El Real Sporting después de cosechar dos derrotas consecutivas por primera vez en lo que iba de temporada, tenía en el derbi la mejor oportunidad para recobrar toda la confianza en sus posibilidades. No llegaba el ‘eterno rival’ en su mejor momento -en realidad apenas si los ha tenido en este campeonato-, pero las últimas experiencias hacían que la afición sportinguista mirara con cierto recelo su presunta condición de favorito.

Para un partido que ponía en juego mucho más que tres simples puntos, David Gallego optó por salir de mano con dos puntas, con Campuzano acompañando al máximo goleador de la categoría, el montenegrino Uros. El damnificado era Nacho Méndez. El entrenador catalán mantenía además a Bogdan en el once titular, quedando el recuperado Guille Rosas en el banquillo. Regresaba por último Babin al once tras su partido de sanción.

El partido comenzó sin un dominador claro, aunque al menos se intuía a un Sporting más centrado de partida que en anteriores ocasiones. La primera ocasión no tardó así en llegar, con una gran acción individual de Uros, quien quiso dejar para Campuzano, acabando el balón a los pies de Aitor, quien disparó al lateral de la red.

Sin embargo en la siguiente jugada, un buen centro de los carbayones desde la banda izquierda de su ataque, acabó en la red gracias al remate de Diegui, no sin cierta indecisión y confusión en la defensa del Sporting y del propio Mariño. Golpeaba así primero el Oviedo y cuando no se habían cumplido ni diez minutos.

Reaccionó casi de inmediato el Sporting, teniendo en una jugada ensayada la posibilidad del empate, primero con otro disparo de Aitor y después con un posterior remate de cabeza sin mucha fuerza y centrado de Babin.

Los siguientes minutos discurrieron según lo que podía esperarse: el Sporting llevando el peso del partido y el Oviedo, conseguido ya su principal objetivo, replegado a la espera de poder tener alguna otra ocasión con la que poner más tierra de por medio en el marcador. Como la que tuvo al cuarto de hora, en una nueva indecisión defensiva rojiblanca, esta vez con Bogdan y Mariño con protagonistas.

Un potente disparo desde fuera del área de Manu García en el minuto 18, tras una acción individual de esas que tanto se le reclaman, puso a prueba a Femenías. Pero las cosas como son: quien de verdad la tuvo para casi sentenciar fue Nahuel en un nuevo despiste atrás del Sporting, enviando fuera en su mano a mano ante Mariño.

Le costaba no obstante al Sporting el que este aparente dominio produjera mayor inquietud a una defensa carbayona, muy segura frente a estos envites rojiblancos, demasiado previsibles. Y es que no siempre por jugar con más delanteros se encuentra la portería contraria con mayor facilidad. Y es que al contrario, era el Oviedo quien generaba todo el peligro cada vez que colgaba un balón al área. La volvió así a tener Borja para marcar el segundo en el minuto 36 pero por fortuna, no acertó en su disparo.

Si hay estadísticas que lo dicen todo, una de ellas es que el Sporting cometiera su primera falta en el minuto 39. En ese momento su rival llevaba ya seis cometidas. El Sporting necesitaba una jugada que pudiera cambiar la peligrosa dinámica en la que se había sumergido el encuentro y que hacía previsible una segunda parte similar, si no peor para su fiel afición. A priori la lesión de Campuzano en el minuto 42 (lo del chaval sí que es ya mala suerte) no parecía que fuese el mejor revulsivo. Entró en su lugar Pablo Pérez, arengando a sus compañeros para despertar del letargo al que se habían dejado arrastrar por su rival.

Con la victoria mínima para los azules se llegó al descanso, en un primer tiempo donde el Sporting se mostró demasiado vulnerable en defensa y previsible en ataque, y el Oviedo supo aprovechar la primera de las varias ocasiones de las que dispuso.

De nuevo como había ocurrido en la primera parte, fue para el Sporting la primera aproximación al área rival. Y de nuevo fue Aitor quien remató entre los tres palos, tras un mal control de Pablo Pérez, encontrándose con un Femenías bien situado.

Una posterior internada de Bogdan, fue desperdiciada por el serbio, centrando a la nada, cuando tenía tiempo más que sobra para haber buscado un compañero a quien servir a placer. Puro vértigo el del joven canterano.

