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Fuego, una brillante historia sin final: las claves de su salida del Sporting

El poleso regresó a Gijón para cerrar una magnífica carrera, pero la relación con el Sporting no se pudo alargar por la falta de sintonía con el club

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Imágenes de Javi Fuego La Liga / LNE / Agencas

Viernes 27 de julio de 2007. Escuela de Fútbol de Mareo. Manolo Preciado mira a los ojos a Javi Fuego y le dice que lo mejor es que se busque equipo, que va a jugar poco tirando a nada. El poleso no entraba en los planes de aquel Sporting, hacía falta dinero en el año II de la concursal y ya se tenía sustituto: Sergio Matabuena. Tras una conversación con el presidente, de aquella Manuel Vega-Arango, se da cuenta de que lo mejor es emigrar. Aparece el Levante. El equipo valenciano está en Primera y tiene fama de pagar en tiempo y forma. Supone una mejora deportiva y tranquilidad económica después de haber vivido (y sufrido) la incertidumbre de la concursal rojiblanca y episodios como un ERE que hizo temblar los cimientos del Sporting, provocó huelgas y acabó con el despido de dos compañeros (Álvaro y Blin).

Para el club su salida permitió obtener unos ingresos vitales para tapar agujeros en una época en la que, como bromeaba un consejero rojiblanco, el Sporting debía más que Alemania después de la guerra. José Fernández había dejado de avalar y el dinero público (Ayuntamiento y Principado) ya no acudía al rescate. Precisamente el traspaso –unas crónicas dicen que 500.000 euros, otras que 800.000 y otras que 875.000– iba a destinarse a pagar un crédito respaldado por el Principado que había vencido.

Así que con 23 años y 117 partidos con el Sporting a sus espaldas, Fuego hizo las maletas para vivir su primera experiencia lejos de casa. Chaval con profundas raíces familiares, muy apegado a Pola de Siero, donde tocaba el bombardino en la banda municipal, y con la carrera de Fisioterapia empezada, cerró los ojos y se tiró a la piscina. Y el agua duró poco. Ya en octubre los jugadores del Levante dejaron de cobrar. Amenazas de huelga lideradas por Luis Rubiales, que ya estaba preparando el salto a la política del balón a través de AFE. Segunda concursal de su carrera. Pero no sería la última. En aquellas condiciones el equipo acabó en Segunda.

El Rayo como trampolín

Y otra vez la maleta. Esta vez viaje a Huelva. El Recreativo estaba en Primera. Y lo mismo: descenso, impagos y concursal. Sigue con los andaluces en Segunda, pero la moral de Fuego estaba por los suelos. Por eso estuvo a un minuto de “huir” de todo aceptando una oferta del Aris de Salónica. Una carta de su padre, en la que, entre otras cosas, le instaba a seguir peleando, lo impidió. Una decisión que vista en perspectiva cambió el rumbo de la carrera de Fuego, que pudo pasar a engrosar la lista de trotamundos del balón para acabar atesorando una carrera envidiable en la que ya lleva 592 partidos entre Primera, Segunda, Copa del Rey, competiciones europeas y con la selección española en categorías inferiores.

Una carta de su padre, en la que, entre otras cosas, le instaba a seguir peleando, le convenció para seguir en el fútbol español y no irse al extranjero tras un par de malas experiencias

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Nuevo destino: el Rayo Vallecano, en Segunda, de la pintoresca familia Ruiz-Mateos. ¿Y qué ocurrió? Sí, impagos y nueva concursal. Era la cuarta de su carrera. Tenía 26 años. Fue bautizado como “el futbolista concursal”. “La ley concursal fue una escapatoria para tramposos para reducir la deuda a cualquier precio”, diría años después. Ruiz-Mateos llegó a reunir a la plantilla en su casa para advertirles: “Esto se ha acabado”. La única solución era el ascenso. Con Sandoval en el banquillo y una alineación que Javi Fuego se sabe de memoria (Coke, Arribas, Movilla, Trejo, Aganzo…) los rayistas subieron a Primera. El poleso volvió a disfrutar del fútbol y acabó liderando estadísticas de balones recuperados y optando a premios como mejor mediocentro del año junto a Busquets e Illarramendi.

