se le preguntan las razones, aunque acota: “Me marché en enero de 2015 y en junio ascendimos”.

El banquillo del Ceares, de Tercera División, fue su último contacto estrecho con el fútbol. “Me di cuenta de que no podía dedicarme a eso y a los negocios a la vez”. Así que ahora lo disfruta como simple espectador, sobre todo con este Sporting: “Es para estar muy orgullosos con este equipo, que se haya apostado por gente joven, haya sido por obligación o no. Me gusta lo que veo, en todos los partidos ha tenido opción de ganar. Gallego nunca se queja y está sacando mucho rendimiento de la plantilla”.

“Mantener nuestra esencia es bonito y encima da resultados”, concluye Eraña sobre el momento del Sporting: “Ya hemos visto que traer 15 jugadores de fuera no ha funcionado. Me gusta mucho el entrenador porque es valiente y ha sabido manejar toda esta tormenta del covid para sacar los partidos adelante. Así se han evitado grietas gordas en el vestuario”.

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