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Las pioneras, ninguneadas

Las jugadoras del primer equipo femenino del Sporting, en 1996, lamentan que los dirigentes del club las hayan borrado de su historia y de su museo

Jugadoras del primer equipo femenino del Sporting, con su entrenador Ismael Díaz Galán, en la actualidad ante la Universidad Laboral. Ángel González

El Sporting fue el primer club profesional que tuvo una escuela de fútbol femenino, pero parece que no le interesa presumir de ello. Más bien lo oculta, como lo prueba que en su museo de El Molinón no haya referencia alguna al equipo resultante de aquella semilla, sembrada por el entonces entrenador Ismael Díaz Galán. “Si el problema soy yo, que me borren de la foto”, dice con sorna 25 años después Díaz Galán, convencido de que todo tiene que ver con su vinculación a la directiva de Plácido Rodríguez Guerrero, la anterior a la conversión del club en sociedad anónima. Las jugadoras, que ya en su momento se sintieron menospreciadas por los dirigentes rojiblancos, no se pueden creer que en el museo del club se las haya ninguneado.

Ismael Díaz Galán entró en Mareo en 1990 como entrenador de un equipo infantil. Entonces vio que el Sporting tenía que aprovechar su prestigio como club de cantera: “Teníamos buenas instalaciones, entrenadores profesionales. Así que pensamos que también podíamos enseñar el fútbol a los no elegidos, cobrándoles una cuota. Si se hacía en otros deportes, por qué no en el fútbol”. Así nacieron las escuelas de iniciación, que permitió entre otras cosas repescar a El Brujo como monitor y un lema para enganchar a los chavales: “Aprende con Quini la pasión del fútbol”.

Después llegaron las escuelas en distintos puntos de Asturias y, en 1995, el campus de verano. “Empezaron a apuntarse chicas y el 21 de octubre de 1995 presentamos la primera escuela de fútbol femenino de un club de Primera División”, recalca Díaz Galán. Aquel día, en el campo número uno de Mareo, el dueño del Sporting y entonces presidente, José Fernández, dijo a las aprendices de jugadoras que “aquí tenéis la posibilidad de haceros personas en el ejercicio del deporte”, además de expresar su deseo de que un equipo femenino del Sporting llevase el nombre de Gijón por Europa.

Dos años después fue el propio Fernández el que borró el nombre del Sporting del equipo femenino. Y durante ese tiempo, ni Ismael ni sus jugadoras tuvieron un camino de rosas. “Se las trató muy injustamente por el machismo que había en la directiva. Como no había nadie que quisiera entrenarlas, el primer año tuve que hacerlo yo. Y no nos dejaban entrenar ni jugar en Mareo. Tuvimos que ir al campo de la Universidad Laboral, que era un prado”.

A la temporada siguiente, ya con Raúl Montes de entrenador y acogidas en Mareo a regañadientes, tampoco las condiciones mejoraron demasiado. “En seguida vimos que no nos querían por allí”, señala Sonia Prieto, que se incorporó en el segundo año. “Nos mandaron al peor campo de todos, al de tierra, lleno de piedras. Yo jugaba de portera y acababa con las rodillas machacadas”.

La plantilla del Sporting femenino de la temporada 1996-97. De pie, por la izquierda, Bibiana, Águeda, Alicia, Susana, Quini, Herminio Menéndez, Ismael Díaz Galán, Lorena, Carmen, Icíar, Estefanía y Verónica; sentadas, en el mismo orden, Amaya, Rosa, Elena, Nuria, Aroa, Sara, Sonia, Noelia, Alejandra, Silvia y Ana. Debajo, a la derecha, la página de LA NUEVA ESPAÑA del 22 de octubre de 1995 en la que se informaba de la puesta en marcha de la escuela de fútbol femenino de Mareo. | LNE RSG

Tampoco se libró de aquella precariedad la internacional absoluta Montse Sirgo, que llegó procedente del Oviedo con 17 partidos en la selección española: “Tengo una cicatriz en la rodilla, en la que me tuvieron que poner once puntos de sutura por irme al suelo y pegar en una piedra”. Montse no está en la foto de aquel primer Sporting, realizada en El Molinón con el respaldo de Quini y del entonces director general, Herminio Menéndez: “La foto se hizo un sábado a las 12 del mediodía y no pude ir porque trabajaba en un supermercado”.

Ismael Díaz Galán aprovechó el reciente Día de la Mujer para reivindicar a aquel equipo: “Estas chicas son sportinguistas y tuvieron la oportunidad de jugar en su equipo del alma. Hay mucha gente orgullosa de que el Sporting les diese la oportunidad. Y no puede ser que no aparezcan en el museo. Tienen que tener cara, nombre y apellidos”.

“Tenía 17 años y me daba igual entrenar en el campo número 5 o que nos mandaran a la Laboral”, recalca Aroa de Diego, que había empezado a jugar al fútbol en Cangas de Onís con niños: “Lo primero que hice cuando llegué a Gijón fue buscar un equipo y vi los carteles de la Escuela de Mareo. Ese mismo día me apunté. Me levantaba con la ilusión de ir a entrenar”. Después de 25 años, el reencuentro con las compañeras le ha abierto los ojos: “Entonces me daba igual jugar en campos de tierra o embarrados. Ahora nos damos cuenta de lo que pasaba”.