La madurez y el Valencia

Aquellas tres temporadas en Vallecas le sirvieron para dar el salto al Valencia, donde llegó con el punto justo de madurez: 29 años. Otro giro del destino: tras firmar recibió ofertas del fútbol inglés (Swansea) y alemán (Werder Bremen). En Mestalla las vivió de todos los colores. Tocó la gloria con Nuno en el banquillo y asistió al inicio de la pantomima en la que se ha convertido el club cuando Peter Lim empezó a hacer de las suyas.

Ventilado por Suso García Pitarch, recaló en el Espanyol, por donde ya andaba entrenando en categorías inferiores David Gallego. Año y medio en el Espanyol y otro tanto en el Villarreal, donde padeció todas las lesiones que no había sufrido en su vida. Una de ellas de lo más extraño y que casi lo tuvo un curso en blanco.

Y llega el verano de 2019. A pesar de haber jugado 23 partidos con el Villarreal en temporada y media, Javi Calleja cuenta con su experiencia dentro y fuera del campo. Un detalle: Fuego ha sido capitán en el Sporting, Rayo y Valencia. Y también recibe dos ofertas de Primera.

Pero el Sporting se cruzó en su camino. El club rojiblanco, una vez errado por dos veces su objetivo de regresar a Primera, y con Torrecilla sentenciado por la propiedad, opta por la vía de la asturianización tras el fracaso de la teoría del “rendimiento inmediato” de los Lod, Cofie, Blackman y compañía. Javier Fernández lidera la “operación retorno” de talentos fugados como Manu García y Borja López.

A Fuego se le requiere para cubrir varios flancos además del futbolístico: aportar liderazgo y apadrinar a jugadores como Gragera. También se deja entrever que la relación de Fuego y el Sporting seguirá una vez opte por la retirada. Incluso el todavía jugador verbaliza más de una vez su intención de prepararse para ser entrenador y director deportivo. El look elegido para su presentación en su vuelta a Mareo no puede ser más institucional: traje y corbata, nada de camiseta estampada, vaqueros y sneakers.

La vuelta, agridulce

Todo apunta a que por fin habrá una historia de amor completa con el club de su vida. Aunque sin olvidar que doce años atrás a un sector de la grada de El Molinón el juego del poleso se le atragantaba. Pero era un nuevo comienzo. Todo fue marchando más o menos en orden durante los primeros meses. Su mediación fue importante para que Álvaro Vázquez fichara por el Sporting. Incluso se le encomendó la misión de sondear a Villa por si había posibilidades de que el Guaje se retirara en el Sporting. Agua.

En lo deportivo las cosas empezaron a torcerse. Y en lo individual se notaba el año casi en blanco que el poleso había pasado en el Villarreal. José Alberto acabó despedido y se hizo sitio a Djukic, que tampoco pudo reconducir la situación. Entre medias, se produjeron roces en el vestuario entre los veteranos y los jóvenes por sus distintas formas de entender el fútbol y la vida.

Estas tensiones tuvieron episodios calientes. Se conocen dos: uno tras la derrota en Zaragoza y en el descanso del partido ante el Extremadura, donde el Sporting dijo adiós a cualquier posibilidad de play-off. La propiedad fue más comprensiva con los jóvenes, el futuro de la entidad, a pesar de que alguno de ellos se saltó el régimen de disciplina interna varias veces. Todo aquello pareció llevárselo el viento. La pandemia y sus consecuencias ayudaron a que se produjera una amnesia colectiva sobre lo sucedido. Y sin tiempo para mucho más, llegó la nueva temporada, la que acaba de finalizar. En la vida del Sporting apareció Gallego. Ni el entrenador ni los escasos fichajes ilusionaban. Tampoco lo ocurrido temporadas atrás. El técnico catalán llegó advertido por lenguas tóxicas sobre que Fuego era un viejo rockero con pocas ganas de colaborar con el resto de la banda. En el club ya había quien verbalizaba sin tapujos que Fuego no era el líder que se pensaba.

