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Alberto García cabrera | Jugador del Rayo Vallecano y ex del Sporting

Alberto García, exjugador del Sporting: “El ascenso logrado compensa lo que sufrí durante los 20 meses de lesión sin jugar”

“Cuando llegué al Sporting sabía que era un equipo grande, pero me fui siendo mucho más consciente de ello”, asegura el portero del Rayo

Alberto García, durante los actos de celebración por el ascenso del Rayo. | EFE

Tras el pitido final en Montilivi que sellaba el ascenso a Primera División del Rayo Vallecano el pasado fin de semana, lo primero que hicieron los jugadores rayistas fue mantear a su capitán, el exsportinguista Alberto García Cabrera (Barcelona, 1985), pese a que no participó en ese encuentro. Como lleva sin hacerlo en ninguno desde hace 20 meses, debido a una lesión en el cartílago de su rodilla izquierda que le está haciendo pasar un auténtico infierno. Un gesto que no es casual: en el vestuario rayista, como ocurriera en Gijón, donde fue uno de los capitanes pese a no ser el portero titular, se tiene en gran valía al cancerbero. El de Montilivi es el cuarto ascenso del portero tras el los logrados con Rayo, Getafe y Sporting en 2015, donde coincidió con Miguel Ángel Guerrero, que también ascendió ahora con el Rayo. Óscar Trejo completa en trébol de exsportinguistas en la plantilla rayista.

–¿Cómo se encuentra tras esta temporada tan atípica para usted?

–Yo creo que ha sido atípica para todo el mundo porque no tuvimos la oportunidad de tener el respaldo de la masa social en el día a día de los partidos y las ciudades deportivas. Pero es cierto que mis últimos 20 meses no son muy agradables para un deportista, no es lo que le desearía a cualquier futbolista. Pero el final que ha tenido el equipo acolcha muy mucho el drama emocional que me ha tocado vivir.

–¿Compensa ese ascenso por todo lo que ha pasado estos últimos 20 meses?

–Sí, compensa. Uno juega para que el equipo consiga sus objetivos, el motivo por el que un futbolista va a un club es para lograr esas metas globales que se marcan. Yo siempre he apoyado que a partir del buen hacer del grupo todos salimos reforzados. La sensación que tengo es que esa forma de entender el deporte y la vida ha tenido su recompensa.

–¿Cómo recuerda esos momentos?

– El hecho de que nada más acabar el partido todo un grupo humano decida acordarse de mí de manera tan rápida me sigue emocionando como en el mismo momento que vi a mis compañeros mantearme. Agradezco que se me reconozca que, aunque no pude aportar en el campo, sí lo hice en que el grupo se sintiera protegido. Eso dice mucho del grupo. En esos primeros minutos te acuerdas de todo lo que has sufrido y todo lo que has dado para conseguirlo y ver que todo el grupo se acordó de mí hace que me sienta muy orgulloso de esa familia que hemos formado en el vestuario del Rayo Vallecano. Compensa muy mucho esos 20 meses de camino alejado de los terrenos de juego.

–¿De quién se acordó cuando sonó ese pitido final?

–Me emociono de recordarlo. Mis hijos, mi familia, estuvieron a pie de campo. Ellos, como el grupo, sabían lo importante que era para mí que este final fuera con un ascenso. Me acordé de muchísima gente que no me dejó tambalearme en estos 20 meses, impidiendo que me desapegue o me separe del vestuario: Bebé, Óscar Trejo, Armenteros, Mario Suárez, Pozo, Catena, Óscar Valentín, Isi… Durante todo el año me han hecho partícipe, me han dedicado goles, se han acordado de mí. Hicieron que no me separase emocionalmente de ese grupo hasta el final. Me vinieron un montón de sensaciones a la cabeza, que se cortaron rápidamente porque de repente me vi por los aires de Montilivi. (Se ríe).

–¿Cómo fueron esos meses?

–Todo empieza entrando a quirófano para hacer una simple exploración artroscópica y acabamos encontrando algo de una magnitud que nadie tenía la sensación de que estaba ahí. Cuando me despierto me toca afrontar un camino muy muy oscuro. Tuve la suerte de no lesionarme nunca en mi carrera de esta magnitud hasta esta lesión en el cartílago de la rodilla izquierda, que ahora sí le puedo llamar lesión y no molestias como hasta ahora. Me tocó separarme del día a día. Y en el momento más importante de mi rehabilitación me tocó alejarme totalmente incluso de los servicios médicos de los hospitales, a causa de la pandemia, porque en Madrid se vivió una situación de colapso. Me encontré con una noticia devastadora para mí y me tocó recuperarme solo en casa, con una pandemia que me preocupaba en cuanto a salud y me alejaba de un proceso de recuperación que yo necesitaba. La suerte fue el grupo de jugadores que venían a visitarme, se acercaban, estaban cerca de mí. Y de ahí surge mi historia de superación con Bebé, de la que ya no queremos hablar más porque ya estamos cansados de llorar.

–Ha vivido cuatro ascensos. ¿Es este el más especial de todos?

–No podría decirlo. En Gijón, con el Sporting, viví el Primero, con Miguel Ángel Guerrero, que ahora lo logró otra vez con nosotros en el Rayo. En aquel ascenso se nos reconoció muchísimo el camino que nos tocó afrontar y cómo el grupo logró algo muy importante para Asturias y la institución en sí, y lo que significó para la masa social y la magnitud de lo que es el Sporting. El del Getafe me ayudó a que mi carrera deportiva viviera un paso adelante. Este último quizá sea el más emotivo por todo el drama que me ha acompañado estos meses.

–¿Qué recuerdos guarda de su paso por Gijón?

–Yo sabía a la institución a la que iba, sabía que era un club grande, pero cuando me fui de Gijón me di más cuenta si cabe de la magnitud que tiene el Sporting, todo el entorno que le rodea y lo que te hace sentir como futbolista. Es uno de los clubes que más reconoce a la persona, su masa social busca a gente que se identifique. Si tienes entrega e intentas entender la idiosincrasia de Mareo, haces por conocer a la institución y por representar lo que significa el Sporting, la gente te lo reconoce. Pese a que a nivel individual no fueron años muy fáciles, porque tuve menos participación de la que esperaba, fueron años muy buenos porque el entorno de Mareo premiaba ese día a día. No teniendo una participación activa, al tener esos mismos valores, la gente nos reconoció.

–¿Cómo ve al Sporting?

–Los que estuvimos allí siempre decimos que es muy recomendable jugar en Gijón por lo que se vive, la masa social que arrastra, el estadio, las instalaciones. Es un club para estar en lo más alto de nuestro fútbol. Es un equipo al que el futbolista quiere ir. Y tiene un pilar como Mareo: cuando se recurre a la gente de la casa, con gente que ama la institución y lo que significa, el Sporting es siempre candidato a todo. Yo no recuerdo al Sporting pasando por la categoría de puntillas, la historia dice que siempre es candidato a todo, y más incluso cuando las cosas no van bien. Yo espero y deseo que esté en lo más alto.

–¿Hacia dónde va su futuro? ¿Seguirá jugando a fútbol?

–No le sabría contestar. De momento, me centro en celebrar algo tan difícil como lo que hemos conseguido. Y a la mayor brevedad posible, darle luz a lo que viene por delante, sabiendo que lo que vivimos por atrás está bastante oscuro.

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