A Nuria Vila, conocida como “Colloto”, Mareo incluso le pareció un paraíso: “Llegué en el segundo año y venía del Oviedo, donde estábamos todavía peor. Lo importante es que somos grandes amigas y 25 años después mantenemos el contacto. Fuimos pioneras y son demasiados años como para que no nos tengan en cuenta. En cierto modo ayudamos a que ahora el fútbol femenino tenga más visibilidad”.

“No lo entiendo”, señala Montse sobre el ninguneo del club: “Será porque la directiva quiere subirse a la ola de apoyo al fútbol femenino. Pero tienen que darse cuenta de que fueron pioneros. En la escuela llegaron a formarse más de cien crías. Me fastidia, sobre todo, por Ismael, que fue el que hizo historia en el Sporting”. También Lorena reivindica a su entrenador: “Isma hizo una labor increíble. Aquella etapa, entre el 96 y el 98, fue increíble”.

No pensaba lo mismo el consejo de administración, que despidió a Díaz Galán, que inició una larga etapa de entrenador, casi siempre en Segunda B. En 1998 se borró el nombre del Sporting del equipo femenino, que pasó a ser Escuela de Mareo, y no se recuperó hasta 2016, que es el que aparece en el museo como el primero del club. En el año 2000, cansadas del trato de los dirigentes, Montse y otras compañeras fundaron el Gijón Fútbol Femenino, que se convirtió en la referencia de la ciudad.

Pese a todo, la mayoría de las protagonistas prefieren ver el lado positivo. “El fútbol me apasionaba y jugar en el Sporting era mi ilusión”, recalca Noelia Rojo, que no olvida las discriminaciones: “Entrenábamos en los peores campos y teníamos que cambiarnos en una caseta de obra, pero lo que nos importaba era jugar”. María García, que llegó en el segundo año, lo ratifica: “No era como ahora, que las niñas juegan desde pequeñas en equipos. Yo empecé con 18 años y hasta entonces solo jugaba en el parque, con niños. Quizá por eso me costó un poco aceptar que el entrenador me dijera cómo me tenía que colocar, estaba asilvestrada”.

“Que no estemos en el museo habiendo sido las primeras me parece una falta de respeto”, se queja Sonia. Y remacha Lía: “En aquella época éramos lo que éramos. No nos dejaban entrenar en ningún sitio, a mí una vez me echaron del médico. Quizá por eso en el club les vale lo de ahora y no lo de antes. Pero aquella etapa fue una maravilla. Conocí gente, estuve muy a gusto y somos muy amigas”. Estefanía Schutze prefiere quedarse también con los buenos recuerdos personales: “Siempre me apoyaron en la familia, pero tengo compañeras que lo pasaron realmente mal”.

Amaya Corredor, que jugaba de defensa, recuerda aquellos años como muy felices “porque hacía lo que me gustaba, jugar al fútbol y pasarlo bien. Pero había cosas que no eran muy normales. Los viernes nos daban la camiseta para jugar y el lunes teníamos que devolverla limpia. Y el chándal, solo para los partidos. Era como si no quisieran que se viese que éramos del Sporting. Y tener que ir a la Laboral teniendo Mareo...”.

“Lo recuerdo como un yin-yang”, tercia Samanta Fernández. “Estudiaba en Oviedo, vivía en Salinas y tenía que coger varios autobuses. Una odisea, pero estaba tan ilusionada que no te dabas cuenta de ciertas injusticias. Jugábamos con unas equipaciones terribles”. Quizá por eso lo del museo no le pilló por sorpresa: “Lo barruntaba porque no aparecemos por ningún lado”. Carmen Junquera no puede desligar la etapa en el Sporting de su situación personal: “Mi padre se murió poco después de llevarme a Mareo. Por eso para mí aquello no era solo entrenar y jugar al fútbol, sino que las compañeras son una familia. Me dieron la vida”. Y ha decidido responder al ninguneo del club con la misma moneda: “Yo también los ignoro porque de cuantas más cosas me entero, más me enfado”.

Eso sí, ella fue la artífice de la cohesión del grupo: “Tengo un buen recuerdo de mis compañeras. Por eso me preocupé de buscarlas a todas y creé un grupo de Whatsapp. Después, que nos valoren o no me da igual”.

Susana Herrero, delegada en la segunda temporada, asegura que estará eternamente agradecida a Ismael Díaz Galán “porque fue el que creó todo esto. Gracias a él conocí a unas personas maravillosas”. A diferencia de otras compañeras, Herrero estuvo muchos años en el Sporting: “Tuve que aguantar muchas cosas, pero nunca me callé ante las injusticias. Como si tenía que ir al presidente a quejarme. Por eso me parece mal que ahora quieran colgarse medallas que no se merecen”.

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