Pero Gallego quiso conocer de primera mano la postura del mediocentro. Y oídas las partes, todo cambió. El poleso acabó jugando 41 partidos entre Liga y Copa, lo que suponen más de 3.000 minutos y que le sitúan en el top-5 de los más utilizados con unos respetables 37 años. Fue la prolongación del técnico en el campo. Pero… la oferta de renovación, el acuerdo para seguir, nunca llegó. Como en casi todo en la vida, las huellas van enseñando el camino. Una de ellas es la famosa rueda de prensa de septiembre de 2020 días después de la victoria en Cartagena (segunda jornada) gracias a un gol de Gragera y en la que Javi Fuego dijo aquello de que “hay que ser futbolistas las 24 horas”. La frase no sentó nada bien. Se le afeó dentro y fuera. Las redes, el nuevo foro en el fútbol sin público, vincularon sus palabras, entre otras lindezas, al miedo a perder el puesto ante Gragera. Al final resultó ser todo lo contrario, ya que ambos acabaron formando pareja de baile habitual en el centro del campo. Y el joven talento, al menos públicamente, siempre ha tenido buenas palabras para el veterano.

El “evento Sporting”

Tres meses después, aquella rueda de prensa regresó al primer plano. Para muchos aquellas palabras cobraron sentido y resultaron proféticas. Y es que enero de 2021 arrancó con el “evento Sporting”, el brote de covid que afectó a varios jugadores de la primera plantilla y que llevó a los rojiblancos a abrir los telediarios a nivel nacional por la forma en la que se produjeron los contagios: en fiestas públicas y privadas. La tensa situación interna que provocó el “covidgate”, al que ahora se culpa del hundimiento del equipo en las diez últimas jornadas, y la política del club de protegerse de los maremotos tras una sombrilla de playa, enfrió las relaciones entre Fuego y Javi Rico, director deportivo rojiblanco. Más que enfriarlas, acabó con ellas. La historia del que iba a ser hombre para todo en el club de su vida empezó a torcerse.

Así que sin sintonía alguna con Rico, el acuerdo para seguir era complicado. El Sporting de los tres “Javis” (Fernández, Rico y Fuego) llegaba a su fin. Lo mismo que el idilio del equipo con el play-off. Justo en la semana previa del partido en Fuenlabrada, donde los de Gallego salieron de los puestos de promoción para ya no volver, a Fuego le tocó actuar en sala de prensa. Allí tendió la mano para su renovación. Curiosamente el de Fuenlabrada fue su último partido con el Sporting y en él, por primera vez desde su vuelta y aunque no era uno de los capitanes, lució el brazalete por decisión del vestuario. No hubo tiempo para más. Ante el Almería, aunque se le vio muy activo desde la grada dando instrucciones y hablando con los ayudantes de Gallego sobre cómo meterle mano a los de Rubi, no hubo hueco para que se despidiera en el único partido de Liga con público del curso. Fue el único de los que se iba que no tuvo minutos.

Eso fue el domingo. El lunes, Fuego hacía público su adiós con un comunicado. En él, mostraba su agradecimiento “a todas las personas que componen el club”, especialmente a “utilleros, fisios y cuerpo médico”, además de a sus compañeros y a la afición. Nada más. Ni menciones al consejo, a la dirección deportiva o al cuerpo técnico. Días después, el club se volcó en la despedida de Carmona. ¿Y la de Fuego? En el club se guarda silencio. Se respeta la decisión del futbolista, pero el malestar es evidente. Para la próxima semana está prevista una rueda de prensa de Javi Rico para analizar la temporada. Seguro que abordará el asunto. Tan seguro como que pasará de puntillas sobre el tema. Ahora Fuego medita hacia dónde enfocar su futuro, si seguir jugando o colgar las botas y pasar a la siguiente pantalla.

Y como la vida nunca se detiene, el club cree que ya tiene a su sustituto ideal. Se quiere que sea Christian Rivera, que se fue de Mareo dando un portazo tras presionar y presionar para que le dejaran salir al Atlético. Y acabó en el Oviedo. Pero la distancia todo lo cura y Rivera ya verbaliza su deseo de regresar a Gijón. Puede que con Fuego ocurra algo parecido y el tiempo ayude a concluir como se merece una historia que debió cerrarse de otra forma. O no. Toca esperar.

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