David Gallego arengó ayer a sus jugadores antes de comenzar el primer entrenamiento de la semana, en el campo número 5 de Mareo. Y lo hizo, además, sobre el terreno de juego, para dejar constancia de esa unión que existe en el vestuario rojiblanco. El entrenador del Sporting tomó la palabra y, como viene siendo habitual en él, de forma impetuosa y con muchos gestos, dio una larga charla a sus pupilos, de alrededor de quince minutos de duración.
De esta forma, Gallego cuida también el aspecto moral, más allá del físico o el táctico. Lo hizo con un discurso en el que incidió en las posibilidades de las que aún dispone el equipo, pese a no depender de sí mismo en la última jornada –tiene que vencer al Almería y confiar en que el Lugo puntúe frente al Rayo–.
Una charla cuyo objetivo final era el de mantener alta la ilusión de la plantilla, pese al varapalo sufrido el pasado lunes en Fuenlabrada, donde no lograron una victoria que les hubiera hecho depender de sí mismos el domingo. Los jugadores acabaron abatidos aquel encuentro, pero utilizaron la jornada de descanso del martes para resetear la mente y volver a entrenarse con el mismo nivel de ilusión.
Las caras de los jugadores mudaron tras la larga conversación. Durante el entrenamiento, de hecho, se llegaron a ver varias sonrisas, muestra de que la arenga de Gallego surtió su efecto en la plantilla.
Al margen
Borja López y Pablo García fueron los únicos que no participaron en la sesión, realizando trabajo de fisioterapia en el gimnasio. El central no parece ser duda para el encuentro del domingo, mientras que falta por saber si el lateral izquierdo llegará a tiempo para el trascendental partido. Gallego sí que podrá recuperar para la lista convocados al lateral derecho Guille Rosas, tras cumplir frente al Fuenlabrada un partido de sanción por acumulación de tarjetas amarillas.