Para desesperación de la parroquia rojiblanca, los minutos iban transcurriendo sin que su equipo diese la menor sensación de poder darle la vuelta al partido. Y como sucediera en la primera parte, era el Oviedo quien en cada aproximación al área de Mariño, sembraba de intranquilidad los corazones sportinguistas. Lo de la crisis de seguridad del cancerbero gallego en las últimas jornadas, es quizás lo más preocupante que le está sucediendo al Real Sporting. Aun así, con media hora por delante, David Gallego se negaba a entregar la cuchara y desde el banquillo se devanaba los sesos en buscar soluciones para el enorme problema que tenía sobre el césped. “Haremos lo imposible por ganar”, había declarado el técnico en la previa al derbi. Quizás hubiera bastado con empezar por intentar lo posible. Como alguien que anulara a Borja, quien campaba a sus anchas por el centro del campo.

Fue en el minuto 70 cuando David Gallego decidió realizar dos cambios de una tacada: entraban Guille Rosas y Gragera y se iban a la ducha Bogdan y Javi Fuego. Cambio de cromos como quien dice. Ninguna revolución a nivel táctico. El partido claramente estaba donde querían Ziganda y los suyos.

A falta de un cuarto de hora, el Sporting tuvo una doble ocasión, primero con un centro chut de Aitor, al que no llegó Pablo Pérez con Arribas sacándola sobre la línea y un posterior remate de cabeza de Marc Valiente que se fue arriba, en el consiguiente saque de esquina. Con Uros completamente desasistido y desaparecido, sólo en una acción aislada parecía que podía llegar ese empate que al menos salvase la honra. Como la que tuvo Pablo Pérez en el minuto 81 en un remate casi imposible.

David Gallego volvió a mover ficha, dando entrada a Nacho Méndez y retirando a Aitor García. La sequía realizadora del obubense esta temporada es otro de los aspectos a los que convendría poner remedio, si de verdad se quieren tener opciones en un playoff que ahora mismo, es lo máximo a lo que se puede aspirar. Y que v¡sto lo visto, no sería poco.

Los últimos minutos volvieron a ser como los vividos en la jornada anterior en Tenerife, un querer y no poder o no saber. Únicamente la incertidumbre de un marcador en el que sólo un gol separaba la tercera derrota consecutiva de un posible empate, mantenía viva la esperanza de los aficionados sportinguistas.

En favor de los jugadores rojiblancos hay que decir que lo intentaron hasta el último suspiro. Pero todo fue en vano. Los minutos de descuento transcurrieron entre la desesperación de los sportinguistas, que veían cómo de nuevo el ‘eterno rival’ volvía a vencer el derbi. Y con este van cinco de los últimos ocho disputados. En esta temporada concretamente los dos celebrados y los dos por la mínima. Es evidente que hay algo que falla a la hora de que los rojiblancos afronten este tipo de partidos.

De nuevo la celebración de los carbayones a la conclusión, cual vencedores de la Champions, demuestra que entienden mejor la importancia de un derbi. Lo cierto es que los azules sin ser claramente merecedores de la victoria, sí que supieron aprovechar cómo se les puso de cara el partido apenas iniciado este. Algo que por ejemplo el Sporting no supo hacer en el anterior partido en casa ante el Mirandés.

Al Sporting siempre le quedará el consuelo de a pesar de la derrota, seguir en puestos de playoff y con opciones de mantenerse en ellas. Pero esto a la afición sportinguista este sábado le sabe a cuerno quemado.

Toca una vez más levantarse tras este varapalo y esta mini crisis de resultados, que no de juego (no nos engañemos) en la que se ha adentrado el Sporting. La cita será el próximo viernes ante un Zaragoza que como el Oviedo, busca escapar definitivamente de la quema que suponen los puestos de descenso. Hasta entonces, una semana más tras un derbi, a los aficionados sportinguistas nos tocará por nuestra parte aguantar el chaparrón de los vecinos. Ye lo que hay.

 

Post Scritpum: hay partidos como un derbi que se comienzan a vencer incluso antes del pitido inicial con detalles tan nimios, pero a la vez tan importantes, como los colores con los que saltan los equipos al campo. Véase así la chaqueta de calentamiento de unos y otros y se entenderá en parte esta teoría. Los colores han de ser siempre sagrados. Si no se entienden como tales, difícilmente se podrá entender la importancia de un derbi.